jueves, 25 de septiembre de 2008
La política del mal (La Quinta Columna, 25/09/2008)
En términos de Alain Bodiou, el mal es siempre la sustitución de la verdad. Aquella situación en donde la afirmación surge de la carencia, la ignorancia, el desprecio al otro, el resentimiento o el miedo. Se trata de la negación de la plenitud y la alegría. Ella puede adoptar varias formas, tres de las cuales son las más comunes: La traición, que significa la corrupción de la verdad por medio de la falsa prueba y la intriga; pues esta práctica niega la autenticidad del acontecimiento acorralando y corrompiendo la fidelidad a la realidad. El simulacro, consecuencia de lo anterior, contamina la verdad al reemplazarla por nominaciones similares pero no verdaderas. La totalización, lo que no es más que el dogmatismo que sustituye a la verdad por los deseos. De manera que no se trata tan sólo de producir una mentira sino y por sobre todo, de vivir en ella y no poder vivir sin ella. El mal así entendido (en términos políticos, es decir de forma extra moral) es una práctica que se sustrae del acontecimiento que define la situación, enmascarando la necesidad de la toma de partido por la plenitud de lo que se discute y se decide a favor de todos. Esto supone una postura ética. Bodiou habla de “sustracción” de lo empírico que dicta la sensibilidad y el sentido común, por el cálculo político mezquino. Dice que incluso esta apuesta llega a la sustitución de lo políticamente correcto, por lo conveniente, el atajo y la puerta trasera. Al aceptar navegar en las aguas del oportunismo, según Bodiou, “se pierden la capacidad estructurante de un proyecto que se funde en lo verdadero” y se entra en la barrena que Gramsci llamara “estado de crisis orgánica”. Situación que puede prolongarse en el tiempo de manera indefinida sin que se produzca un desplome definitivo, pero manteniendo al bloque que se arrastra a esta práctica en un estado permanente de crisis e ilegitimidad. Así actuaron los nazi ante la quema del parlamento; de ese mismo modo han actuado los gobiernos norteamericanos varias veces, como en la situación que los llevó a la guerra con España a principios del Siglo XX; o el conocido caso del golfo de Tonkin en Vietnam (corren serias acusaciones que lo mismo pudo haber ocurrido con las Torres Gemelas el 11-S). ¿Puede sobrevivir políticamente una oposición que soslaya los hechos o que los interpreta de manera acomodaticia, como ocurre con el recientemente denunciado intento de golpe de estado y magnicidio? ¿Puede acaso alguna corriente política tener éxito con un doble discurso, actuando a la sombra contra los intereses generales de la sociedad? ¿Es posible que se construya una referencia política verdadera bajo este sino y siguiendo dichos parámetros? Entendiendo por verdadero al campo de prácticas que generan acontecimientos que elevan la potencia de actuar y de existir de la mayoría y por eso mismo obtienen el consenso. Ya lo advertía Sartre: “en política no todo es igual ni da lo mismo. Cada acto, por supuesto que es de libre elección. Por eso mismo marcará nuestra existencia. Esta terrible libertad nos condena en cada momento, incluso cuando la decisión es no actuar o no elegir. Siempre tomaremos partido. Optar por la verdad es elegir la suma de las potencias que nos alejan de la nada y de la voluntad de poder desde una ansiedad in auténtica y sin objeto”. Una postura ética es una apelación a la voluntad y a la libertad. Desde esa postura decimos que la oposición se desespera y juega al golpismo porque no tiene política.
