jueves, 27 de marzo de 2008

Síndrome de Munchausen (La Quinta Columna 27/03/2008)

Entre las profundidades de la noche, se abre paso una figura grácil, femenina. Con un movimiento maquinal toma una almohada y la coloca suavemente sobre el rostro dormido de su hijo, poco a poco va aumentando la presión, ahogando el llanto desesperado del indefenso niño en la asfixia mecánica que le produce. Ella vive entre dos tinieblas y allí quiere llevar a su criatura. Esta vez llegaron los paramédicos, y no pudo colocarlo en la oscuridad de la muerte. Pero tarde o temprano lo logrará, pues la escena se repetirá mil veces.
Con cámaras ocultas se ha podido dar con la responsabilidad criminal de madres como Julyt Gregory o Tania Withrite, quienes, en los Estados Unidos, han sido acusadas de asesinar a sus hijos. Entramos en la retorcida y tenebrosa morada de una de las más perversas formas de narcisismo. Se trata del llamado Síndrome de Munchausen por Poder. Suerte de desbarajuste emocional que afecta a un puñado de desafortunadas madres que llegan al extremo de pregeniar distintas formas de tortura sobre sus propios hijos, todo esto para contar con la recompensa de llamar la atención y conseguir un poco de afecto dentro de una situación en la que sienten que controlan el poder.
Para el filósofo francés, Gilles Deleuze, todas las así llamadas perversiones o desviaciones psicológicas tienen siempre un carácter político que puede observarse desde el rango de las prácticas individuales, hasta el abanico de los comportamientos colectivos. Así, el devenir maniaco del hedonismo narcisista, es propio también del fascismo, particularmente vampírico y venenoso en su vedetismo. Despliegue que complementa la compulsión neurótica y obsesiva por el orden, de ciertos reducidos segmentos de las capas medias.
De manera que siguiendo esta invitación deleuzeana, a leer políticamente el psicoanálisis y viceversa, podemos aproximarnos a una explicación tentativa al comportamiento de los medios en relación con los mimos que apresta a su último engendro, parido desde las mismísimas entrañas de los laboratorios mediáticos y amamantados con esmero por cámaras y micrófonos. Pero, ¡Dios sea loado por sus paradojas! Lo mismo que ha servido para darles vida política a los jóvenes de la derecha universitaria, es aquello que los va asfixiando poco a poco.
En días recientes contemple con estupor a uno de estos muchachos-mezcla de rostro de Lusinchi joven, creído, seguro de sí mismo, con pose de experto en todo-pontificando sobre la eliminación de la prueba de aptitud académica para que los pobres puedan entrar en las universidades. Entonces, lo que salio por esa boquita no fue más que un balbuceo, un mandibuleo chicloso lleno de: “o sea y todo”, prejuicios clasistas, lugares comunes y todo tipo de incoherencias. El producto de la soberbia cuando se mezcla con la ignorancia.
Entre las profundidades del día, se abre paso una figura grácil, femenina de una periodista. Con un movimiento maquinal toma una un micrófono y una cámara en forma de almohada y la coloca suavemente sobre el rostro desdibujado de un dirigente estudiantil de derecha ¡Cuidado Goicoechea! Escóndete, mira que por allí anda un canal de TV opositor-tu madre, o padre, ¿Qué más da?- dispuesto a asesinarte políticamente. Tarde o temprano lo logrará, pues la escena se repite mil veces.

martes, 11 de marzo de 2008

La profundidad de la piel (La Quinta Columna 11/03/2008)

Para el filósofo francés Michel Foucault, la política podía explicarse con esta frase del poeta Valery: “Lo más profundo es la piel”. Una idea hermosa que descubre las profundidades del arte de las superficies. Paradoja que conocen los arqueólogos. Deben escarbar para descubrir qué nos deparan las nuevas capas de superficie para que lo oculto salga a la luz. El arte de la política debe permitirnos reconocer en los tiempos que corren, los eventos que nos guiñan los ojos y nos permiten descubrir las mascaras susceptibles de desnudarse para mostrar su verdad, para tomar las cosas allí donde nacen, hender las palabras y así colocarnos en la “emergencia” que permite sumergirse en el instante-acontecimiento de la verdad política.
Con esta referencia en mente, topamos con los actos y concentraciones de la oposición en relación con las candidaturas electorales para las elecciones regionales. Encontramos que todas compiten por ser cada una más escasa que la otra, en cuanto a ideas y también a concurrencia. Pura escenografía y maquinaria ¿A dónde fue la presencia tumultuosa de opositores anti reforma? Al menos por ahora no se sienten convocados. Nadie se anima ante las apetencias político partidista y los liderazgos que se ofertan. Cada vez que sale al ruedo uno de ellos se escucha el bostezo general. A los seguidores de la oposición los entusiasman banderas “más elevadas”, luchas antipartido, presuntas “grandes causas” puestas de moda y promovidas de forma unánime por sus medios. Todo lo demás es inactual, no hay cable a tierra, porque en el fondo es más cómodo movilizarse en torno a consignas generales antipoder, que ante una sospechosa propuesta de poder. Los opositores no quieren a Chávez, pero se ven en el espejo de Carmona con todo su derroche de miseria humana y entonces movilizan su conciencia infeliz ante cualquier candidato. Desconfían de todo aquel que desde sus filas tenga alguna pretensión, pues en última instancia es percibido como un oportunista que se recuesta del movimiento general para lograr su objetivo particular.
De allí la simpatía que despiertan los jóvenes de derecha de las universidades privadas en este sector (siempre se trata de un régimen de opinión, una mirada rápida sobre la cosa antes que desaparezca). Son vistos como idealistas y bien intencionados, sin ninguna aspiración personal. En lo que aspiren a algo perderán su capital político y desvanecerán su carisma como el humo. Pero la ambición es ciega y andan haciendo caminatas con candidatos, en mítines sin esperanza y hasta lanzados a cargos. Vaya paradoja para la oposición: Los líderes con los que cuentan son de dudoza reputación y no gustan para puesto alguno y los emergentes, deben mantenerse impolutos o de lo contrario pierden el beneficio de la magia carismática que les depara este instante de virginidad.
Ocurre que la oposición es una masa de individuos, no una multitud colectiva y en ese sentido, secretamente, en la dimensión del individuo, ninguno de sus miembros perdona que otro desee lo mismo que él. Es la guerra por El Anillo. Tendrían que flanquear este dispositivo (el que Foucault describiera como el mundo de los sujetos infames, es decir, el de aquellos atrapados en la oscuridad de sus vidas interiores, sin fama, sin flama) y generar una línea de fuga que los lleve al poder. Pero esta es otra historia, dirían en Las Mil y Una Noches. Los indios navajos solían clavar un cuchillo en la tierra y colocar el oído en la empuñadura para escuchar por este auricular. Recomendamos a los sesudos analistas de los medios recorrer estos caminos a ver si salen del resbaloso laberinto en el que se encuentran. Solo así se puede cartografiar el presente para hundirse en las profundidades de tales superficies.