miércoles, 15 de noviembre de 2006

CRÌTICA DE LA RAZÓN MEDIÁTICA
AGRADECIMIENTOS

AGRADECIMIENTOS

Muchos investigadores cuentan con un grupo de apoyo que recoge el material para la mezcla. Un instituto de investigaciones u otra institución que le acompaña. Yo he corrido con la suerte de contar con el instinto solidario de un puñado de camaradas, empeñados en el debate; en hacer posible y suyo el esfuerzo de cada cual. Nada como las apuestas por las ideas, nada como la amistad para levantar la plaza desde donde fundarse. Doy todo mi afecto y reconocimiento a ellos, sin los cuales la vida transcurriría de una manera insípida. De alguna manera también son responsables de que este libro viera la luz, pues sin ellos, carecería de sus más críticos lectores.
Al amigo entrañable, mi tutor, Rigoberto Lanz. Me ha enseñado el camino sin atajos que lleva a intentar el pensamiento. A Daisy D´Amario, por su dedicada y desinteresada entrega, por la seriedad y el rigor de su trabajo, por todo lo que significa su modesta y siempre humilde sabiduría.
A Magaldy Téllez, por su tesón, agudeza y desprendido afecto. Sin ella no hubiese sido posible algo del tono de este libro, pues puso todo su empeño para ello. Me regaló la torrencial pasión de su felina inteligencia, logró transmutarse con algunas astucias, en cada línea y entregó muchas de sus horas y de su conocimiento, para ayudarme a darle forma final al texto, particularmente en lo referido a la elaboración del aparato conceptual, "la caja de herramientas" expuesta en el glosario.
A mi hermano y camarada de siempre, Yahvé Álvarez, quien me acompañó todos los días de escritura de este libro y lo hizo suyo, siempre con fe en mí, con una irrenunciable capacidad de paciencia, siempre dado para ayudar sin pedir nada, un hermano que no conoce límites.
Héctor Sánchez, Néstor López y Robert Galbán por aportar la inteligente pericia de sus divertidas madrugadas. Su juicio crítico y su precisión a la hora de construir cada idea, con cada taza de café negro, o la frase que llenó de humo, trozos de pizza y carcajadas el debate, es un tesoro que no puedo transferir, son ya, parte de los recuerdos que nos deja la aventura de escribir.
A María Eugenia, por su aporte, por su presencia, por la paciencia de su espera desde la dulce ironía de su sonrisa. Si, a todos ellos, siempre divertidos, amables y solidarios, porque comprendieron la soledad del gesto mismo de escribir un texto y se sumergieron con entusiasmo conmigo en los meandros profundos de la amistad verdadera que podemos sin ningún tropiezo llamar amor.
Pero sobre todo, a la multitud de camaradas con los que compartimos la intemperie, el devenir, la apuesta de los sueños, el afán por traducir en teoría la experiencia, las prácticas y la memoria, a los que luchan por fundar la emancipación humana desde una subjetividad ético-política hecha-en-común.
A los camaradas que desde su propio cuerpo, construyen el cuerpo común del poder constituyente. Puede ocurrir que el devenir acabe materializando su despliegue social en un rostro-proceso. Aquello que Deleuze llamó personaje conceptual y al que todos y todas nombramos -tal vez por la cómoda cotidianidad de repetirlo- Chávez, para decir en voz alta, lo que los signos asoman al referirnos a nuestros propios sueños, esperanzas emancipatorias y pasiones.

CRÌTICA DE LA RAZÓN MEDIÁTICA
PRO-LOGOS

En un libro, como en todas las cosas, hay líneas de articulación o de segmentaridad,
estratos, territorialidades; pero también líneas de fuga,
movimientos de desterritorialización y de desestratificación [...]
Un libro es una tal composición y como tal inatribuible.
Es una multiplicidad [...] Nunca se preguntará lo que quiere decir un libro,
significado o significante, no se tratará de comprender nada en un libro,
sólo se preguntará con qué funciona, con qué conexiones hace o no pasar intensidades [...]
La mayoría de los libros que citamos son libros que amamos
(a veces por razones secretas o perversas).
Poco importa que unos sean muy conocidos, otros poco conocidos y otros olvidados.
Sólo quisiéramos citar con amor. No pretendemos reconstruir una memoria,
sino más bien proceder por olvido y sustracción, hacer así un rizoma,
hacer máquinas sobre todo desmontables, formar medios que dejen sobrevivir bien esto,
bien aquello: cuadernos desmenuzables en las sopas [...]
Cuando se le pregunta a Michel Foucault qué es un libro, responde: una caja de herramientas.

G. Deleuze y F. Guattari.

PRO(LOGOS)

