jueves, 25 de junio de 2009

La Propiedad (La Quinta Columna, 25/06/2009)

Contemplé en la tele a un puñado de gente humilde, corriendo un guión en el que confunden bienes individuales con propiedad. Sería una humorada del publicista político si su finalidad no fuera trágica: Poner a los que no tienen nada a defender a los que lo tienen todo, es decir, a luchar por su esclavitud como si se tratara de su libertad, en voz de Spinoza. En la cuña, la propiedad es reducida a un: “yo creo que”, O sea, un problema de opinión. Así, la propiedad será aquello que dicte el sentido común mayoritario, mediático claro. Lo mismo que suponer que la tierra era plana cuando la mayoría pensaba tal cosa. De manera que la propiedad privada (sobre los medios de producción, que es la única propiedad privada que existe, si al concepto marxista vamos) es una virtud social que debe ser defendida por todos como un asunto de interés general, pues es idéntica mi propiedad sobre un cepillo de dientes que IBM o Coca-Cola; y un arbusto ornamental en mi balcón es una propiedad igual a un latifundio de 84 mil hectáreas. En la cuña son defendidos por igual los estudios, el amor de mamá, el carrito regulado y el dinero del salario, así como la empresa privada que expolia el tiempo existencial de la sustancia humana. Deleuze decía que la burguesía se burlaba de los conceptos, haciéndolos tan amplios que carecen de significado, tal cual han hecho con la democracia y la libertad. “Una máquina de esta clase, puede, como el amor, cumplir la función de no definir nada y en esa misma medida, acomodarse al deseo de cada quien, para que el objeto real se torne metafísico. Una suerte de deber ser que puede juzgarse por sus usos. En lo que respecta al deseo, la propiedad es una buena nueva que iguala a los ciudadanos; sujetos que mostrarán sus marcas individuales como logros de la especie humana. Cada uno en su medida enarbolará un electrodoméstico como bandera: Una señora aparecerá en escena mostrando orgullosa sus harapos y mendrugos al lado y en perfecta armonía con el burgués, sus banquetes y lujos. ¡Sálvese el que tiene, que es el que puede! Gritará cada uno con un guiño de complicidad. Un concepto así no puede más que perder su objeto y en este sentido siempre será, aquello que deseo. Pero en la paradoja de su positividad y ausencia de toda dualidad, muestra los flecos de su inconsistencia”. La naturaleza de una sociedad, sus medios y fines, se concreta a partir de su relación con la propiedad. Ese objeto parcial, diría Kleim, que se define como totalidad del deseo y fin en sí mismo; que aspira a su autonomía como subjetividad biopolítica, es decir, que actúa desde las fibras nerviosas del cuerpo vivo. Esta es la aspiración de los paladines del consumo, que entienden a la ciudadanía como prótesis del mercado. De este modo queda abolida la temible lucha de clases, reducida a la teoría de la piñata. Competencia (siempre desleal pero encubierta) entre individuos por hacerse de mucha propiedad. La prosperidad o crecimiento de la propiedad, sería el fin en sí mismo de la existencia humana. Tener dos centímetros más de tierra sobre mi vecino su epifanía. Este no concepto, este despropósito del pensamiento, esta aberración, es, créalo o no, el paradigma fundante de la ideología burguesa y desde allí, se desprenden en cascada otros conceptos como los de familia, estado, sociedad, educación, etc. Última imagen de la cuña. Un trabajador a punto de abordar una penosa camionetita de pasajeros. Dice: “La propiedad es todo aquello que logramos con nuestro esfuerzo”. Lo imagino jadeante y feliz, al hacerse a codazos, merecedor de un asfixiado espacio, luego de un estrujarte esfuerzo personal. Será arrojado en otra de sus propiedades: “Su puesto de trabajo”, tan suyo como la voz de mando que algún día ordenará su despido.

jueves, 18 de junio de 2009

La Crítica (La Quinta Columna, 18/06/2009)