jueves, 18 de septiembre de 2008
Hegemonía (La Quinta Columna, 18/09/2008)
Admítanoslo sin rubor. La construcción de un proyecto hegemónico es el primer problema a considerar en la política. Es el establecimiento de la barda o línea de demarcación empírica, a partir de la cual se crean los discursos, los lenguajes y sus sistemas de equivalencias capaces de explicar y justificar el conflicto. Una nueva hegemonía no es fácil, pues sus actores y discursos, más allá de la buena voluntad, tienen que enfrentar a la tradición y al peso de las costumbres instalada en la vida cotidiana y sus mentalizaciones. Más aún cuando se trata de intervenir al interior de la creciente complejización e institucionalización de las sociedades del capitalismo tardío mundializado, para asaltar “las trincheras y fortificaciones de la sociedad civil que pretende corporativizar a las clases subalternas” de que hablara Gramsci. Hablar de hegemonía es entender las oportunidades del momento de una crisis organica y los saltos y trancisiones que pueden ser posibles; es adentrarse en un campo de prácticas y discursos capaces de producir articulaciones que pueden o no, permitir la inteligibilidad o lectura de la socidad desde “un punto de vista” y no otro. Un momento hegemónico es aquel en el que la gran mayoría de los ciudadamos ve como “neutral” el asumir cierto punto de vista sobre las cosas de una manera natural y sin mayor discusión. Es una suerte de concenso alrededor de un sistema articulante. La relación de fuerzas al interior de una hegemonía y entre un sistema hegemónico y su contrario viene dado por la fuerza de la articulación de los sujetos al discurso que los constituye. Es decir, a la mayor o menor afiliación disacursiva y a como esto se traduce en pasiones prácticas, o sea, en una puesta en escena política fuerte o debil. Sabemos que estamos al interior de una hegemonía cuando podemos observar con claridad sus linderos ideológicos, es decir el plano argumentativo que justifica la coherencia entre prácticas y el modo en que son decididas unas y no otras, lo que hace y legitíma a un sistema de diferencias e identidades. En nuestra realidad política encontramos que el campo opositor presenta un síntoma severo de desgaste de sus linderos discursivos. No renovación del liderazgo; exceso de baba sobre un discurso gastado; la lógica de la acusación y la descalificación sin argumentos de fondo; la mitificación y exaltación de asuntos irrelevantes y que no tocan la vida citidiana de nadie, como el caso del maletin; un asunto que no toca el cuerpo del deseo político. Hay que sumar la falta de imaginación y creatividad en acciones que no van más allá de la mediática. De manera que podrán ganar o perder alguas gobernaciones, pero esto no los acerca a un proyecto hegemónico. Igualmente, se puede acumular influencia, dinero y poder, sin nunca representar un proyecto hegemónico. Destino sin esperanza que jamás irá más allá del uso de lo fuerza despotica. Como ocurrió en los dias de Punto Fijo. La oposición confunde la unidad electoral con la necesidad de un marco estratégico y así, se despide y se aleja cada vez más de la posibilidad de ser lo que fue o de prometer que alguna vez será. La posibilidad de encarnar el cuerpo del sujeto sin rostro y sin voz, la idea de reivindicar a los excluidos de siempre, a quedado postergada, o en todo caso suspendida en espera de unos resultados electorales. Esto le pasa a aquellos que confunden la ambición de poder con el poder mismo y sustituyen la realidad del momento hegemonico por sus deseos.
jueves, 11 de septiembre de 2008
SOCIALISMO (La Quinta Columna, 11/09/2008)
El socialismo es una cuestión práctica. Ya en el año 1845 escribía Marx, en las Tesis Sobre Fewerbach que: “Es en la práctica donde tiene que demostrarse la verdad, es decir, la terrenalidad y el poderío de un pensamiento”. Estableció que “el socialismo es el futuro actual”. O la práctica es revolucionaria, o sea, transformadora, o es reaccionaria y conservadora. En esta disyunción se juega la suerte de cualquier proyecto. En cada plano del instante-acontecimiento de cada pequeña historia que se tuerce en el recorrido de la vida cotidiana, en cada una de las fibras y engramas microfísicos de las decisiones, creencias, hábitos y costumbres de cada individuo, se va construyendo lo que tiene de hoy el mañana. Hay una urdimbre de poder invisible en cada gesto y ademán de la mano, en cada sonrisa; en las acciones u omisiones, que impactan también al mundo porvenir. Marx daba mucha importancia a esta dimensión de la historia. En 1843, en carta a su amigo Ruge, revelaba: “El comunismo no es una fase superior. Para mí, no es otra cosa que la realización particular y solidaria, incluso unilateral, del