COMUNICACIÓN: EL CLÍMAX DE LA ERA POSMODERNA
Rigoberto Lanz

Desde hace ya mucho tiempo las investigaciones más prometedoras en el campo socio-cultural se han planteado de diversas maneras esta doble tensión que gobierna al pensamiento crítico en esta época: hacerse cargo de la tremenda complejidad de fenómenos inéditos para la experiencia de transformación de la sociedad y cargar al mismo tiempo con la pesada responsabilidad de reformular buena parte de una herencia intelectual que se convirtió en obstáculo para comprender el mundo de hoy.
Este conflicto intelectual y humano es vivido en todo el mundo de maneras muy variadas. Los trayectos individuales hablan de esta tensión al compás de las biografías que tienen finalmente algo de intransferibles y otro tanto de fondo común en el que compartimos los avatares del “pensar juntos”.
Es este itinerario justamente el que perfila mejor la densificación de las propuestas que desde algún tiempo viene haciendo el amigo Juan Barreto en el campo de una reproblematización de las teorías de la comunicación, y más aún, en el cambio radical de la mirada que intenta dar cuenta de la emergencia de nuevas prácticas en la reconstitución de lo social mismo.
No es para nada casual que hace ya un par de décadas, cuando todavía Juan Barreto ejercía la experimentación intelectual de su Tesis de licenciatura, la cuestión central que gobernaba la agenda de aquellos días era justamente el debate en torno a una epistemología de la comunicación (ese trabajo de grado derivó en un libro que ilustra bien las preguntas que revoloteaban en aquellos espíritus febriles de los años ochentas).
Luego vendría una intensa travesía por los programas doctorales que fue alimentada por una circunstancia definitivamente crucial: la creación del CENTRO DE INVESTIGACIONES POST-DOCTORALES (CIPOST) por allá en 1989 en el que Juan Barreto estuvo muy involucrado hasta nuestros días.
Es evidente que esa enorme ebullición intelectual que ha significado la impronta del CIPOST marca de un modo emblemático, no sólo la agenda de un nutrido grupo de intelectuales de Venezuela y América Latina, sino la “caja de herramientas” que distingue de manara muy neta las formas de investigar, los estilos intelectuales, las tribus de pertenencia, los contenidos teóricos en disputa, el talante humano que apuesta por una implacable crítica de todo status quo.
Cada quien transita esta valiosa experiencia intelectual de manera personalísima, es decir, con las cadencias y modulaciones que son propias de las maneras como las personas se aventuran en el mundo de la producción teórica. En este caso particular es evidente la honda huella que ha ido dejando en la trayectoria intelectual de Juan Barreto el estilo de debate teórico que caracteriza a la gente del CIPOST: voluntad crítica que no se negocia, rigor epistemológico intransigente, empeño por democratizar el quehacer intelectual a través de las más variadas modalidades de diálogo.
Son muchos años los que hemos compartido de Seminario en Seminario librando “peleas” intelectuales en todos los rincones de Venezuela (habría que recordar que el CIPOST en ciertas épocas realizaba un promedio de treinta y cinco Seminarios nacionales y al menos dos Seminarios Internacionales. Sea como parte de la organización, como Ponente o como animador de los debates, el amigo Juan Barreto fue siempre uno de los más consecuentes participantes de estos fecundos encuentros donde se aprende a discutir, a conocer a los demás, a descubrir nuevos problemas).
Esa febril actividad ha bañado el temperamento teórico de muchos jóvenes investigadores que se han formado en la cultura del debate, en la lidia de los posicionamientos de las diferentes tribus, de las delimitaciones teóricas y políticas de los grandes problemas que atraviesan las agendas que hemos ido construyendo en común.
El pretexto de animar un proyecto de investigación o realizar un programa doctoral es el conector que permite disparar estos rumbos diversos de la experiencia intelectual de cada compañero. Ninguna es igual a la otra. Los nombres propios hacen la diferencia; las peguntas que atormentan a cada colega delinean las rutas y los tiempos que van perfilando el espesor teórico de los desempeños de cada quien.
El terreno de lo comunicacional ofrece numerosas ventajas para el despliegue de prácticas teóricas de nuevo tipo y por ello mismo abre distintas sendas para las búsquedas intelectuales que empiezan por cuestionar la herencia teórica que ha marcado tan fuertemente las maneras de mirar un asunto tan impregnante como el de los “medios” (una primera versión de la tesis doctoral de Juan Barreto se convirtió en su libro: Los medios de los medios. Allí quedaba reflejado claramente el filo crítico de una posición intelectual que intenta demarcarse del peso abrumador de las tradiciones positivistas que anulan la capacidad de comprensión de estos nuevos tiempos, y distanciarse también del dogmatismo de un marxismo empobrecedor que malograba a su turno el chance de entender lo que estaba ocurriendo con el fenómeno de la massmediática).
Una segunda versión más elaborada y mutante fue presentada y aprobada con honores como tesis doctoral y lo que tenemos ahora entre manos es un estadio de maduración intelectual en el que se expresa, mucho más visiblemente, el itinerario –escapado ya de compromisos puramente académicos– de esas incesantes búsquedas que ponen en tensión las usuales convenciones sobre las teorías sociales y los procesos socio-políticos de los que intentan dar cuenta esos modelos teóricos. Se trata ahora de un salto, para ahondar en la investigación de los procesos comunicacionales de cara a la complejidad misma de la cultura que los porta y prestando la mayor atención al lugar epistemológico desde donde se están pensando estos problemas: “la comunicación-información como nuevo dispositivo articulador del sentido de realidad que hace posible los nuevos ajustes y metabolismos de la lógica del capital”, dice el autor.
En este sentido el pensamiento se juega hoy en el terreno movedizo de la incertidumbre, la hibridez de temporalidades, mezcla de ritmos históricos, como tempo, y toda suerte de efectos de empatía más allá de la noción de contrato social, fuertemente articulada a una visión estética. Todo esto vinculado a un nuevo tipo de relacionamiento, un estar juntos, imbricado con los equipamientos tecnológicos y la expansión impresionante de los tejidos comunicacionales.
Procesos tales que hacen posible el vaciamiento massmediático del espacio público y reducen las relaciones de identidad política al juego de la competencia publicitaria fuera del marco de comportamiento de los contenidos normativos de la sociedad moderna.
La posmópolis o comunidad virtual, puede ser la metáfora urbano-espacial de la mutación de lo político hacia una tecno-cultura, lo cual supone de suyo, una transición epocal, lo cual supone también nuevos dispositivos discursivos y otro equipamiento intersubjetivo. Lo cual define profundamente los criterios de realidad y redefine en profundidad las lógicas relacionales y comunitarias vinculadas a lo comunicacional.
Es justamente, el aventurarse en este territorio, lo que ha ocurrido con la definitiva tesis doctoral que ha adquirido la forma de este libro. Lo que está en juego -en medio de una amplísima diversidad de conexiones teóricas con discusiones de ayer y de hoy- es la intensa reflexión sobre la significación actual del fenómeno de la posmodernidad al interior de las prácticas y discursos que hacen a una nueva visión de los procesos comunicacionales.
En particular, una atenta investigación teórica sobre los complejísimos -y vitales- nexos entre comunicación y política (ambos polos de este binomio en pleno proceso de transfiguración por los devastadores efectos de la crisis de la Modernidad y el advenimiento de las nuevas realidades que son inherentes a lo posmoderno como cultura, como transición epocal).
Justamente la dimensión política de la vida intelectual de Juan Barreto constituye una poderosa fuente de inspiración para el trabajo de recreación teórica que estamos comentando y fuente también de numerosas tensiones y conflictos que se han vuelto consustanciales a los modos de pensar los agudos problemas de las sociedades latinoamericanas. Ha de suponerse lo que han significado todos estos años de creciente involucramiento en la vida pública al tiempo que se agudizan los efectos de la crisis de paradigmas y el desmantelamiento de los viejos modelos ideológicos. Pensar a la intemperie y tener que lidiar intensamente con la construcción de opciones políticas en contextos como los que se han conocido en la Venezuela de la última década es una experiencia excepcional que plantea desafíos humanos e intelectuales demasiado exigentes.
Desde luego, nadie “elige” por caprichos temperamentales estos cursos históricos de la vida. Las cosas han ocurrido así y en ese torbellino el amigo Juan Barreto ha toreado a su manera los retos de una militancia política protagónica con el tempo de la creación intelectual (que no van siempre juntas ni pueden superponerse burocráticamente). De esa amalgama humana, discursiva y teórica está impregnado todo el texto que ahora comentamos.
El balance de esta singular concurrencia de factores es altamente positivo, no sólo porque introduce un importante elemento de corrección al academicismo incontaminado de las tradicionales Tesis Doctorales, sino porque a la vez irrumpe con fuerza frente al modelo reinante en la élite política desde hace décadas que consiste en una letal combinación de ignorancia enciclopédica y arrogancia pantallera.
A contrapelo de este estado de cosas el amigo Juan Barreto emblematiza otro perfil de operador político, es decir, la exigente articulación de un desempeño comprometido hasta las últimas consecuencias con una férrea voluntad de aquilatamiento intelectual (que se expresa no sólo en las modalidades académicas de formación doctoral sino también en un estilo personal de trabajo reflexivo en el que la indagación está siempre presente en medio del tropel de una vida cotidiana tan endemoniadamente saturada de compromisos radicalmente militantes).
Para un centro de investigaciones como el CIPOST es una fortuna contar con la singular participación de colegas como Juan Barreto. Para quienes hemos estado cerca -por carambolas de la vida- de este particular trayecto de evolución intelectual resulta muy gratificador poder celebrar el advenimiento de este libro. Celebración ésta que es en el fondo un homenaje a la amistad de tantas maneras cultivada en este transitar por la experiencia de lo sueños, de las travesuras, de las entregas sin recompensas a la vista.
Por lo que hay que decir también, que la Tesis doctoral de Juan Barreto, fue aprobada y calificada por unanimidad, por un jurado legítimamente constituido por cinco doctores electos por el Consejo de Facultad de FACES-UCV y refrendado por el Consejo Universitario de esta misma Universidad, logrando la máxima calificación de 20 puntos, el reconocimiento de EXCELENTE, “por aportar elementos novedosos a las ciencias sociales y por su amplitud y rigurosidad”, además de recibir una recomendación para el Comité Académico de postgrado, para que le fuera conferida una Mención Honorífica y su publicación, por sus aportes al conocimiento. Cosa rara en esta casa de estudios, al menos a nivel doctoral en mucho tiempo, por lo cual, el CIPOST ha decidido sacar a la luz su contenido en forma de libro.
Lo que nunca queda de forma acabada es el caprichoso sentido que las pasiones le imprimen a la vida y que a veces se expresa en libros, como grandes estallidos del lenguaje.
Lo dicho, dicho está. Para qué agregarle otros indumentos a las palabras y conceptos que se pondrán a prueba en las inteligencias de cada lector. Lo que nunca está definitivamente dicho, es el caprichoso curso de los afectos y de las querencias. Los recuerdos, lo vivido y el porvenir. Por ello aprovecho esta ocasión para celebrar lo que de todo queda, lo que en verdad vale la pena: la amistad, dejarse afectar por el otro.
LOS NUEVOS MUNDOS SIMBÓLICOS
Nelson Guzmán

