jueves, 30 de octubre de 2008

El sujeto Chávez (La Quinta Columna 30/10/2008)

Un nuevo léxico extraído del diccionario de las luchas recientes, luego del muro de Berlín, ha ido cobrando espacio, haciendo obsoleto el andamiaje conceptual de las formulaciones teóricas de La Modernidad. Es el restallido aquí y allá de nuevas formas de hacer política. Categorías como biopolítica, biopoder, multitud, potencia, disciplinario, control, república mediática, hegemonía, subjetividad, deseo, cuerpo sin órganos, plano de consistencia, estrato y muchos otros que llenarían páginas enteras, no resultan nada extraños a las nuevas fuerzas sociales posteriores a Seattle. El horizonte político de las pasiones de las fuerzas sociales del porvenir, poco tienen que ver con los cristales de observación del discurso liberal burgués o con el marxismo dogmático y adocenado. La configuración de las retóricas relacionales y de reconocimiento de actores y sujetos sociales de nuevo tipo, son tales, que representan una autentica barda lacaniana, suerte de frontera epistemológica incontestable e insalvable, que pasa a ser el reto más interesante de la política en los tiempos que corren. Asistimos a la transición de la sociedad del despotismo de fábrica del régimen del capital, que se expresaba como orden disciplinar, a favor de la era de las nuevas tecnologías mediáticas. Esto implica dúctiles formas de control del tiempo, el espacio y el cuerpo, de manera que desde el margen y la resistencia se abren paso nuevas subjetividades políticas. Esto es, otras formas de lucha y por supuesto, una lectura otra, que contiene el dispositivo perverso de una manera también distinta de señalar las cosas para nombrarlas. Estos procesos se entroncan con las ancestrales y tradicionales luchas campesinas e indígenas de America Latina, engendrando la mezcla y el carácter de la naturaleza de la actual forma de expresión de la lucha de clases (sustancia del antagonismo histórico fundante de la lógica de sentido del capital); para dar como fruto un nuevo espesor de las contradicciones que hoy enfrenta el mundo. La crisis financiera acelera el proceso y como cuando se disipa una niebla, irá apareciendo, ante los ojos atónitos de aquellos que no quieren ver y que se consuelan con viejos bálsamos discursivos, el modo extenso de las nuevas presencias democráticas de la multitud, nombre político que para resumir, adopta el proletariado que se hace inteligencia general que pugna por una nueva hegemonía. Por eso, lo nuevo y lo viejo no dialogan hace rato, lo que pasa es que no tienen nada de que hablar. Por eso es que a algunos les resulta antipático el modo, el performance y el estilo del sujeto Chávez, nombre ahora colectivo de una multiplicidad política que reinventa formas de decir y de actuar, alejadas de los protocolos discursivos de las formaciones cortesanas de los salones señoriales, donde se practican los rituales legitimadores de la burguesía. Lugar donde se debate en feroz pugna lo nuevo y lo viejo. La revolución se juega su suerte dependiendo de las frases, nomenclaturas y nombres que se hagan cotidianos. El curso de la historia por venir está en un adentro que es Chávez, un devenir político. El perro que sigue su rastro, el chavismo, es el nuevo lugar de la política, allí está situada la multitud y allí se mueven distintas formas del deseo (esperanzas, frustraciones, alegrías, tristezas, lealtades, traiciones); depende de lo que Chávez es y vaya siendo, del cuerpo y la carne que haga estrato en la piel común, lo que diga en adelante en algún significante vacío, como por ejemplo: democracia, partido, socialismo.

jueves, 2 de octubre de 2008

La opinión pública (La Quinta Columna, 02/10/2008)

Para Jaques Attali, la opinión pública, es en el sentido más amplio, un sistema axiomático que sustenta la idea de una voluntad política colectiva surgida de la tradición burguesa de sociedad civil. Suerte de meta relato que hace la regla de la mayoría colectiva, que se establece como una tabla de sus prioridades y aptitudes, a partir del arco de aceptación de un grupo de ideas que se disputan el consenso. Esto significa la reducción metafísica de la complejidad social al plano unidimensional del número. La abolición de la calidad y consistencia argumentativa de una idea a la fuerza pero a la vez, a la precariedad de la magnitud estadística. Una contradicción flagrante en relación a la naturaleza del discurso liberal, pues supone la abolición del individuo y sus intereses. El significante Mayoría, se obtiene de sumar uno más uno, al infinito; un número que se actualiza de manera perpetua dada su condición de inestabilidad, ya que cada opinión no es más que un estado de ánimo, un clima cambiante en tiempo presente, que requiere de una permanente ritualización de sus fuentes de legitimidad. El éxito de esta operación implica unos argumentos racionales, unos actores y por sobre todo un libreto y una puesta en escena. Es así como surge la mitología de una sociedad idéntica a sí misma, es decir, una sociedad sin mayores contradicciones fundantes, pues ellas se resuelven en el terreno de la formación de la opinión. De este modo surge la operación que consagra la idea según la cual sólo son legítimos los juicios públicamente expresados y de algún modo compartidos. Hasta aquí el discurso liberal burgués acompaña la kantiana teoría del juicio. Desde aquí, los medios pasan a ocupar por sustitución, el espacio público como lugar privilegiado para la formación de la opinión. Este solapamiento genera un estado de simulacro por apropiación, logra la ficción de los medios como síntesis de las opiniones colectivas. Esta torsión, este giro, es un movimiento de inversión de sentido desde donde actúan los medios. Lo hacen imponiendo ciertos temas de la agenda informativa y haciéndolos pasar como relevantes. A partir de aquí, su propia opinión es presentada como opinión general, por lo cual el carácter público de su difusión es de suyo la garantía de que representa a la visión de la colectividad sobre un tema. Luego, ocurre la cartelización de los contenidos informativos y con ello, la uniformización de la verdad social alrededor de una versión de la vida en sociedad que es presentada como verdadera. El espacio público queda reducido a espacio mediático; a unos bloques temáticos de “actualidad”, es decir, aquello de lo que merece la pena hablar y a un conjunto de opinadores de oficio que calificarán la pertinencia y legitimidad de la idea que se debe tener en torno a ciertos temas. Esto no es más que la puesta en escena de la dominación ideológica por parte de una hegemonía. Veamos por ejemplo, el caso del maletín, tan manoseado en estos días por los medios de la oposición, en contraversión a lo que sí es una gran noticia: El desplome de los mercados financieros norteamericanos, la quiebra de operadoras económicas hasta hace poco incontrovertibles y lo que es más importante; la crisis que todo esto produce al interior del discurso neoliberal. Sobre este asunto, poco, o nada. Tratar de tapar un gran colapso con la sombra de un maletín no hace más que develar el carácter ficcional de una maquinaria comunicacional que ve hundirse el más importante de sus relatos sin poder remediarlo.