principio socialista, es una práctica que implica incluso, la superación emocional de la mezquindad del otro; y en el extremo, los utopistas que dejan para mañana a La Comuna, es decir, lo que se puede hacer hoy, de manera que el comunismo no es ni programa ni estrategia, es práctica, es táctica, es tarea inmediata que organiza y garantiza desde hoy las formas de vivir del mañana, el movimiento actual de lo real, una suerte de programa mínimo, modelo material de la teoría, que se puede llevar a cabo si dejamos de lado el calculo personal siempre mezquino”. De modo que en Marx se dibuja y prefigura la idea del comunismo como “utopía concreta”. Mannheim definía la utopía como “aquello que parece irrealizable desde el punto de vista de un orden social determinado, en la apuesta por lo ya existente, pues, nunca será aquello que no va siendo”. Marx prestaba mucha atención a los indicios anunciadores de lo nuevo, como calificó a La Comuna de París, lo que va siendo a pesar de las circunstancias, allí donde nadie apostaría, donde muchos se niegan a verlo y mucho menos a aceptarlo Podemos proyectarnos desde estas plataformas teorico-prácticas. De modo que el socialismo es también un estado individual. Una subjetividad política que da forma al deseo. Vivir como socialista es ir construyendo el socialismo. La valoración del espacio, del tiempo, de la calidad de las relaciones que se entablan, de la coherencia entre el discurso y lo que se hace; teniendo al goce como principio de todo y, como dijera Marx en su Grundrisse, “y por consiguiente, el patrón de la riqueza no será ya el tiempo de trabajo, sino de ocio”, porque no importa lo duro de una jornada, como en cualquier deporte, ella nunca será vista como trabajo. Aparecerá entonces el hombre nuevo, visto por Marx, no como un fanático fundamentalista, sino como el Homo Ludems, “en una sociedad de hombres creadores que juegan y se divierten en el despliegue individual y colectivo de sus potencias “reino que va más allá de la conciencia y la superación de la necesidad… El reino de la libertad sólo comienza en efecto, allí donde desaparece el trabajo impuesto por el desamparo, la liberad es la superación de la necesidad más allá de la esfera de la producción propiamente dicha”. Por eso el socialismo es el comunismo hoy, “la unión de las soledades en un proyecto libertario”.
jueves, 4 de septiembre de 2008
Como cabe destacar (La Quinta Columna, 04/09/2008)
¿Quiso tal vez Gustave Flaubert, burlarse de nosotros, del lenguaje y de sí mismo, cuando escribió su célebre y vigente Diccionario de los Lugares Comunes? El autor de Madame Bovary nos sorprende con un breviario de simplezas y tonterías consistentemente absurdas, en relación con el sentido común. En carta a su amiga íntima Louise Colet, en 1852, afirma: “Ninguna ley podrá alcanzarme, burlaré la censura, aunque habré de atacarlo todo. En el se encontrará lo que es útil para ser un cortesano con éxito, aquel que ríe, aprueba y dice lo necesario en sociedad para convertirse en una persona decente y amable”. Según el autor se puede vivir sin pensar, sin el más mínimo esfuerzo argumentativo y sin embargo, tener éxito, ser brillante y obtener reconocimiento. “Ser tenido y contar con dinero, vivir de intrigas. Así pasa a ser la astucia más importante que la razón”, dice. De modo que el cliché y los lugares comunes (sepa la derecha de todos los pelajes, que no hay peor comunismo que el lugar comunismo), los estereotipos mentales y la ignorancia izada como argumento-decía Flaubert-, son la jerga predilecta de la burguesía emergente de todos los confines. Siempre en boca de sus políticos y medios de comunicación. Como una maldición tántrica, baña a toda criatura de dios, no podemos escapar de ella aunque luchemos como titanes. Siempre se nos escapará alguna frase hecha de nuestros labios, acompañada de una frígida sonrisita al estilo “cajero de Mac Donald”, para “quedar bien”. En tiempos electorales, basta con encender la TV para contemplar con estupor como existe un acuerdo secreto entre todos los candidatos para acabar con la inteligencia de los votantes. Dicha conspiración se lleva acabo con la mirada y retórica cómplice de muchos colegas que no tardarán en preguntar: “¿En qué sentido?” Para luego concluir con un glorioso: “Como cabe destacar…”. Estupidez que riñe incluso con el sentido común y que por supuesto no cabe en ninguna parte. Frase favorita de muchos que intentan sancionar y subrayar aquello que “carece de la más mínima importancia”, como dijera el filósofo Jorge Negrete, respondiendo al también filósofo Pedro Infante, cuando este, tomándolo por el brazo le espetó un “yo a usted ni siquiera lo desprecio”. Pero no entremos en profundidades. No crean que quien escribe