La investigación que nos ofrece Juan Barreto en su libro Crítica de la razón mediática, hunde su escalpelo en las redes vivenciales en las cuales se confecciona la cultura moderna. El autor siente que todo se ha conmovido, no existe ayer. El mundo ha sido tomado por la profundidad de la velocidad.
Nuevos mundos simbólicos van engarzando y separando a la vez a las generaciones. La riqueza consiste en que estamos en el estar y el no ser. La noción de fijeza ha desaparecido. La máquina ha invadido al hombre, pero a la vez le ha proporcionado un poder inusitado, y sobre todo una disposición: la creación.
La mediática en un solo instante puede hacer aparecer y darle forma a discursividades que, en las viejas disertaciones, tardaban años en conformarse. El mundo dispone de una nueva tecnología que ha concedido fuerza a lo demoníaco, criaturas de la imaginación y de los sueños están allí rastreando laderas y vericuetos inusitados de lo imaginario y las seguimos a todas las partes a donde debamos ir.
El cine, y la televisión han hecho posible la ficción. El mundo telemático nos ha convocado, somos demonios y ángeles a la misma vez y en esos cartabones de la acción debemos decidir constantemente. Nunca como hoy ha existido una civilización en donde lo inconsciente esté allí frente a nuestras propias narices, jamás el hombre había tenido la garantía de ser su propio redentor.
El libro de Barreto deslindándose desde un acercamiento-paradoja del discurso-de La Escuela de Frankfurt nos sumerge en el cuadro de la subjetividad del hoy. El clima cultural del presente nos acerca con gran velocidad al otro, sus noticias, sus acciones de vida no nos son ajenas, el mundo satelital, las redes de información han creado otra memoria. Claustro de lo eficaz, de lo banal, dependiendo todo del uso que le demos, es allí donde se manifiesta la noción de atributo y sentido que una civilización va adquiriendo.
No estamos sólo en la mediatización de la técnica, sino en algo más profundo, la probidad de los hombres. La razón ha rebasado todas las limitaciones, ciencia y ficción han comenzado a encontrarse, pero un riesgo subsiste como siempre, el estallido de las pasiones. Esta vez como nunca una rabieta, la vileza, y el odio pueden llevar a que todo sea Physis, polvo de los polvos, camino original, disgregación, diseminación.
El problema crucial que aborda este escrito viene dado por la relación entre ética y política. En las sociedades de la modernidad tardía, los medios jugaron un papel extraordinario, prospectivamente diseñan las conductas de los hombres; éstos mueren por el mensaje, yacen en el lecho de Procusto, lo más importante son las visiones del mundo que inoculan a los hombres.
Las guerras son mediáticas, los adherentes son conquistados en sus emociones. El proyecto que se juega está atado al mundo de las sensaciones. Los medios han resemantizado el sentido de Occidente, la tábula es la mercancía, la realidad surge como una promesa, y es desde ese imaginario que cobran fuerzas las temáticas y propuestas de un tipo de sociedad.
La modernidad comprendió con rapidez que la industria cultural no era sino emoción, roce, crinejas de los olvidos. Lo simbólico, lo imaginario se le da a las sociedades y a los hombres como cura, como catarsis, sin ese vahído que son las mercancías de la industria cultural, ante la miseria, los hombres morirían sofocados, tristes, procelosos. No siendo el sentido de la legitimidad propuesta, la industria cultural trabaja con el acicate de la felicidad.
Barreto toma distancia de las interpretaciones sociológicas que estudian el mundo de los medios de comunicación como simple técnica de dominio. A su juicio lo que está en disputa son las guerras de las interpretaciones, no es al relativismo cultural a lo que se refiere, tampoco a la concepción del arte como estética pura, ni al fragor del caos. Lo que está en disputa es el cuadro de construcción de la subjetividad como discurso, como argumento, como poder y en esa simbólica los hombres ocupan lugares preferenciales.
Barreto nos presenta las disputas históricas en lo relativo a la construcción del concepto de comunicación. Se ha pretendido situar a los individuos y a las sociedades en relación a sus referencias, al grupo, a los estímulos. La comunicación planteada como logro, como técnica, como necesidad de conformar una ingeniería de lo social ha generado un discurso que apunta hacia la estabilización.
Barreto da cuenta en su trabajo del pensamiento habermasiano y de su gramática de conformación de lo social. Habermas se reclama de la modernidad, considera que ésta es un proyecto inconcluso, y en su afán de darle coherencia al Logos propone el diálogo perlocutorio.
Los argumentos deben servir para la paz, y para dar raciocinio hacia lo que amenaza con caerse. Los argumentos de Habermas se sostienen en la ideología universalista; este autor confía en la razón, trata de rehabilitarla. Sabe que el caos está en todas partes y que será necesario bridarlo. El autor se mantendrá sujeto a las grandes promesas de la modernidad.
Barreto nos muestra en la articulación de su escrito la aparición de otras circunstancias, la ordenación de una nueva arquitectura simbólica que atiende básicamente a la aparición de un mundo del entretenimiento en donde los medios actúan para homogenizar, para sintetizarnos en una dialéctica del sujeto que en el fondo no plantea otra cosa que la aparición de una filosofía de la pragmática en donde la globalización tendrá la tarea de hacernos uno, y de prepararnos un mundo de la felicidad, y a la vez de la angustia y de la separación.
Hijos de los medios y entrampados en un universo molecular, se estructura la gramática y la política como iracundia, como placer, como posibilidad y como síntesis. El paraíso ha desaparecido y ha dado paso a lo cinético, a las elucubraciones nocturnas, diurnas, impresas, y oníricas que nos señalan y nos pautan la vida. Todo va cambiando y adecuándose a aquello que Habermas llamó en sus primeros libros una filosofía del interés. Las producciones del capitalismo se han universalizado, se ha impuesto una estética de los gustos.
El gran refugio de los hombres y de las masas parecen no ser ya parte de la calle. El concreto lo invadió todo y quedan los lenguajes, las metafísicas del éter que no son sino los medios. Derrida invocando a Heidegger se quejaba de ese espíritu cernido que es la modernidad.
Los medios en ese rumbo habrían de reconducir la vida hacia la virtualidad. Hoy la cinética son los fangos, las espesuras por donde debemos transitar; existencias diseminadas al lado de la hojalata, pero no obstante son palpitar. Entre el limo, la fungosidad, y las balas de desintegración del cine de horror está el hombre transmutado.
El medio es la memoria de su memoria, es su propia indigencia del futuro, no se sabrá lo que ocurrirá, los hombre bostezan en el aliento del miedo, los medios están allí incitando las pasiones con promesas de paz insertas en mensajes de guerra.
Juan Barreto abre con este libro un universo de discusión que no se puede dar sino en el territorio de las imágenes, los ejes de conocimiento indican la recuperación de otra perspectiva desde donde dar el debate, éstas son las metáforas.
El hombre postmoderno sabe que debe emanciparse, el problema siempre ha sido el cómo, y dónde, y desde qué territorio. La modernidad demostró la confiscación que hizo el capitalismo con las conciencias contestatarias. Herbert Marcuse lo avizoró bien pronto, el ideal de confort estaba diseñado en los Estados Unidos de Norteamérica para arrebatar las banderas a los movimientos sociales y étnicos, sin embargo éste radicó como una instantaneidad, el libre mercado seguiría diseñando la espesura del mal y hundiendo al hombre en la herrumbre del siniestro.
La interrogación que se planteaba era si seguía teniendo vigencia el marxismo con su teoría de la alineación; teóricos de distintas pelambres como lo diría el finado Ludovico Silva irrumpieron, unos para condenarlo otros para vindicarlo hasta el sectarismo. Hoy encontramos un problema serio planteado para toda utopía y es el de la eficacia.
Sin un lenguaje plural las utopías son irrealizables. Está planteada la reingeniería de los lenguajes, la dignificación de los procesos y esa es la expresión y la convocatoria que nos formula Barreto desde la riqueza comunicacional de la expresión.
La comunicación debe expresarse como enunciado de lo más raigal que tiene el hombre y esto es la dignidad. No obstante nuestra autobiografía social como cultura nos ha sido lacerada hasta la saciedad, las historias de vida de los medios nos afilian definitivamente a la producción de un mundo cuyas tecnologías apuntan al mercado, y a la venta de productos por TV.
La tele se ha vuelto un gran supermercado. Una industria de imbecilidades en el país siente la amenaza de ser desplazada por lógicas argumentativas que prevean la formación y la puesta al día de un hombre que en su condición de ciudadano reclame lo que le corresponde, el derecho de ser informado con certeza. El Estado debe asumirse como ético y ejecutante responsablemente de la fundación de un mundo mejor.
Los medios producen el discurso y convocan a un mundo fractal. En Venezuela subsiste una idea de modernidad mal entendida. Los intelectuales conservadores -los de medio cachimbo, y los críticos que dejaron de serlo- se reclaman del positivismo sin darse cuenta. Se sigue invocando una modernidad más tecnológica que modernidad, más gringa que modernidad. Los medios reclaman un nuevo lenguaje, el de la experimentación con contenido y ese lenguaje somos nosotros como pueblo, inéditos pero con la necesidad de manifestarnos con nuestra epidermis.
La política ha resurgido en nuestro país como monstruosidad. Nunca se había sido tan insincero en nuestra historia. El reclamo es que se debe recomenzar y esto implica la rotura de los viejos goznes. Los barcos no pueden permanecer anclados en la distancia. Para utilizar una frase muy cara a Jacques Poulain estamos ensayando un lenguaje de la experimentación.
Los medios han invadido la subjetividad. Diseñada una política de la conquista del poder el lenguaje actúa como instrumento, como un saber, para evocar a Foucault, que produce una tecnología del yo. Desde allí la tríada: poder -saber- subjetividad, crea los tropos de la conciencia, hundidos en un mundo que cultiva la estupidez; la cual seguimos repitiendo sin el menor arrebol de vergüenza.
La cultedad ha devenido en complejo de cultismo, no de lo mejor de la cultura de los imperios, como puede ser su literatura, su arte, su cine y pare de contar, sino de lo demencial. El exceso de maquillaje en los mass medias deviene en mal gusto, proclamar la muerte del pasado reinventa un lenguaje que se sitúa más allá de los hombres, de sus emociones históricas para instalarse en lo que no puede ser, la aniquilación de la memoria.
Este libro, Crítica de la razón mediática, nos convoca a la discusión del sentido que han tomado los saberes. Atrapados por este nuevo clima cultural estamos avisados de que debemos dar la batalla por conformar una nueva utopía en sintonía con un mundo que sufre a cada instante grandes cambios y convulsiones.