El pensamiento de Mao Tse-Tung, es una mezcla de ortodoxia marxista, con religiosidad y orientalismo milenarista. Con todo, Mao abrió el debate crítico y autocrítico en una China cruzada por el atraso y asolada por la guerra; práctica que luego fue abandonada por la burocracia y sus purgas permanentes. No está de más revisar las precondiciones que establece para que la crítica sea certera y logre el objetivo. La crítica, al igual que la información, debe ser oportuna y veraz. Es decir, debe tener conciencia del tiempo político, del lugar y de las condiciones para su ejercicio, mientras es lo menos subjetiva posible. “Cabeza fría y corazón caliente”, recomendaba. Habla de métodos correctos de trabajo y dirección, y sobre el tono que debe tener la crítica para que sea comprendida y aceptada. Un modo petulante de parte de militantes presuntuosos, decía, es fácilmente mal interpretado y rechazado por las masas y por aquellos a quien va dirigida la crítica. “Quien no sabe sobre el terreno, no tiene derecho a hablar. La pose intelectual es tan perniciosa como el rechazo automático a la crítica. Se trata de un arma de doble filo que debe ser utilizada con destreza y honestidad, pues bien puede acabar con la enfermedad o con el enfermo dejando viva la enfermedad. Mal utilizada se convierte propaganda para el rumor y el corrillo, el atraso político, la desmoralización, la desconfianza y el desprestigio. Bien utilizada es un faro que orienta el camino sobre la marcha. Debemos deshacernos del mal estilo, el tono consejero y condescendiente y conservar el bueno, que consiste en crear las condiciones adecuadas para que, como dijera Lenin, sople el viento fresco de las discusiones francas, sin el chantaje de no criticar porque las condiciones no están dadas. Hay una máxima popular china que reza: Acepta toda crítica como una advertencia. Corrige los errores si los has cometido y guárdate de ellos si no has faltado. La crítica y la autocrítica es el reflejo de la lucha ideológica entre lo viejo y lo nuevo. Si no hubiera contradicciones en el partido ni luchas ideológicas por resolver, la vida del partido tocaría a su fin. Por eso hay que tratar de hacer del partido un espacio y un ambiente propicio, para que se abran diez mil flores y que el último de los campesinos se sienta cómodo y sea capaz de hablar con el intelectual en las mejores condiciones democráticas y de igualdad, sin que nadie saque provecho de su posición, rango o formación intelectual, para que reine un diálogo frontal pero sin descalificaciones y todo el mundo diga lo que tiene que decir, esto es, atacar la enfermedad para salvar al paciente” (Congreso de 1945). “Estamos en la lucha ideológica activa, pues ella es el arma que garantiza la unidad interna del partido en beneficio de nuestro combate. Todos los comunistas y revolucionarios deben empuñar esta arma. Pero el liberalismo rechaza la lucha ideológica y propugna una paz sin principios, dando origen a un estilo decadente y filisteo, que conduce a la degeneración política de ciertas entidades y miembros del partido, que apelan a la presión, la mentira y el chantaje” (Contra el Liberalismo, 1957). Otro error que critica Mao, es el subjetivismo. “Pretender que lo que yo critico es cierto sin dar chance al otro de defenderse y argumentar. Mirar el árbol sin contemplar el bosque, o dar una ojeada al bosque y asumir inmediatamente la actitud del experto que pontifica, es subjetivismo. Si nos dejamos llevar por las apariencias y fustigamos a los camaradas por lo que escuchamos, seremos imprudentes y pasaremos por alto las cuestiones importantes enfocándonos en las mezquinas, concentrándonos en defectos de poca monta. Si la crítica toma este camino, nos volveremos tímidos y cautelosos por miedo a ser criticados”.

jueves, 11 de junio de 2009

Los Visitadores (La Quinta Columna, 11/06/09)

Unos señores que sin duda saben leer y escribir; y que además opinan como cualquier cantante de moda que nos visite, fueron encargados por la empresa privada. Entonces sobrevino el acontecimiento, lo que muchos temíamos en silencio que ocurriera: Nada. Sus sesudas conferencias serán publicadas y quién sabe si traducidas a varios idiomas para que entonces pase lo mismo. A los que quedaron maravillados por el efecto de superficie de tan ruidosa visita, quisiera recordarles algunas citas citables que pueden ser utilizadas para la próxima contertulia, ante la presencia infalible e inefable de algún Vargas Llosa. Jorge Luis Borges, recomendaba prudente modestia a la hora de dar una opinión, pues sería bochornoso que alguien fuera recordado más por el desatino, que por la obra que le llevó la vida, refería. “Dicen que soy un gran escritor, agradezco tan curiosa opinión, pero no la comparto. Mañana, algunos lúcidos la refutarán fácilmente y me tildarán de impostor o chapucero, tal vez de ambas a la vez. Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullece las que he leído y nunca lo dicho. Estoy seguro que si he de pasar a la historia será como firmador de libros. He firmado tantos que si se consigue un ejemplar mío no autografiado ha de valer una fortuna. Así mismo, creo que quien recuerde alguna frase mía de otro tema que no sea la literatura, lo hará por deshonrar mi memoria pues yo no hago otra cosa que opinar desde un tono intelectual, infeliz e inactual. Hay escritores que opinan sobre cualquier cosa. Lo hacen pensando ingenuamente que llamarán la atención. Es una forma desesperada de recordar sus libros, que por supuesto ya nadie lee. Corren el riesgo de ser interpretados como críticos, es decir, como aquellos que leen y nunca aprendieron a escribir”, apuntaba. En este sentido, Santiago Ramón y Cajal se refería a los escritores pretenciosos: “Cuando veáis a un escritor que se mete en todo y con todo el mundo, es porque aspira a que todo el mundo se meta con él. Es un gesto de ingenua vanidad. Lo que pasa generalmente en esos casos, es que no son tomados en serio ni por aquellos que se dicen sus cortesanos. Los que les aplauden en público, llenándoles las copas en sainetes montados para el divertimento de los poderosos; los mismos que les muestran con satisfacción a modo del ventrílocuo a su muñeco, poniendo en sus bocas juicios que ellos mismos serían incapaces de defender. Estos autores les ponen la tarea difícil a sus biógrafos. Tendrán que hacer malabarismos para salvar la obra, al tiempo de justificar sus infelices opiniones”. El Poeta Valery decía que los escritores asistían a la política cuando temían ser olvidados y entonces se hacían de más opiniones que de imaginación, a esta fase la llamó decadencia. “Todo escritor debe saber que sus libros le temen, lo tienen a él como a sus principal enemigo. Cualquier opinión a la ligera, puede acabar con años de dedicación. Los libros tienen los mismos enemigos que los hombres: El fuego, la humedad, los animales, el tiempo y principalmente el contenido que el autor le resta a su propia obra cada vez que desdice de ella”. Graucho Marx, ese filósofo del cine o viceversa, lo tomó de este modo: “Hay muchos libros que no he podido leer, casi siempre por el ruido que los escritores hacen a su alrededor. Saqué del anaquel a un escritor muy en boga por sus opiniones y de momento caí al suelo redondo de la risa. El individuo aspiraba a ser tomado en serio, por el hecho de haber escrito algún libro sensato. Desde ese día le tengo tanto afecto que es posible que hasta intente leerlo; estoy seguro que este señor es un vampiro que de noche engulle a quienes no lo aplauden”.