se cuida y desprecia los lugares comunes o guarda alguna distancia, por el contrario, se embadurna, los colecciona y reflexiona sobre su modo extenso, tratando de encontrar la última naturaleza de su sustancia. Veamos la astucia con la que Flaubert se rinde también ante ellos, en la medida misma en que les ofrece benevolencia. Aquí presentamos algunos conceptos para que el atareado lector, más si se angustia ante la lidia electoral. Guía para tener en cuenta a la hora de hablar públicamente. Accidente: Siempre deplorable o molesto (como si alguna vez se pudiera considerar una desgracia algo divertido). Alcalde: Personaje ridículo. Se considera insultado cuando le llaman empleado público. Erección: No usar nunca en política y sólo cuando se levanta un monumento. Bases de la sociedad: La propiedad, la familia la religión y las autoridades. Encolerizarse si alguien las ataca. También es recomendable tener en cuenta estos consejos de Flaubert: Burlarse siempre de los libros y de la filosofía, no descalificar a priori la esclavitud. Recordar que Homero tal vez nunca existió (¿o fue Shakespeare?) y que con toda seguridad fue otro quien escribió todo eso.
jueves, 14 de agosto de 2008
Ética mafiosa (La Quinta Columna, 14/08/2008)
El horizonte de la política con “P” mayúscula, encuentra en la ética su lugar central. La ética es también una sensibilidad que demanda la revisión continua de los sujetos parlantes, sus prácticas y juegos de lenguaje que dan fruto a las interacciones discursivas que justifican la naturaleza última de los acuerdos. En este sentido Ernesto Laclau se pregunta: “¿Por qué las acciones sociales, para que sean legítimas, deben ser siempre concebidas de manera que a todas luces se presenten, en términos racionales, como solución a demandas, como realización de las aspiraciones colectivas, como finalización de un conflicto o como abolición de los particularismos en función de una nueva totalidad? Según Julia Barragán, no podemos alcanzar arreglos institucionales normativos estables, sin precisamente, asumir el acatamiento a una autoridad normativa común. Esto supone obedecer a las restricciones del comportamiento que imponen ciertas reglas racionales libremente asumidas por los distintos actores y sus intereses en pugna (lo llama paradoja de la autoridad). Cuando tales razones no existen y priva el interés personal o grupal, con arreglo a fines pragmáticos, entonces sobreviene el surgimiento de normas alternas y encubiertas que convierten a los acuerdos en meros esqueletos vaciados de órganos y carne. La Teoría de la Decisión llama la atención sobre el uso de “caminos verdes” distintos al común acuerdo cristalino, en el sentido de dar una respuesta adecuada a la pregunta: ¿Por qué la necesidad de una autoridad, unos acuerdos y una justificación ético normativa para orientar con éxito la acción? La actitud complaciente de los medios no logra enmascarar el escándalo bochornoso en el que ha concluido la “unidad de los factores democráticos” (léase oposición). Basta con contemplar su puesta en escena para percatarnos de que estamos en presencia de lo que sería el mejor ejemplo de la relativización de la exigencia ética como base de cualquier acuerdo normativo. Allí no cuentan, como diría Lipovetsky, con un “Ombusman ético-político”, que garantice y sancione, dentro de un clima de confianza, el cumplimiento del contrato social, base de los acuerdos que asegure los objetivos futuros a partir de la “fidelidad de marca y la lealtad de los clientes”, utilizando términos de mercado técnica que tanto gustan a la derecha. El protagonismo inspirado, en el mejor de los casos, en “el individualismo liberal responsable”, soslaya la necesaria confianza mutua entre grupúsculos y tendencias, lo cual convierte cualquier reunión por la “unidad” en un lugar para el calculo mezquino, y de allí en un encuentro entre taures de poker, los que además, no conformes con defraudar la confianza colectiva de un sector de la población, declaran ante los medios sin el menor rubor. Sin programa, sin proyecto y sin liderazgos claros, todo finalmente queda sometido al devenir de los caprichos, apetencias y ambiciones de unos cuantos o a la adhesión personal y tendenciosa a una u otra figura con vocación de poder. Términos como acatamiento, compromiso, disciplina, lealtad, solidaridad, intereses comunes, valores compartidos desaparecieron del diccionario político opositor. Queda de bulto entonces la Razón Instrumental que orienta la acción de este sector político (la cuota de poder). “Nada personal, negocios”, diría Al Capone desde su elegante ética mafiosa, mientras con una sonrisa y un bate en sus dos manos, machaca la cabeza de sus socios… Tranquilos la cámara apunta hacia otro lado.
