jueves, 18 de diciembre de 2008

Tiempos, nombres y rostros (La Quinta Columna, 18/12/2009)

Lo político, a decir de Gramsci, es el momento que logra concretar la potencia de existir y de actuar en la realización práctica de la ideología. Esto ocurre en permanente acoso, en una combinatoria de maniobras entre guerra de posiciones y guerra de movimiento, en distintos estratos y velocidades, desde variadas líneas de inmersión y de visibilidad. En marchas y contra marchas se va construyendo un bloque social histórico. La construcción de una nueva hegemonía no es necesariamente un ejercicio puramente conciente de la voluntad, es también fruto de azares y, con Maquiavelo, de virtud, fortuna y astucia. Un proyecto revolucionario es la materialización de las condiciones de posibilidad de un discurso que se hace carne y cuerpo del deseo cotidiano en la vida común, campo de experiencias que hace metamorfosis con el cuerpo biopolítico que arropa un tiempo. El lugar de condensación jurídico-político de las contradicciones de un tiempo y la expresión de una hegemonía implica marcas y registros que pueden ir variando o que se establecen en un signo, en un icono o en cualquier otro plano referencial. Así surgen los sujetos conceptuales, nombres propios que impactan y cambian de manera sustantiva las relaciones de fuerza y de poder entre las clases. Discursos que cambian para siempre el mapa, la arquitectura y la iconografía de una sociedad dada. Lo que está cambiando necesita de un rostro inteligible. Así, Malcon X, Ché, Gandi, Fidel, Mandela y por otro lado figuras como Hitler o Busch, son la textura y la rostricidad sintética de muchos rostros, cuerpo sin órganos, plano de consistencia de distintos y contradictorios estratos en pugna desde encontradas líneas de fuerza y de fuga de historias y tiempos políticos múltiples, hechos carne huesos y nombre. Son la combinatoria que indica cuando estamos en presencia de acontecimientos revolucionarios y cuando no. Algunos rostros los podemos calificar como singularidad de la multiplicidad de un pueblo, o su contrario. Muchas veces, durante un cambio social los procesos se precipitan, salta la legalidad y por un momento se pulverizan instituciones que quedan sustituidas por un rostro y un nombre que es la expresión de la fuerza de La Multitud. Nombre que cubre el arco de tiempo de una esperanza, un sueño, unas demandas sociales; en fin, la materialización transfigurada del deseo en deseo político, pues es un tiempo-cuerpo que puede ser nombrado desde su condición cualitativa. Nuestro tiempo constituyente se caracteriza por la emergencia de un sujeto, que podemos marcar haciendo un corte arbitrario, desde el estallido de febrero del 89, hasta los días que corren, pasando por todas las turbulencias que nos ha tocado vivir; lleno de momentos instituyentes para la emergencia de ese nuevo sujeto hegemónico, como ocurrió con el 4-F. Momento de irrupción de un nuevo significante político que puso rostro humano a todo el arco del proceso, materializando desde allí el imaginario que dio nombre al sujeto conceptual que recoge el momento político. Los tiempos que corren, nos guste o no, tienen un nombre común y por eso mismo, todo el mundo, para bien o para mal, tiene que referirse a él, en tanto que significante lleno, dicho en términos de Laclau. No asumirlo es alejarse de manera metafísica de la sensibilidad cualitativa de la subjetividad política dominante. Ese nombre, ya lo he dicho, es Chávez. Esa nomenclatura contiene la clave secreta que orienta los rumbos de este tiempo. Su suerte, su devenir, juega la suerte de todo aquello que llamamos proceso. De allí la importancia de su continuidad, representada hoy en la enmienda.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Enmienda (La Quinta Columna, 11/12/2009)

¿Por qué los oposicionistas afirman que no debe haber continuidad en la posible reelección de la figura presidencial y que de esto ocurrir sería autoritarismo? Confieso de manera auto crítica que le he dado la vuelta a sus argumentos y no encuentro razones de fondo. Si te puedes postular de manera indefinida y continua, deberías tener también un derecho correlativo al derecho anterior, que no quede limitado por el hecho de resultar elegido dos veces. Pareciera de este modo, que se castiga la popularidad. Además, si el pueblo tiene el derecho a revocar el mandato a mitad de periodo de manera continúa, es decir siempre que quiera ejercer ese derecho, por qué no puede ser reelecto un presidente si el pueblo así lo quiere. Porque entonces le estaríamos negando un derecho en términos de igualdad, a aquel ciudadano que es Presidente dos veces, a favor de quienes no lo han sido y pueden seguir postulándose al infinito y vulnerando el principio de equidad y reciprocidad. Pero hoy, el que ya fue Presidente, no puede presentarse aunque lo haya hecho bien, aunque el pueblo quiera que continúe. Pareciera que en la cabeza de algunos, de manera interesada, continuidad fuera igual a despotismo, igual a autoritarismo. La Democracia debe ser un ejercicio continuo y permanente del Poder Constituyente del pueblo, y este no puede ser regulado por una cortapisa legal que niegue su potencia, por medio de un instrumento que diga: "legalmente la soberanía la puedes ejercer por dos periodos y no por tercera vez. Para un tercer, cuarto o quinto periodo tu soberanía se ve limitada y tienes que escoger a otras opciones, aunque no quieras". El pueblo soberanamente es el dueño del poder y debe PODER elegir a quien le dé la gana cuantas veces quiera y revocarlo en el momento que le parezca conveniente. ¿Dónde dice que la fuente de todo poder, puede ser limitada por una Ley que paradójicamente no pueda ser modificada por aquel sujeto que es fuente de todo poder? ¿Qué ley puede negar el ejercicio de ese poder que constituye la legitimidad de todas las instituciones y el fundamento de todas las leyes? ¿Qué blasfemia niega el ejercicio del Poder Constituyente, de la Soberanía, acotándolo y limitándolo? Sectores que se dicen revolucionarios, afirman que están de acuerdo con la reelección presidencial, pero debe ser equivalente a Alcaldes y Gobernadores. Argumentan que lo que es bueno para el pavo debe ser bueno para la pava. No estamos hablando de pavos y de pavas, son distintas formas de gobierno, distintas formas de ejercicio de la legalidad. Cuando se trata de ámbito nacional, podemos hablar de Soberanía Nacional, porque ésta no se fragmenta, porque es la suma de elementos diferenciales que no son uno más uno más uno, sino que son sumas cualitativas no puramente cuantitativas. Multitud de singularidades que consiguen su paralelaje o identidad política, consagrada en un sistema jurídico que los une que se llama Espacio Nacional. La Soberanía se ejerce en bloque en un tiempo, en un espacio de territorio; la soberanía no puede ser fragmentada en distintos estados locales; porque sino mañana se hace un referendo en el estado tal y en el estado cual y por circunstancia deciden separarse de Venezuela, y como confundimos las cosas, creemos que se trata del ejercicio del derecho soberano y se separan. Mi pedacito de soberanía en Petare me lo llevo, mi pedacito de soberanía en el Zulia me lo llevo, como que la soberanía pudiera ser separada de su propia naturaleza. Así, perdería su Poder Constituyente del Estado Nacional. Por eso no hay que confundirse, una cosa es la legitimidad y otra la soberanía.