jueves, 4 de junio de 2009

El Cambio (La Quinta Columna, 04/06/2009)

Allí donde desaparece un mundo parecen otros y otros nuevos mundos donde caben muchos mundos. Diversidad, autonomía, libertad, horizontalidad, son criterios que se hacen cotidianos en la misma medida en que se profundiza la crisis del capitalismo globalizado, así como del anquilosado concepto de democracia representativa sobre el que se apoyó para mandar. La tarea de cambiar un mundo que no ha dejado de cambiar, pasa por preguntarse por el rumbo y la naturaleza de ese cambio. En ese sentido, la respuesta y la reformulación de la pregunta la aportan miles de organizaciones sociales dispersas a todo lo ancho de este mundo; expresión de un sujeto plástico, dúctil, flexible y plural, cuya ubicuidad y característica depende de la dimensión contextual y de multiplicidad de variables en cada momento. La unidad en la diversidad y la negociación de la diferencia, son la base de la conexión y la sintonía de los movimientos sociales y de los partidos alternativos. Esta alteridad, allí donde ésta se da, es la expresión de clase de aquellos que luchan contra todas las formas de coacción, explotación y dominación ideológica. Este sujeto plural y múltiple que tiene en común su enfrentamiento al capital y a sus lógicas y que hemos llamado para resumir: Multitud, no es una y tampoco varias clases, es más bien un momento de clase, es decir, es el instante acontecimiento de aquello que se constituye de manera efímera, meta estable o permanente y que actúa como clase, por diverso que ello sea, por ejemplo, la presencia de la gente en la calle en abril de 2002 derrotando al fascismo golpista, o la irrupción popular de febrero de 1989. No es un pueblo en sí mismo aunque lo conforma y constituye; porque su proyecto y su lucha trascienden el marco de lo nacional, asumiendo políticas situacionales que a veces pueden parecer incluso contradictorias con lo nacional. Naomi Klein, lo caracteriza de esta manera: “Las formas de resistencia global debe estar basada en la experiencia local de cada situación. No tiene sentido que nuestras luchas sean iguales en todos lado, empacadas y producidas en serie según un manual, como un enlatado, por eso hay que pensar global y actuar local, incluso cuando se trata de los más íntimos intersticios de la vida cotidiana”. Esto significa que tenemos que reconocer las condiciones y manifestaciones concretas, la forma de expresión del modo extenso del capitalismo y la forma como este afecta la vida concreta de la Tierra y de las personas. De manera que no hay luchas pequeñas y objetivos superiores. Estos van apareciendo se yuxtaponen o complementan también según cada circunstancia. De modo que el programa se va haciendo en la medida en que las condiciones concretas hacen la táctica y esta a su vez va transformando tanto a lo concreto como a la estrategia. Así, la estrategia de poder consiste en entender que el poder se construye en lo concreto. Estas ideas suponen tener siempre presente a la gente como lo más concreto. Es decir, que su devenir, su corporeidad, siempre estarán en juego, por lo que nunca serán utilizadas como objeto, como masas, sino que serán siempre sujetos, siempre actores. Esto significa también, servirse de las luchas y no servirle a una lucha. Así, nadie se inscribe desde afuera en una lucha. Se es parte en la medida en que se participa. De modo que la organización es aquello en donde se lucha cada vez que prefiguramos la vida en nuevos mundos, para que el mundo de la vida sea nuevo. Preguntar y debatir caminando sin perder la iniciativa haciendo de la duda parte de la respuesta creativa, es la topografía del camino recorrido de aquellos que van alumbrando mudos nuevos, en el momento en el que la crisis global del capitalismo parece confirmar la profecía de Marx: “…cuando todo lo sólido se desvanece en el aire”.