jueves, 7 de agosto de 2008
EVO (La Quinta Columna, 07/08/2008)
En su clase magistral de 1981, Michel Faucault se preguntaba ¿Qué origina el estallido, cuál es el punto de partida de una rebelión. Por respuesta construía esta reflexión: “Lo que la provoca no es tanto exterior como interior. Lo exterior entra en contacto con un fermento, con una subjetividad. Lo que desata y desencadena un estallido social puede actuar, sólo a condición de que exista un sujeto que se reconozca así mismo, cuya hermenéutica comprenda, que sólo el yo, es objeto de la voluntad. Un sujeto que sea capaz de actuar sin modificarse con el tiempo o las circunstancias. Lo demás es estulticia. Sólo hay historia cuando hay sujetos sociales que la hacen posible. Y esto también responde a la pregunta: ¿Cuál es la acción de dominio del otro-porque un sujeto implica a otro que le es antagónico, constituido y actuando en el paisaje-que provoca la in-quietud de la voluntad política del yo del sujeto por sí mismo?”. El sujeto es entonces una dimensión colectiva que actúa con independencia desde una Makhe o marca que le es propia y no prestada, copiada o impuesta por el otro. Dicha marca dejará su impronta en lo que es de alcance mundial y regional; en lo nacional, lo étnico, lo cultural, lo religioso; estableciendo las condiciones apócales de la naturaleza de un momento de la clase y sus luchas. Todo ello se ha activado y hace que el epicentro de la lucha de clases, en un sentido amplio, se haya trasladado a Bolivia, así como en 2002 estuvo actuando en nuestro país. Una suerte heterogénea de confrontación entre dos mundos está en juego y este domingo entra en escena otro capítulo, tal vez el más importante desde el triunfo de Evo y la aprobación de la constituyente. Se enfrenta una vez más el odio y el desprecio racial aferrado a ciertas prácticas sociales secularizadas por la intermediación política y la interlocución mediática, contra la dignidad Aimara que nos llega desde los confines del tiempo, con su contra cultura anti globalizadora. La oposición introdujo una ley de referéndum, Evo la acogió y además decidió aplicarla de inmediato. Desde entonces, ha subido en las encuestas desde un 40, a más del 60%. Entonces la oposición-como aquí-apela a la violencia, produciendo ya unas cuantas decenas de muertos y heridos, tratando de deslegitimar unos comicios cuyos resultados parecen ya cantados. Es que se trata de un choque histórico que no admite polivalencias reconciliadoras, que no sea la solución del conflicto a favor de una nueva hegemonía que reivindique para los excluidos y postergados “el derecho a tener derechos”. Hasta ahora, la sociedad boliviana, al igual que su correlato en el resto del continente, funcionó como un campo de concentración simbólico desde donde se impuso la producción de una racionalidad y la lengua hegemónica de una parcialidad minoritaria y precaria, que se sumió, se asume y muestra como síntesis, consenso y totalidad, fundadas en el mito de la sociedad civil burguesa. Pero ahora, en este caso concreto, mezcla de discurso liberal adocenado de atraso político, y de corrientes facistoides llenas de resabios coloniales y de prejuicios seculares contra el indio. El alambrado ha caído y hoy se enfrenta la soberbia antidemocrática de la mediática, al diálogo in interrumpido de tramas espesas de gestión social, formas organizativas estas, que ya se asoman como auténticos mecanismos institucionales normativos que anuncian un nuevo Estado: El Estado comunal de la solidaridad. En fin, en el corazón de América late un estallido y un desenlace.