TRAYECTOS CLAVES PARA PENSAR EL SOCIALISMO COMO PASIÓN
Magaldy Téllez
Hay invitaciones que resultan tranquilizadoras y confortables para los invitados y para quien invita, porque de alguna manera anticipan para ambos lo sabido, los resultados de un encuentro previsto para el sosiego que produce la seguridad de los interlocutores y de los lugares en los que se da el encuentro. Y hay invitaciones que pudiéramos llamar intranquilizantes y riesgosas para los invitados y el invitante, pues no hay manera de anticipar, de prever, de programar lo que ha de ocurrir en el transcurso de la fiesta, de modo que ante ellas y en ellas, el gesto del titubeo y del desconcierto.
Particularmente, y especialmente en el terreno del debate intelectual cruzado por el talante político, me gusta optar por este último tipo de invitaciones, aunque, sin duda, me lance a ellas no sin ciertos tartamudeos. Así que cuando mi imprevisible e incatalogable amigo Juan Barreto me extendió esta invitación no pude menos que recibirla como un don, porque sé que Juan no espera elogios tranquilizadores y reconfortantes, no puede esperarlos, porque Juan es el nombre de un cuerpo singular que se hace y rehace con un lenguaje liberado del lenguaje legitimado y legitimador del orden, y el nombre de un lenguaje hecho cuerpo liberado del cuerpo orgánico y dócil. Pero también la recibí con agrado, pues su invitación no me fue hecha como la prologuista de su libro sino como una singularidad más cuya voz entra en las múltiples voces de este libro, como se entra a una fiesta sin más propósito que la fiesta misma, por lo que ella ofrece.
Así entré en Crítica de la razón mediática, el libro de Juan Barreto encontrándome a la entrada con su epígrafe inicial: un fragmento de Gilles Deleuze, en el que dice que en un libro no se busca «comprender nada», sino preguntar «con qué funciona», «con qué conexiones hace o no pasar intensidades», porque un libro, y agregaríamos, un libro que no sea libro en el sentido canónico, no hace sistema, sino «rizoma», «máquinas desmontables», o «medios desmenuzables… que dejen sobrevivir bien esto, bien aquello». Como una cita con la que se abre un libro es remisión a lo que, de cierta manera, se puede intuir que encontraremos luego en sus trayectos, me parecía que el umbral ya era promisorio. Aunque la mala fe me hizo pensar: veremos si el experimento de Juan funciona como un rizoma, como una máquina desmontable, como una escritura nómada y paradojal cuyas líneas de sentido sean disparadas en múltiples direcciones. Con esta mala fe, aunque también, y sobre todo, suspendiendo mis supuestos saberes, me adentré en su lectura y en mi escritura, pues no se lee sabiendo lo que se lee, ni se lee si aquello que se lee no va provocando ruptura en nuestras propias escrituras.
Como no leí este libro para hacerle un prólogo, debo decir que fui adentrándome en él, saliéndome de él, perdiéndome en él, todo poco a poco a la vez. No podía hacer otra cosa, pues Crítica de la razón mediática evoca las imágenes del Minotauro y del Laberinto cuando éstas dejan de representar lo monstruoso y lo extraño, que generan rechazo, para hacer que despierten en nosotros una curiosidad asociada al reconocimiento de la complejidad del mundo, a nuestra extraña condición en él, a nuestras relaciones con los otros y con nosotros mismos, opacada por el lenguaje que da por supuesto el saber como un camino lineal conducente a la verdad original, como si el saber condujera a la salvación, al afuera del laberinto en el que, sin embargo, como el Minotauro, se vive.
Asterión, el minotauro borgiano, es quien teniendo el habla, describe su morada: «sin puertas cerradas, sin cerraduras, sin centro, en la que todas las partes están muchas veces [y] cualquier lugar es otro lugar», un lugar múltiple que se bifurca delante de sus pasos, de sus juegos y de sus deseos de ser otro Asterión. Así, desmiente la creencia de que él es un prisionero. Y, también, quien al meditar sobre su morada, dice del otro, de los que fingen que van a visitarlo y les muestra la casa, de los que entran y corren alegremente a buscarlo, del que espera como su redentor haciendo resonar estas preguntas: «¿Cómo será mi redentor? ¿Será un toro o un hombre, será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo? », cuya fuerza debilita la de Teseo: «¿Lo creerás Ariadna?... El minotauro apenas se defendió».
Asterión, en efecto, habla de la exploración de su propia morada, en la que percibe que no hay un centro ni un camino fijo y recto, que no es el prisionero de la construcción de Dédalo sino el viajero perenne que no requiere del hilo de Ariadna, sino de sus recorridos, que importan no por su inicio y su fin sino por ellos mismos como experiencia en y con el laberinto. Porque en el laberinto cada camino desemboca en otros, cada bifurcación conduce a otras y ningún punto está desligado del otro.
Así me hizo recorrer Juan Barreto su libro, de modo que, al menos por mi singular exploración en él puedo decir que sí acudió a la cita con Deleuze, inscrita como marca a la entrada de su libro, su transitoria morada. De hecho, el (la) lector(a) podría comenzar y continuar por cualquier parte o ensayo, pero cada parte o cada ensayo les hará invitaciones para ir a otros y entrar en ese vasto y plural campo de relaciones que se abren entre la massmediática, la construcción de subjetividad y la política.
Y, así, me imagino que Juan recorrió sus propios laberintos para elaborar su Crítica de la razón mediática, seducido por la inquietud acerca de cómo funciona el dispositivo información-comunicación en la trama de fuerzas, límites, posibilidades, peligros y potencias que contiene el instante espacio-temporal que habitamos, eso que llamamos el presente. Pero precisemos, una inquietud a su vez seducida por la voluntad política, lo que fue haciendo que su escritura discurriera por el entrecruzamiento entre massmediática y consumo como lógica de sentido inherente a la forma-capital hoy, y a las sociedades de control; por el papel de la mediática en la inmaterialidad del capital, basada en la precesión del consumo respecto de la producción; por el dispositivo mediático en la construcción de subjetividades, por lo que ocurre con la massmediatización de la política -su ausencia-, por las territorializaciones, desterritorializaciones y reterritorializaciones que hoy tienen lugar en la máquina de máquinas que es la biopolítica y la modalidad de las relaciones de poder que le son propias; por la refundación de la política, el cuerpo de la política -no el cuerpo biopolítico- la multitud, la potencia-poder constituyente y la reinvención del pueblo, entre otras cuestiones. O, mejor dicho, entre otros trayectos.
No es casual que Juan haya surcado estos recorridos apelando a diversas herramientas donadas por pensadores como G. Deleuze y F. Guattari, M. Foucault, J. Derrida, U. Eco, T. Negri, G. Balandier, J. Baudrillard, G. Vattimo, P. Bourdieu, R. Debray, E. Laclau, M. Maffesoli, P. Virilio, I. Mészáros, S. Mezzadra, A. Piscitelli, J. Ramoneda, J. Rancière, y P. Virno, entre otros. Tampoco, que en tales trayectos hayan surgido los espectros de Spinoza, Nietzsche y Marx. Nada más y nada menos que los pensadores malditos cuyos cuerpos de palabras siguen dando qué pensar y qué decir para hacer vibrar-trastornar nuestros cuerpos.
Digamos, entonces, que la búsqueda de Juan Barreto en este libro es, en un mismo, movimiento teórica y política, tal vez aceptando la invitación deleuziana: pensar es crear, crear es resistir. La fecundidad de esta búsqueda, se expresa en indudables aportes, entre los cuales, podría señalar gruesamente los que me parecen de mayor valor e importancia.
El primero de ellos, sin que esto suponga el establecimiento de una jerarquía, es que aquí se ensayan respuestas a preguntas nuevas, como las que reclama la emergencia de una condicional epocal cruzada por la lógica massmediática. Por esto puede decirse que Crítica de la razón mediática da espesor epistemológico al abordaje de la comunicación como campo de conocimiento, es decir, una cierta autonomía por la cual la dimensión comunicacional deja de ser subsidiaria de enfoques sociológicos, politológicos o psicológicos, para tornarse un lugar desde el cual entrar en el análisis de la complejidad de lo social, hoy. Vale señalar que lo social ha sido leído desde distintos ángulos, económico, político, cultural, etc., donde lo comunicacional no ha conseguido un estatuto propio. Pero en este libro se logra con la creación del concepto del dispositivo información-comunicación.
Es lo que hace, por ejemplo, que este libro fluya por el modo en que somos constituidos por el lenguaje, el funcionamiento de los mass media en la red capital-comunicación-información, la construcción de subjetividad en y desde las mediaciones massmediáticas, la massmediatización de la política. Cuestiones sin las cuales sería imposible comprender el mundo actual y nuestras maneras de relacionarnos en él y con él.
El segundo aporte se expresa en las hipótesis desarrolladas respecto de la co-implicación subjetividad y política, a la que Juan Barreto dedica buena parte de su búsqueda. Insistamos, con Juan, en este asunto. Decir subjetividad y política es nombrar la dimensión subjetiva de la política y la dimensión política de la subjetividad, con lo cual estamos remarcando que la subjetividad es un proceso constitutivamente político, pues se construye en el despliegue de las relaciones con otros, implicando discursos y acciones de los cuerpos, sus afectaciones y sus intensidades. Lo que supone que la subjetividad no es algo dado, sino que se produce entre las prácticas sociales de sujeción y las prácticas de resistencia a ellas, lo no sujetado que se construye en acto y construye sus potencias en su propio accionar.
En estas hipótesis se invita a considerar las líneas deseantes de la política y las líneas políticas del deseo, cuya obturación ha sido una operación propia de diversos registros discursivos de lo social que han funcionado como dispositivos en el paso de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control. Obviar una y otra de estas dimensiones comporta, insistiendo de nuevo con Juan, seguir acarreando las consecuencias prácticas del discurso totalitario de la política, venga de donde venga.
Hacerse cargo de la co-implicación entre política y subjetividad, como lo hace Juan Barreto, es abrir(se) el espacio para pensar procesos que interpelan e, incluso, pueden llegar a subvertir la lógica capitalista y sus dispositivos de control, sin que los mismos quepan ser interpretados como procesos homogéneos y estables. Y, con ello, para repensar lo político, que siempre se juega en la potencia de los cuerpos. Así pues, no es casual, ni es un mero ejercicio intelectual, que los ensayos de la sexta y última parte del libro -La apuesta por la distopía de las multitudes: hacia una refundación de la política -, sean las que, a modo de bisagra, cierren y abran los trayectos recorridos, pues la textura de ellos densifica las interrogantes teóricas y políticas que conforman el terreno que Juan explora. Se trata de interrogantes vinculadas con la cuestión concerniente a las búsquedas que iniciemos o prosigamos en términos del pensamiento que Foucault definiera como una ontología histórica del presente, o una ontología histórica de nosotros mismos.
El replanteamiento de los vínculos entre subjetividad y política, la incursión en las diferencias irreductibles entre el cuerpo biopolítico y el cuerpo político, en el tejido multitud-cuerpo-potencia-poder constituyente, en el cual inscribir la reinvención del pueblo como modo de subjetivación política. Todo ello, traduce un serio esfuerzo por abrir cauces para comprender, por ejemplo, lo que se pone en juego en movimientos sociales que conjugan resistencia e invención, en cuya comprensión radica, en buena parte, el desafío de repensar lo político.
La importancia y el valor que, para este desafío, tiene hacer intervenir el entrecruzamiento entre política y subjetividad, se vinculan fundamentalmente con el hecho de que tanto los dispositivos de poder como los de resistencia operan, no sólo construyendo imaginarios sociales, sino también sobre los cuerpos. En un sentido, produciendo cuerpos dóciles que actúan de manera rutinaria y con movimientos limitados y fragmentarios. En el otro, el de las resistencias, propiciando cuerpos capaces de percibir y desplegar las potencias que surgen con el estallido de sus luchas, de enfrentar las sutiles y no tan sutiles formas de dominio. Cuerpos que deliberan, cuerpos alegres en el accionar de sus potencias, en las libertades que se construyen con este accionar, siempre asediadas por los poderes instituidos, en los diversos espacios de lo social.
Aquí entroncamos el tercer aporte de este libro y que da razón a su subtítulo “Pre-textos para un debate por el Socialismo”. Porque, a fin de cuentas, de eso se trata en este libro, si entendemos que dicho debate, hoy, no puede hacerse al margen de la comprensión de las complejas condiciones que definen el capitalismo en su configuración actual, ni de lo que se pone en juego en la construcción de nuevas subjetividades políticas. Porque, entre las cuestiones que resultan insoslayables está, sin duda, la emergencia de otra pasión política, la pasión hecha cuerpo en sujetos que inventan sus formas de resistencia, organización y creación, que con su coraje y alegría rechazan mandar y ser mandados, desmantelando la lógica de dominantes y dominados, en lo cual radica una de las condiciones insoslayables para la transformación de lo dado. Es lo que Juan Barreto nos da a pensar y a decir desde sus planteamientos.
Quizá no sea del todo inoportuno recordar aquí la noción de autonomía propuesta por C. Castoriadis, quien en su libro La exigencia revolucionaria, plantea que es un colectivo el que inviste la voluntad política de darse sus propias leyes, pues sus procesos y prácticas resultan incompatibles con los sistemas jerárquicos y representativos. Desde esta noción, la democracia directa basada en relaciones de horizontalidad, no sólo constituye formas de organización de colectivos, sino también, en lo fundamental, otro modo de construcción política y de cuerpos políticos. Por ello, es instituyente de otras formas de vida política que interrumpen la biopolítica. Es esto lo que está en la base del poder constituyente de la multitud de lo múltiple, en cuyo despliegue plural y singular también se despliegan transformaciones en los modos de pensar el mundo y de pensarnos a nosotros mismos, así como la posibilidad de imaginar una sociedad justa, de iguales, solidaria, y libertaria. Pero no como un ideal utópico sino como una idea fuerza inscrita en las resistencias cotidianas que inauguran modos de interrumpir las estrategias biopolíticas de dominación, visibles e invisibles, brutales e imperceptibles.
Como Juan, sin ingenuo optimismo pero, también, sin instalarnos en la comodidad de lo imposible, diremos que la constatación de la eficacia de las estrategias de poder no debe impedirnos mostrar que esta eficacia no ha podido impedir las voluntades políticas de libertad, en las que late la emergencia de nuevos devenires en los modos de pensar, decir, hacer y sentir eso que llamamos otra política y otra democracia. Que estos devenires no tengan que responder a nuestros propios anhelos libertarios, no desmiente su efectivo despliegue en la reinvención de la política, una apuesta que compartimos y vivimos con todos aquellos quienes, desde cualquier lugar del mundo, rechazamos la indecencia de lo que en el mundo impide a millones de seres humanos vivir una vida digna de ser vivida.
¿Podríamos construir un socialismo otro sin subjetividades socialistas, sin cuerpos dolientes y deseantes, cruzados por la pasión que hace posible resistir a toda forma de dominio?

