jueves, 17 de diciembre de 2009

La Cumbre (La Quinta Columna, 17/10/09)

En su bestiario, Borges habla de un ave improbable, que tejía sus nidos de forma invertida, por lo que el huevo rodaba y se partía, haciendo imposible su continuidad. Por lo que de él, sólo queda el nido. ¿Metáfora de nosotros mismos? Que toda forma de vida sobre la tierra, está en peligro de extinción, se ha dicho tanto últimamente, que ya raya en el lugar común. Poco importa a las mayorías del planeta, para las que vivir, es sobrevivir hoy, sin referencia de futuro. Tal vez estemos esperando, una suerte de héroe mágico, que con un ademán de último movimiento, salve al globo, como ocurre en las películas, en las que el chico bueno desactiva la bomba, a solo un puñado de agónicos segundos. Para colmo de males, los gringos han puesto de moda un motón de filmes apocalípticos, que terminan de frivolizarnos la velada. La última, un bodrio llamado 2012. Una cinta en la que sólo se salvan los ricos y los políticos del primer mundo, en la misma medida en que se cumple la profecía maya, que pareciera estamos ayudando frenéticamente a materializar. ¿De desaparecer la vida, esto sería acaso una catástrofe? Marx creía, con Spinoza, que si. En su optimismo, veía la vida humana como la síntesis; expresión del universo auto interpretándose. En ese sentido, Spinoza pensaba que lo humano era forma de expresión del modo extenso de la sustancia eterna de dios, pensándose a sí mismo. Pero los científicos de la teoría Gaya no creen esto. Aseguran que la tierra es un ser vivo e inteligente, que se auto regula, y que se encuentra hoy ante una disyuntiva: O permite que los seres humanos acabemos con ella y con toda existencia sobre la tierra, o dispone de la especie que amenaza a su permanencia y a las demás formas de vida. Para esta corriente, hemos llegado al punto de no retorno. En los próximos 50 años, la temperatura del planeta habrá subido unos 4 ó 6 grados, lo que significa el comienzo del final. Estaríamos apenas en los umbrales. Versiones similares son, compartidas por sabios como Capra, Maturana, Morín o Varela. La cosmogonía de pueblos tan distantes y diversos como los Navajos y mapuches, ya lo advertían: La Pacha Mama está enferma. Creencia que Occidente sigue rechazando y subestimando por considerarlas atrasadas y anti progresistas. Se preguntaba Galeano, si tendrían la misma responsabilidad por la hecatombe que llegó para quedarse, los habitantes de los basureros de Mumbay, que los magnates de la industria química mundial. Ya va siendo hora de compartir las cargas de manera proporcional al daño, antes que ocurra la predicción de Alan Poe: “El mesías vendrá cundo ya no sea necesario porque será demasiado tarde”. Hace unos años, un periodista preguntó al premio Nobel de física, Richard Feyhman, si creía en la existencia de vida inteligente en el universo, su repuesta fue un rotundo: “No”. Para él, nosotros somos prueba de ello. Este científico desarrolló una polémica tesis, conocida como “teoría entropía débil”, según la cual, luego de largos procesos matemáticos, queda demostrado que somos la única especie inteligente en todo el universo, lo que ya fue desmentido por su afirmación anterior. En este mismo contra sentido, Einstein respondió a la pregunta sobre vida extraterrestre, de este modo: “Somos nosotros mismos que volvemos del futuro a tratar de salvar la tierra. Vea usted, que despropósito y pérdida de tiempo en el tiempo, pues como se ve, no lo logramos, por lo que no hay futuro, razón por la que no alcanzamos a venir. ¿Es una lastima, no cree? Hubiese sido muy lindo aprovechar la maravillosa oportunidad de ser parte viviente de la historia de este universo y no lo que seguramente ocurrirá; criaturas esperando su extinción. No se ría. Creo firmemente, por absurda, en esta paradoja, así como un niño se desencanta de la navidad”.

jueves, 10 de diciembre de 2009

La Banca (La Quinta Columna 10/12/09)

¿Quién es más ladrón, el que roba un banco o el que funda un banco? Se pregunta Facundo Cabral. Ante la coyuntura creo que esta pregunta requiere una respuesta. La relación mercantil, en su forma dineraria, une formalmente disímiles objetos. Aquí, la inscripción comercial y monetaria permanece sobre codificada por los caracteres de inscripción del modo de la producción, que no conoce ni reconoce al trabajo abstracto. Como dice Marx, esta es una relación simple y antigua, pero sólo aparece como tal, en el capitalismo moderno. Antes, la forma comercial monetaria no disponía de un cuerpo propio. Todo consistía en un comerciante que compraba barato y vendía caro. Pero con la relación capitalista, el capital mercantil-financiero, secuestra esta actividad en la deuda y el crédito. En una palabra, la nueva formación social empieza cuando el capital cesa de ser sólo material de intercambio para volverse filiativo, cuando el dinero engendra dinero, o valor en forma de plusvalía, “valor progresivo”, dinero siempre brotando y creciendo, multiplicándose al infinito sobre sí mismo, bajo la formula: D-D-D. “El dinero así concebido, se presenta como sustancia de sí misma, para la cual, mercancía y moneda son sólo una forma”. Marx sigue: “Del mismo modo que dios distingue en su persona al padre del hijo y ambos forman solo uno. Así como diez libras, por el interés, se convierten en veinte y de allí en capital”. En esas condiciones el capital es lógica de todo el socius que se apropia de las fuerzas productivas. Ya no estamos en el dominio del cuantum, sino en el de la relación diferencial de la conjunción, que define las relaciones dominantes de un campo social: El del capitalismo, que confiere a la abstracción un valor efectivamente concreto. La abstracción ya no es una simple referencia a una cantidad variable entre términos independientes. Es independiente por si misma estableciendo los modos de la relación social. La banca produce la dualidad entre la formación de medios de pago y la multiplicación abstracta del dinero, a través de la creación de deuda por la vía del crédito y la financiación; la gestión de la moneda y la financiación de la acumulación; la moneda de cambio y la moneda de crédito. El dinero se metamorfosea en relación pura, dentro de la forma bancaria. Ésta actúa como bisagra entre endeudamiento, pago y plusvalía del dinero que se multiplica sobre sí mismo, lo que muestra que la moneda va más allá de la circulación simple y del dinero como medio de pago. A la inversa, el crédito bancario opera a la desmaterialización y desmonetización de la moneda, a favor de la circulación de órdenes de pago que sustituyen al dinero corriente. Aparece un nuevo circuito en el que el capital toma de sí mismo y se autofagia, en la medida en que ya no sólo es instrumento de cambio, sino sustancia de una relación de poder sobre la sociedad toda. La deuda infinita que engendra este modo, es el sentido interior de la lógica capitalista a la que nada escapa. En el capitalismo, el Estado deber regular y controlar los devenires de la moneda de crédito, sea por la vía de la centralización y la garantía del crédito, creando la dependencia de un referencial en depósitos como el oro; o indirectamente regulando las tasas y unificando los mercados de capital, etc. Pero esto nunca será suficiente, siempre se le irá de las manos, pues la banca es relación usurera y simulacro: Dualidad de las dos formas del dinero. La práctica bancaria no hace más que actuar como mecanismo de reproducción ampliada del capital. No hay un desconocimiento por parte del estado capitalista de la forma de circulación del dinero bancario, por el contrario, la legalidad burguesa expresa su complicidad con el campo de inmanencia capitalista y su movimiento objetivo, en el que “todo se desvanece en el aire”, subordinándose al signo bancario, es decir, a su principio de convertibilidad abstracto concreta.