jueves, 31 de julio de 2008
El monstruo (La Quinta Columna, 31/07/2008)
Un cuento corto, cortísimo, comienza y termina así: "Desperté y el monstruo aún estaba allí". ¿Pero cual monstruo y qué es lo que en todo caso muestra? Como dijo el destripador, vayamos por partes y ataquemos a este monstruo: Ciudadanos metamorfoseados y reducidos a consumidores. Esto es: Organización del mundo por globalización de la homogeneización de la fragmentación, articulando y recomponiendo sus pedazos cruzados en trama, por la lógica de mercado. El ciudadano ahora sólo es una suerte de cliente cuyos deseos y gustos son producidos y luego canalizados en una urdimbre de desigualdades y diferencias indisociables a una matriz idéntica que no permite un afuera. Tengamos a mano por un momento esta imagen. Frankenstein elaborado con retazos y saldos de las múltiples y diversas ofertas de todos los productos posibles. Desde los más elementales o in imaginados hasta las ofertas lectorales. Monstruo eugenésico e insaciable que como un Rey midas, vive al interior de sus pesadillas un drama que convierte en mercancía todo lo que toca. El es en sí mismo un destino trágico, que como en el drama de Sísifo, se renueva en el mismo movimiento que supone su libertad. ¿De que lado está, donde se encuentra? Monstruo proliferante como el miedo del esquizofrénico, es ubicuo y no puede escapar de sí mismo. Reingresa desde dentro a todas partes como las penitencias de Job. Admitámoslo sin reboso. El monstruo está allí y como un Leviatán, defiende un orden y una racionalidad. ¿No hay, por ahora, forma de exorcizarlo o conjurarlo? Hobbes y Bodin intentaron sobre todo liberar su genealogía. Marx logró sujetarlo un instante para fotografiarlo, dejando un daguerrotipo borroso como guía y de esta manera, por un tiempo, se llevó el premio gordo con aquello de la lucha de clases, asunto este que todavía asusta, ruboriza y apremia las tardes tranquilas de la derecha ilustrada. Más tarde, Weber, Tocqueville y muchos otros asistieron a rondas de reconocimiento de la bestia. Pero después de todo, poco se logra con impugnar y satanizar las monstruosas leyes de la explotación. Hace tiempo la denuncia fue hecha. Shylock, mercader de Venecia, reclama carne (¿humana?) en compensación a sus préstamos. "El capitalista arranca carne humana a quien ni siquiera ha contraído deuda con él, en una relación vampírica con la fuerza de trabajo", decía ya Marx. Atrás quedaron los días felices en los que con buen tiempo, podíamos pensar la fábula al colocar al monstruo como exterioridad detrás de las murallas. Hoy la línea de monstruo unifica la lectura, en términos biopolíticos, al umbral del adentro y el afuera, lo que podríamos explicar con un curioso concepto: Reproducción. "Pasamos de un monstruo a otro, de aquel que es metafísica del capital a la ambigüedad que encarna la multitud", dirá Negri. ¿Podemos cancelar el contrato que le otorga el poder viral- todo el poder-, de reproducirse en paz?
Wen-Kung, príncipe de Teng, pidió a Confucio que le aconsejara la manera de acabar con la pesadilla en la que era devorado por un dragón. Confucio respondió: "No aspires a otra cosa que no sea despojarte de toda tu heredad y colocar en tu lugar al más humilde de tus súbditos. Disfrútalo desde lo más profundo de tu paz interior. No cenes, cambia de cama, de amigos y de preguntas y por si acaso, mantén tu espada debajo de la cama. Si es posible, llévala en tus sueños. Medita sobre todas estas cosas". Al día siguiente fue Confucio quien preguntó. Wen-Kung respondió: "olvídelo maestro, prefiero dormir en el horror".