CRÌTICA DE LA RAZÓN MEDIÁTICA
PREÁMBULO

UN INTENTO PARA HACERSE CARGO DE LA MASSMEDIÁTICA
A MODO DE PREÁMBULO


Siempre he experimentado internamente el hecho de que la noción de realidad
está indisolublemente ligada a los problemas del tiempo y del devenir.
Es sorprendente que este lazo constituya, desde los griegos,
uno de los temas centrales del pensamiento occidental.
Antes de venir a Cerisy releí lo últimos Diálogos de Platón;
no se puede sino estar sorprendido por su insistencia en retomar el tema del devenir y de su correlato dialéctico: la inmovilidad. Es así que en el Sofista, el Extranjero evoca,
para mostrar los límites, una posición típica de la problemática platónica:

Y es por medio del cuerpo, decís, que por la intermediación de la percepción
nos comunicamos con el Devenir,

mientras que es por la intermediación del razonamiento que,
por medio de alma, nos poneos en relación con la realidad de la existencia,
de una existencia que, decís, siempre compone habitualmente las mismas relaciones,
el Devenir desarrollándose por su lado, tanto de una forma como de otra.
Lo que encuentro conmovedor en Platón es que pone permanentemente en duda sus propios enunciados,
un poco más lejos,
¿no es el propio Extranjero quien estima que hablemos «a imitación de los niños pequeños»,
porque queremos a la vez el Ser y el Devenir?