jueves, 4 de diciembre de 2008

El Tigre y la crisis (La Quinta Columna 04/12/2008)

En una película de Buñuel, El Ángel Exterminador, un grupo de gentiles burgueses se reúne en una mansión para celebrar el éxito de un concierto. Pero he aquí que luego de reunidos, ninguno puede abandonar el grupo. Pasan los días, hasta que alguien descubre que no hay nada que impida que partan del lugar. La sensación que todo esto deja en los espectadores, es casi siempre la misma: Una morbosa perplejidad ante la evidencia que demuestra que en efecto, nada impide que podemos producir distintas líneas de fuga que nos aparten de lo cotidiano como única posibilidad. Así, en este orden de delimitación y encierro transcurren los días de una crisis financiera que anuncia ir por más. Alrededor de esto dirá el filosofo Agamben, que “uno de los rasgos peculiares de una crisis es que su desenlace puede ser paradojalmente comparado con una novela de Kafka. Lugar en el que a menudo el desenlace ocurre como un precipitado giro que invierte completamente el significado”. En este sentido recomienda entonces, tener siempre presente esta frase extraída del enigmático texto, Cuaderno en Octavo, en el momento de leer y nominar la crisis: “El mesías vendrá sólo cuando no sea necesario, cuando podamos vivir en el desencanto de su no necesidad; no llegará sino el día después de su llegada, vendrá, no el último día sino el ultimísimo”. De este modo podemos familiarizarnos con la naturaleza de la crisis viviéndola, no como un estado de excepción, sino como una característica consustancial de la estructura del tejido espeso del modo de ser en el capitalismo. Rudyad Kipling escribe en El Libro de La Selva, Sobre un tigre muy tigre, es decir, feroz y sanguinario; todo un truhán. Un sujeto vil y ordinario que se disputa con una serpiente el cuerpo frágil e inocente de Mougli. Sher Kan es el nombre de ese tigre concepto, que da sentido de horror y miedo a la profundidad selvática de la trama. Es la fascinación por el horror a la muerte el mismo que encarna el tigre. Más sin embargo él no es más que cualquier tigre, un sujeto improbable. Con el agravante de que en este caso se trata de un tigre de papel que sólo existe en el nivel del deseo, lugar en donde se realiza todo significado. Esta es la metáfora con la que gustan describir hoy la cualidad de la crisis financiera de los papeles de deuda o de las transacciones en La Bolsa. Nada más que saltos desesperados de un tigre de papel herido que sangra y trasparece su carácter ficcional, tigre marxista que muere repitiendo la frase del genio, “la crisis es el momento en el que todo se desvanece en el aire”. El instante en el que Alicia se coloca frente al espejo y se da cuenta que detrás de él no hay nada; como ocurre ahora con el valor facial del dinero. Valor especulativo, punto ciego en el que colapsan todos los valores diluidos en la fórmula D-D-D, reproduciéndose al infinito sin ningún otro referente material que no sea el narcisismo de sí mismo. Por allá en los 80, Baudrillard anunciaba esta crisis diciendo que estamos en presencia de una transeconomía de la especulación, en donde no hay más ley del valor que la del mercado de rumores e información, en un mundo de reglas cambiantes de manera arbitraria, desarrollándose hasta el punto de la parodia de sí misma. “La especulación es forma pura y vacía que crece de manera monstruosa de modo circular, engulléndolo todo a un ritmo delirante. Es el paroxiton, cuyo equivalente literal en griego es: El penúltimo, así pues, el paroxismo sería el momento previo al final. Es decir, no el fin mismo, sino el momento justamente anterior, cuando ya no hay nada que decir. Un momento que se puede prolongar por un tiempo infinito, si no construimos una utopía y nos quedamos en la indiferencia, como asustados por el tigre de Kipling”.