Wen-Kung, príncipe de Teng, pidió a Confucio que le aconsejara la manera de acabar con la pesadilla en la que era devorado por un dragón. Confucio respondió: "No aspires a otra cosa que no sea despojarte de toda tu heredad y colocar en tu lugar al más humilde de tus súbditos. Disfrútalo desde lo más profundo de tu paz interior. No cenes, cambia de cama, de amigos y de preguntas y por si acaso, mantén tu espada debajo de la cama. Si es posible, llévala en tus sueños. Medita sobre todas estas cosas". Al día siguiente fue Confucio quien preguntó. Wen-Kung respondió: "olvídelo maestro, prefiero dormir en el horror".
jueves, 24 de julio de 2008
El Maestro (La Quinta Columna, 24/07/2008)
"Fortalecer en las masas la conciencia sobre la necesidad de la resistencia organizada y orientarlas para que preparen todo en función de este objetivo: derrotar las ilusiones electoralistas; levantar las banderas del socialismo como alternativa… conquistar victorias en los combates populares, aprender de la propia experiencia, acumular fuerzas, educar a las masas en el curso de una profunda lucha en el terreno de la teoría; jamás caer en el oportunismo reformista rebajando el contenido concreto de nuestro programa a un consignismo vacío; dirimir las diferencias con altura y con buenos métodos democráticos y de camaradería, enfrentando las zancadillas y las pugnas burocráticas por conquistar espacios producto de la maniobra y no de una legítima relación con el pueblo. Sólo así construiremos un verdadero partido revolucionario". Así habló Jorge Rodríguez aquel 19 de Noviembre de 1973, en la asamblea fundacional de la Liga Socialista. Lejos estaba el maestro, como era conocido por sus más allegados, de saber que su última clase sería magistral y todo un legado. Para los que crecimos políticamente bajo su influencia, no es fácil hablar o escribir de Jorge sin un nudo en la garganta. Mi generación comprendió de Jorge, el amor al estudio y a la teoría sin dogmatismos. Así mismo, aprendimos el disfrute y el goce de la belleza, pero por sobre todo a llevar la vida como un épica, instalados en el "conatus", transitando los escollos de sus meandros con humildad y alegría; leales a los principios. Los humanos ritualizamos la memoria para salvar los recuerdos. Creamos de esta forma, señas que orientan los rumbos y sus devenires futuros. Intentando todo este recorrido rivalizando con la muerte. Jorge es una suerte de tatuaje en el espíritu, una marca que estimula el talante del accionar cotidiano. Es un icono que siempre nos enseña a vivir la vida con honestidad y valor como mística, asumiendo la acción de manera decidida, no importando si las circunstancias son no menos riesgosas. Una vida desparramada en distintas líneas de fuga como existencia potente llena de alegría, fervor desprendido y abnegación camaraderil sin límites; siempre solidarios y pendientes, en permanente rebelión, del porvenir. Así lo mostró David Nieves: "En medio del oportunismo y el aventurerismo que ha venido cubriendo de oprobio al movimiento revolucionario, Jorge representa la fibra indestructible. Porque el militante revolucionario no puede ser frío y calculador, debe ser pasión creadora. Debemos esforzarnos por descubrir a los fariseos y débiles de conciencia y de espíritu, oportunistas que se encubren en expresiones sonoras, que podrían llevar al movimiento todo a un abismo sin esperanza ni salida. Por eso decimos que hay que ser como Jorge Rodríguez". El crujir de sus huesos producto de la tortura arrancó una vida que apenas alcanzaba los 34 años. Julio Escalona lo resumió de este modo: "Ser como Jorge Rodríguez significa encarar la valentía, la dignidad, la vergüenza, la lealtad, la nobleza, la tenacidad y la perseverancia en cada acto de la vida y entregarla con desprendimiento y confianza en el porvenir. Significa no transigir y ser superior al enemigo aún cuando se es prisionero… y sólo son libres nuestro corazón y nuestra conciencia… Sabiendo que la bandera que recibimos en ese secular relevo de generaciones revolucionarias que han venido luchando por la libertad, la entregamos limpia; roja bandera del comunismo…" Jorge, en nosotros sigue encendida tu antorcha ¡Donde estés, salud camarada!