I. Prigogine



Profecías y realidades tecnológicas

Fue pasado el medio día, en 1965, en el transcurso de un almuerzo, cuando surgió la frase:
  • En el futuro, por supuesto que una ciudad como ésta [Nueva York], no tendrá ningún sentido, será algo superado, será en todo caso, otra Disneylandia, una especie de parque de atracciones.1
Tal vez, todavía se discuta en algunos círculos académicos, si Herbert Marshall McLuhan fue un visionario o un charlatán. Las frases por las que se hizo famoso (“el medio es el mensaje”, “la luz eléctrica es pura información”, “vivimos en una aldea global” o “desde la invención del tambor el hombre se comunica por vía artificial”) son hoy calificadas de clichés, slogan o aforismos afortunados.
Sin embargo, todas ellas y sus conocidos textos La Galaxia Gutenberg y Para comprender los medios2 son muy anteriores al “fax digital”, a la era de las máquinas binarias, al boom de las computadoras3. Y lo más importante es que en su momento estas afirmaciones no pasaban de ser premoniciones especulativas y optimistas, que apenas se acercaban al proceso entonces naciente.
La ahora creciente singularidad de la informatización global de la producción y todo su campo de efectos asociados: la sobreaceleración del tiempo de trabajo, del proceso de valorización y de realización del capital en la circulación en el mercado, como ya explicaremos cuando demos cuenta de la aparición del nuevo dispositivo Información-Comunicación; red de dispositivos, plano de consistencia, aparato ordenador de la mercancía como lógica dominante del momento de la totalidad social, no era vista siquiera como un posible asomo, al punto que la ciencia ficción de la época se queda corta ante los arrasadores alcances tecnológicos del presente actual.
McLuhan no alcanzó a experimentar las amplias consecuencias de este hecho tecnológico: hablar por telefonía móvil celular, escribir en un micro procesador personal, ver programas en televisores con pantalla plana con alta definición, asistidos por el cable y la parabólica o cualquier nueva hipertecnología de las que hoy inundan la vida cotidiana, estaban ausentes hace unos 30 o 40 años atrás; por eso no llegó a conversar ni a trabajar “en línea”.
Sin embargo, sin conocer los cambios que se estaban produciendo en los modos y relaciones del capitalismo tardío, ya intuía que “los medios mismos son el evento”, que su materialidad es lo significativo, y no única y necesariamente sus discursos, tal como veremos en este texto.
Tal vez este comienzo parezca algo frívolo a algunos. Pero veamos: En las últimas décadas, las llamadas “nuevas tecnologías” han creado de todo: cintas magnéticas de audio y luego digitales, open-drive, recepción casera de satélites, periódicos personales, tele interactiva y cable por microondas, fibra óptica de banda ancha, capaz de transmitir millones y millones de bits por segundo.
Ya es corriente adquirir cada vez menos películas de tapa blanda o VHS, a favor del mercado del disco compacto, CD ROM, DVD; el acceso a Internet y televisión en línea a la telefonía móvil; el consumo de TV-móvil manual e hipermedia o TV digital en línea, y en días apenas, a como van las cosas, computadoras tan pequeñas como una agenda manual con funcionamiento de millones de ciclos por segundo, con un consumo de energía mínimo y billones de bites, es decir, superadoras de las rudimentarias y obsoletas máquinas móviles que estamos usando ahora.
Y ni hablar de los logros de la cibernética, la ingeniería genética y la termodinámica, que ya experimentan con clones y células madres para completar implantes que conecten al cerebro con los programadores. El sueño de la IA (Inteligencia Artificial) se hace realidad y comienza a pensar la VA (Vida Artificial).
Stuart Sim, en su libro Lyotard y lo inhumano, reflexionando sobre los virus cibernéticos, sostiene que ya no tienen necesidad de activación humana, sino que operan autónomamente, de ahí que estemos «en presencia del eclipse de lo humano, por medio de la tecnología de avanzada y sólo queda la política» como apelación ética, como alternativa ante una sociedad indiferente que es testigo del impacto de la tecnociencia y sus resultados inhumanos, con toda su narrativa escenográfica y el secuestro que desde allí acecha.
En este mismo sentido, como también lo ha advertido J. F. Lyotard, desde una visión considerada por algunos de neoconservadora, dice que ya es tiempo de reconsiderar hacia dónde nos dirigimos cultural y globalmente hablando y cuál es el imperativo de nuestras vidas. Debemos saber si es el momento de cambiar de rumbo o de aceptar que éste es el único modo de conducirnos.
Tenemos que saber, por ejemplo, dice este autor, cuántas partes de nuestro cuerpo pueden ser sustituidas antes que dejemos de ser nosotros mismos. Qué pasará con la piel, sus placeres y la variedad de operaciones o habilidades del pecado en la corporeización del mal, ahora tecnológico. Y se responde, que en un mundo cyborg, no habrá demonización. La tecnología determinará también una nueva ética del cuerpo, pues «la máquina somos nosotros mismos». Quedarán sin embargo, algunas cosas sueltas: ¿Cuánto de sintético es posible incorporar sin afectar la conciencia de ser naturaleza?
Lyotard dice: «El tiempo humano es ya pasado mítico. En pocas palabras, somos cyborg, es nuestra ontología, nos proporciona nuestra nueva manera de ser y hacer política… Abolición de los sexos y transfiguración del deseo-máquina como devenir del cuerpo»4.
La fuerza de trabajo, en ese sentido, también será impactada en su sustancia constitutiva hasta superar el intelecto, sustituido mansamente por el artefacto presentido por William Gibson en Neuromante. Así es, se han creado las condiciones de posibilidad para todo eso y más. Concurrimos a la aparición de sofisticados dispositivos y aparatos que se sobre pliegan sobre sí mismos y sobre las puestas en escena del cuerpo y la subjetividad, ellos son noticia cada día. Ya nadie se sorprende de nada. Pero, ¿para qué servirán?
Los tecnócratas quieren que sirvan para casi todo. Se podrán reparar motores a distancia, ir al supermercado sin salir de la oficina, manejar autos por control remoto y hasta cocinar en casa desde el trabajo. Incluso, algunos creen que muchas sensaciones íntimas pueden ser sustituidas y que esto tiene también sus ventajas. Desde esta perspectiva, la idea de una ciudad inteligente ya no es una utopía mcluhaniana. La profecía de aquel almuerzo no luce tan descaminada.
Para T. Roszak, el culto a la información se ha instalado en nuestras vidas y Dios dejó de ser el relojero, el eterno arquitecto del universo, para convertirse en un nerd del Silicón Valle. Ya que la inteligencia puede ser artificial, entonces el hombre ha cedido uno de sus principales atributos y el cerebro-pensamiento progresivamente deviene prótesis del arsenal tecnológico y no al contrario. Al respecto, este científico de Harvard University, comenta:
  • Los comerciantes de datos, como los he llamado, se dan cuenta de que sus carreras-o sus inversiones- están vinculadas a las promesas extravagantes que acompañan a los ordenadores; alegan cualquier razón para creer que nada hay que los ordenadores no puedan hacer ni deberían estar haciendo. El resultado de ello, es que se haya creado una mística de la información que hace imposible una distinción fundamental entre datos, conocimiento, juicio, comprensión, información y sabiduría.5
Ahora bien, el impacto de estas tecnologías también promete un nuevo mapa social configurado por relaciones de propiedad, manejo de información, nuevas destrezas del cuerpo y su relación con la máquina, control político de la sensibilidad y el gusto, nuevos fines de los poseedores y propietarios a partir de nuevos usos y consumos. Además de una profunda brecha entre los que las poseen y usan y los que no las tienen, hoy llamados analfabetos tecnológicos (que conforman casi dos tercios de los habitantes del planeta, que no saben si quiera leer y escribir y mucho menos qué cosa es un teléfono).
Así mismo, supone nuevos problemas legales, estéticos, culturales, internacionales y el paso de la civilización actual hacia otras instituciones, en donde la dominación se metamorfosea en aparatos y prácticas de control ejercidas a través de nuevos rudimentos políticos, los cuales implican otras máquinas subjetivas y sus equipamientos que dejan atrás al fordismo y se instauran en la sociedad de la información-comunicación, entendida ésta como forma o modo de articulación de la explotación del trabajo y la acumulación-circulación (postfordismo). Mientras tanto, en general, la teoría sobre los medios sigue hablando de efectos y mensaje.
La nueva ciencia de los ordenadores ha impactado con tal fuerza el terreno epistemológico, que ya desde hace algún tiempo la relación de dependencia o la idea de colonialismo cedieron el paso a la dominante noción neoliberal de subordinación interdependiente. Así mismo, por el lado impugnador y radical, va tomando forma el discurso que ensambla la idea del capitalismo mundial integrado como un Imperio, como totalidad estratégica del movimiento del capital en una nueva fase superior.
Así, el concepto Imperialismo (que de una vez anunciamos, no trabajaremos en este texto) pasa poco a poco, a partir del efecto de la globalización, a ser subsidiario de relaciones puntuales y de tácticas esquizofrénicas, como denuncia Žižek, cuando afirma que, mientras los movimientos alternativos piensan localmente y actúan globalmente, el imperialismo es una práctica del capital que piensa globalmente y actúa localmente6.
Independientemente de sus propias contradicciones, el capital mundial se integra y subordina a un nuevo régimen, y el imperialismo va dejando de ser un momento, una fase, para transfigurarse en una estrategia que no deja de ser ejercicio de la fuerza brutal como puro momento, ejecutoria de movimientos tácticos y contingentes a sí mismos. Forma expresiva de la coerción del capitalismo global integrado.
Por eso, a pesar de sus infinitas contradicciones internas, no deja de ser hoy en día, cada vez más, un efecto de superficie de la condición globalizada del capital, una puesta en escena de su funcionamiento como totalidad social concreta, que unifica fuerzas y pasa a ser una táctica de poder, allí donde se presentan tensiones; una suerte de operación de poder sobre los Estados nacionales subordinados o Estados periféricos.
Marx decía que el capital en su movimiento extensivo hacia la mundialización, coloniza y recupera por territorialización. No tiene patria y borra las fronteras. No respeta la conformación de los Estados nacionales y liquida por medio del ejercicio de la fuerza hegemónica de la monopolización de los mercados y por sobreproducción, reduce las contradicciones intercapitalistas, acoplándola a una red extensa y contradictoria de relaciones integradas.
Esta lógica recuperadora, producto del cambio tecnológico, a partir de la construcción de un nuevo dispositivo hegemónico (información-comunicación), impacta por aceleración el espacio epocal y se reproduce, no sólo en el terreno de las lógicas administradas de dominación y control, también crea unidades discursivas y matrices epistemológicas de nuevo signo, que tensan y producen cambios en las construcciones de las ciencias sociales, alterando también la relación de saberes fundantes de las llamadas “ciencias duras”.
El campo de tensión de dichos dispositivos de conocimiento crea nuevos lugares para otros conceptos que se abren paso como régimen dominante de verdad. Por ejemplo, el concepto cibernético de “información”, en tanto dispositivo de acumulación racional y organizada de datos, saltó de la informática a otras disciplinas y colonizó, desde la década del 40, a parte del mundo paradigmático de la Física y la Biología.
Por ejemplo, Se define ahora del ADN como una “cinta” de memoria proteica, ordenadora de fragmentos de datos de información descifrable y reproducible; o se habla de células madre, como banco de información matriz. Es decir, se reduce un evento y un proceso a una matriz de conceptos hegemónicos, sin pensar que el ADN es una construcción-proceso cuya complejidad alcanza a una explicación que puede tocar, desde ese espacio matricial, varios mundos y modelos de conocimiento, construyendo nuevos saberes, pero hoy queda atrapado al interior del dispositivo de saber de la informática, lo que impide una visión que va más allá de tal límite.
La llamada revolución de la biología, va de la mano con el universo conceptual de la cibernética y de este modo, el modelo organicista-mecanicista fue reducido a favor de los ordenadores. Para algunos, una célula humana y un micro chip son más o menos lo mismo. Todo puede ser replicado y sólo es cuestión de tiempo e inversión en investigación. Aboliendo así, desde esta epísteme, toda la complejidad en la comprensión de la potencia de la sustancia de la existencia de aquello que llamamos “materia” y el asombroso milagro de la vida sobre la tierra.
Ello, al punto en que reputados científicos como J. Pfeiffer, del ITM, en su libro The thinking machine (1962), ya habla de la automatización del nivel molecular como límite para avanzar en la construcción de un modelo más eficiente de comprensión que limita el esfuerzo científico, en la medida que se descifra “la información” del “código genético” y otras barbaridades funcionalistas que no valen la pena repetir. Este científico, con gran influencia en el mundo de las élites políticas norteamericanas, llegó a asegurar que la revolución informática era parte de la evolución de la especie humana y como tal no podía ser regulada por ninguna ley del hombre, ni ninguna otra, así ésta fuera natural.
Esto permitió años después (1987), a J. Kemeny, asegurar que se podría programar a los seres humanos como se programa un ordenador, llenando el cerebro, con «una capa de información básica», a la que llamó «evolución simbiótica» o «evolución cibernética». Podríamos agregar cientos de nombres y argumentaciones a esta lista de nuevos cruzados, dotados de un discurso cada vez más aceptado y difundido, que asegura la eficacia del mito y el optimismo sobre el progreso tecnológico.
Tal dispositivo de saber es ya una excrecencia proliferante, que actúa por contaminación y chantaje sobre la producción de nuevos conocimientos y se erige en obstáculo epistemológico. Hay para todos los gustos. Desde los desmelenados y vociferantes defensores del nuevo dispositivo, hasta los discretos observadores que, como F. J. Dyson, guardan distancia prudencial en relación a la presunta universalidad del nuevo dispositivo de saber, con argumentos ambiguos, como el relativo al metabolismo y la duplicación, en tanto dos funciones primarias de las células vivas, pero observándose que la duplicación en el caso de los virus depende del metabolismo de otra célula, la receptora, de modo que no existe separación absoluta entre el hardware y el software.
Esto implica que no existe una ley que impida a las proteínas ser base de la información, ni que éstas sean procesadas por los ácidos nucleicos. Aunque, de todas maneras, la metáfora continúa siendo acertada «para describir la organización de la célula»7. Por ejemplo, se olvida o deja a un lado los experimentos llevados a cabo sobre el comportamiento emocional del agua, recogidos en “el mensaje del agua” (de la cual estamos formados en un 80%), por Masatu Emoto (1992) en numerosas universidades japonesas y americanas.
No es de extrañar, por ende, que en el discurso de la vida ordinaria, mucha gente haya adoptado términos como “programación neurolinguística”, “cerebro triuno”, “auto programación” y toda una suerte de discursos que circulan sin ninguna alcabala ético-política. Para R. Jastrow, por ejemplo, otro prohombre de las nuevas tecnologías, la evolución de la especie humana ya terminó y ahora viene el ordenador. Lo cual significa la posibilidad de que emerja una “especie ciberg” que surja del hombre, pero que supere sus logros, del mismo modo en que fue superado el homo erectus, y que con tal posibilidad sea el silicio el que haga la nueva forma de vida inteligente.8
Lo mismo ocurre a partir de los últimos descubrimientos sobre el átomo, el electrón y el universo de partículas que lo conforman. Allí se ha instalado un debate fuerte que también está cruzado por las mismas tensiones producto de la epísteme dominante que amenaza, incluso, sólidas investigaciones como la teoría de Schrôdinger, de 1943, sobre la duplicación mecánico-cuántica del gen.
Tan sólo 5 años después, en 1948, John Von Neumann dio una conferencia en Princenton, en la cual introdujo la metáfora de la célula viva como ordenador autómata. Esto bastó para que se produjera una desbandada científica y nadie más continuara el camino iniciado por Schrödinger. Nosotros creemos que es igualmente peligrosa la aplicación de una tecnología sin fundamento ético, asumiéndola como un paradigma universal neutro, que critica sin fundamentos cualquier nuevo dispositivo de saber poder.
Pero resulta que toda idea con pretensiones de verdad proviene de un universo en el que intervienen además de los conceptos, el azar, el caos, las pasiones, la experiencia, la memoria, el olvido, las necesidades, los intereses dominantes, las tensiones sociales y hasta la percepción reticular más íntima, en fin, la voluntad humana como subjetividad general o “genio de la especie”, diría Nietzsche.
Esto implica advertir que las emociones y los deseos, como ya se sabe, son la base de las operaciones del hipotálamo en cuanto máquina de producción de hormonas y grupos de proteínas complejas que conforman los polipéptidos, suerte de llaves químicas que se asocian a las células, se disparan para producir estados de ánimo que convertimos en percepciones y en cadenas de asociaciones, de donde surgen las ideas-emociones.
En esa dirección y desmintiendo cualquier aproximación puramente informático-funcional, Antonio Damasio construye, desde la noción spinoziana de afecto, una teoría neurobiológica de las emociones y los sentimientos. Este investigador concluye que el dolor y el placer se asocian en nuestras mentes de maneras no programadas, en estados emocionales no siempre correlacionados. Sentimientos concretos «y hasta el comportamiento ético», pueden ser afectados por la pérdida de un sector específico de los circuitos cerebrales que lo contenían, o por micro alteraciones físico-químicas del mismo.
Así, cada cerebro tendría un mapa común y a su vez, una configuración específica, tal cual ocurre con una huella digital. Lo que sugiere la localización física de la emoción-sentimiento y la imposibilidad de replicar el tipo de conexión neurológica que lo hizo posible. Así, proceder a cartografiar la geografía del cerebro, sostiene Damasio, comporta admitir la asociación de su fisicalidad constituyente y las expresiones singulares que ocurren en el cuerpo entero de la experiencia de cada ser humano. Lo que significa que el misterio sobre cómo sentimos-pensamos, devenga cada vez menos misterio.9
Tal perspectiva abre un abanico de preguntas: ¿Puede una teoría general de La Información-Comunicación, tener pretensiones universales y dar cuenta de dicha complejidad? ¿Será que, como predijera M. Foucault, hemos llegado a la muerte del hombre y al surgimiento de otro espacio de saber-poder-lenguaje, capaz de designar nuevas figuras de sentido superadoras de lo humano como discurso dominante, gracias a la hegemonía del nuevo paradigma tecnológico? ¿Podremos replicar en términos puramente maquínicos las emociones-sentimientos prescindiendo del encuentro con la experiencia?
Otros autores que intervienen en esta polémica son G. Edelman y G. Tononi, para quienes la conciencia o estado de subjetividad, fue evadido durante mucho tiempo por las llamadas “ciencias concretas”, abandonadas a la especulación de la filosofía, sin dar cuenta de las múltiples inteligencias humanas. Razón por la cual estas ciencias no dieron lugar al hecho de que la experiencia conciente emerge como efecto del modo de funcionamiento de cada cerebro individual10.
Por lo que las conexiones neuronales aleatorias que recogen la experiencia quedan articuladas a emociones. Ello explica que procesos bioquímicos y eléctricos activados emocionalmente, que proceden a almacenar y a recordar de manera unitaria e indivisible, pueden, sin embargo, expresarse en estados concientes distintos, infinitos e ingentes.
Sobre este asunto, E. Beauport sostiene que la materia del cerebro es energía en movimiento continuo y para D. Bohm, en sintonía con D. Chopra, los procesos que almacenan la emoción-experiencia de la conciencia son de carácter cuántico, una creación del mundo siempre original. Es decir, una misma experiencia puede derivar en distintos estados emocionales subjetivos que deciden la realidad individual o colectiva.
Son los llamados qualia neuronales que resultan de un afuera no dependiente únicamente del cerebro. Dicho de otro modo, los cuantos de memoria son fractales y rizomáticos, lo que Shopenhauer denominó «el nudo del mundo» de la razón suficiente. ¿Podrá esta compleja operación: conciencia-realidad-emoción-sentimiento, ser algún día reproducida? Žižek, en su estilo provocador, asegura:
  • Si la próxima década produce la unificación de los múltiples medios de comunicación, en un sólo aparato que combine las características de una computadora interactiva, un televisor, un equipo de video-audio, y si Microsoft, realmente consigue convertirse en el dueño casi monopólico de ese nuevo medio universal, controlando no sólo el lenguaje que se emplee en él, sino también las condiciones de su aplicación, entonces es obvio que nos enfrentaremos con una situación absurda en la que sólo una gente, libre de todo control público, dominará la estructura comunicacional básica de nuestras vidas, y será, por lo tanto, más poderoso que cualquier gobierno.
    Lo que da pie para más de una intriga paranoica. Dado que el lenguaje digital que todos usaremos habrá sido hecho por hombres y constituido por programadores, ¿no es posible imaginar a la corporación que lo posea, instalando en él un ingrediente de programación secreto que le permita controlarnos, o un virus que ella misma podrá detonar, interrumpiendo nuestra posibilidad de comunicación? Cuando las corporaciones de biogenética firman su propiedad sobre nuestros genes, patentándolos, lo que también hacen es plantear la paradoja de que son dueños de las partes más intimas de nuestro cuerpo. De modo que todos, sin ser concientes de ello, ya somos propiedad de una corporación.11