jueves, 17 de julio de 2008
Humano (La Quinta Columna, 17/07/2008)
No es un don natural, es más bien la síntesis de la obra histórica de ese curioso sujeto singular que somos. Lo humano es, a decir de Cervantes, el arte de un artificio de lo que vamos siendo. Cierta habilidad mediadora ante la palabra o el gesto irracional que desencadenará el desastre. Hoy bandera de un derecho sobre el que se basa alguna fe y algo de entusiasmo en torno al convivir y el porvenir; es la línea de fuga que hace brecha entre el rectilíneo Aquiles frente al sinuoso Ulises. En términos de Rousseau o Schopenhauer, con-pasión intraficable y despiadada que se hace amistad y se opone a la caridad y a la piedad burguesa. Savater dirá: “Una familiaridad que permite romper todo individualismo, más allá de cualquier superstición”. En el Diccionario Filosófico, Voltaire habla de “Sensus Communis”. Para que nadie se asuste, puede ser traducido como consenso o sentido común, suerte de sensibilidad compartida. Lo común en lo diferente. Respeto a lo común como principio que garantiza mi propio reconocimiento en el otro y desde el otro, a mi mismo por parte de los demás, porque yo soy tan extranjero para el otro como él lo es para mi (enseñanza transversal que deberían revisar algunos líderes europeos actuales). La tragedia del otro, ya lo apuntaba Sócrates, sólo es grata en el teatro. La desgracia ajena es miserable y siempre digna de vergüenza. El humanismo así pensado escapa a toda metafísica. Es la convicción de que decidimos, porque somos inventores y garantes desde la voluntad, de nuestra propia existencia, no por obligación sino por convicción. Sobre ello se basa la libertad moral de la ética materialista. Modernidad e Ilustración confundieron en la opacidad del idealismo racionalista burgués cualquier refundación del humanismo y surgieron posturas posmodernas, relativistas o moralistas del corte de las de La Rochefoucauld y Pascal, o los antihumanismos también herederos de estas tradiciones (no entraremos en la polémica Sartre y Hiedegger). Adorno y Horkheimer provocaban de este modo: “Ya que no podemos ser libres, vivamos como si lo fuéramos”. Yo creo que es posible una voluntad política otra. Asediar las marcas dejadas por San Francisco de Asís, quien siempre convocaba a elevar la potencia de existir viéndose en la alegría de los otros (beatitud). El tenía razones para nunca abatirse pues sabía que jamás estaría sólo. Podemos cabalgar esa línea sin descanso. Hay que instalarse en las fracturas, los pliegues y accidentes de la dominación y saber producir también esas rupturas. La revolución es en primer lugar un asunto de cuerpos individuales y colectivos que se tocan y se transforman y es allí donde se forja la esperanza. Maquiavelo hablaba de cultivar, pero también de hacerse de la virtud y la fortuna para conjurar la violencia del mal. El humanismo materialista podría ser una máquina transformadora de los tiempos que corren. Victor Hugo en su novela Quatreving- Treize, lo expresa mejor cuando habla de reciprocidad y respeto mutuo, en este diálogo sin desperdicios entre dos revolucionarios:
-Nada de abstracción. La República es dos y dos, y dos y dos son cuatro. Cuando hayamos dado a cada cual lo que le corresponde…
-Entonces, os quedará dar a cada uno lo que no le corresponde…
-¿Qué entiendes tú por eso…?
-La inmensa concesión reciproca y común que cada uno debe a todos los demás, aunque no le corresponda pero que todos merecen, porque todos deben a cada uno aunque no lo hayan ganado; esto sería el fin del egoísmo y el fundamento de una nueva vida social.
-Nada de abstracción. La República es dos y dos, y dos y dos son cuatro. Cuando hayamos dado a cada cual lo que le corresponde…
-Entonces, os quedará dar a cada uno lo que no le corresponde…
-¿Qué entiendes tú por eso…?
-La inmensa concesión reciproca y común que cada uno debe a todos los demás, aunque no le corresponda pero que todos merecen, porque todos deben a cada uno aunque no lo hayan ganado; esto sería el fin del egoísmo y el fundamento de una nueva vida social.
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