La era de las conexiones


…Impera una idea fija, surgida de una pulsión atávica concentrada en la posesión
y en la acumulación de bienes, pero hoy día desfasada,
pues ya no se le vincula a percepciones tangibles,
a operaciones en las que subyacen activos reales o incluso simbólicos,
sino a fluctuaciones virtuales de la especulación, de apuestas alucinantes…
En nuestro tiempo, la riqueza ya no estriba en la posesión de especies palpables,
como el oro o incluso la moneda. Ahora se ha desviado,
es móvil e inmaterial y se agita, abstracta y furtiva,
en los intersticios de las transacciones especulativas, a tenor de su velocidad.
Procede más de los flujos especulativos que del objeto de esa especulación.
Esa avidez orientada hacia frenesíes virtuales engendra la acción devoradora
instituida de todos y de todo por unos pocos, y es una avidez que se pretende universal,
autónoma, exenta de todo control, al tiempo que se revela incapaz
de dominarse siquiera.

V. Forrester.


Tal como lo analiza Fernando Mires, en La revolución que nadie soñó12, la naturaleza de los cambios está impactando a la civilización de manera transversal y ya lo estamos contemplando. Esto es tan cierto que incluso algunas minorías avanzadas políticamente, como los zapatistas, además de organizaciones delictivas como el narcotráfico, grupos fundamentalistas de diverso tipo y cualquiera que quiera ser escuchado, sabe cómo hacer uso de estas tecnologías y está metido en las redes. Sin entrar en ningún tipo de consideraciones de otra índole, hay que usar la tecnología “superior” porque está allí como un destino, y punto.
Además, otros grupos y actores sociales distintos a las clases tradicionales, están apareciendo y creando nuevas costumbres que no tienen nada que ver con lo que se ha conocido hasta ahora13. Lo que supone la aparición de problemas éticos y políticos más peliagudos que las discusiones que hoy todavía, aunque nada desdeñables, preocupan a algunos sobre los contenidos de La TV, sin entrar en otras consideraciones de mayor o distinta profundidad.
Los eventos de nuevo tipo también son el producto del trabajo vivo y en ese sentido trabajo subjetivo y subjetividad general, por eso son condiciones generales de producción de sentido que pueden ser leídas y asimiladas por las nuevas generaciones humanas como diagramas de fuerzas que operan desde su propia existencialidad, como generadores de actualidad que obran produciendo obsolescencias humanas no adaptadas al cambio tecnológico.
Es decir, el nuevo dispositivo también crea una nueva fragmentación y corte, un nuevo pliegue intersubjetivo como el ocurrido entre el hombre del campo y el de la ciudad. Se trata de un dinamismo que en un mismo espacio territorial, actúa desplazando a numerosos contingentes sociales no habituados o entrenados en la comprensión y uso de la nueva tecnología. A este efecto se le conoce bajo el lugar común de brecha social o brecha generacional tecnológica.
La tendencia es a que los cambios profundicen la diferencia respecto a los usos y consumos del dispositivo información-comunicación-actualidad, por ejemplo, que el mundo de los llamados adultos, quienes siguen creyendo que lo más avanzado en tecnología es un automóvil, sea cada vez más distante en relación con los nuevos usuarios y consumidores de tecnologías.
Pero más preocupante aún, resulta el lugar de la tecnología en la profundización de la brecha entre pobres y ricos, además de la crisis institucional y las tensiones que se proyectan entre países y continentes. Para asimilar este proceso acelerado, los grupos políticos y las clases dirigentes de siempre no están suficientemente preparados y sus discursos no le dicen nada al porvenir.
«Un paisaje de acontecimientos acelera el tiempo de las formas de memoria y de olvido»14. El delirante golpe de estado mediático cotidiano crea un desequilibrio entre el mundo de la vida tradicional y el de la producción de la información-mundo. Tal como lo dijera McLuhan, «el medio mismo es el acontecimiento», que no el mensaje. Esta perspectiva cruza de algún modo la preocupación de Antonio Pasquali, un teórico que, en su Bienvenido Global Village, siente que los intelectuales sufren de una fatiga bostezante ante los cambios; sin embargo, asume una postura ambigua y dual, que es fiel reflejo del debate y de todo lo que se juega en torno a los nuevos desarrollos de la comunicación y sus efectos:
  • Internet, una feliz disolución en interactividad de las viejas dictaduras unidimensionales, políticas y de mercado, en el campo de las comunicaciones. El último tranquilizante universal, con desvío automático de contestadores exhibicionistas al archivo muerto del anonimato un avance tecnológico ‘con hormonas’ sobrecargado de ciberexplicaciones efectistas. El arma final de la mercantilización globalizadora. El instrumento definitivo de la democratización del saber.15
Una de las aristas más importantes que se abre en este debate es la referida al papel de la tecnología en cuanto nueva forma de control social, o sea, como nuevo diagrama del poder. En tal sentido, investigadores de todas las latitudes se preocupan por la naturaleza de este nuevo diagrama que comienza a anunciarse, al que llamamos sociedad del control y que iremos explicando entrado el texto. Carlos Colina, en un ensayo sobre el tema, dice:
  • Las nuevas formas de control social están relacionadas con los desa-rrollos tecnológicos de las últimas décadas. Pero hemos de aclarar en principio que estamos lejos de sostener una postura determinista, ora tecnológica, ora sociológica. Si intrínsecamente las tecnologías telemáticas y digitales parecen ‘evitar’ la intensificación de la vigilancia, también, y no en menor medida, abren novedosos y expeditos canales de participación y lectura-escritura. Las sociedades actuales y su infraestructura tecnológica de información combinan potencialidades democráticas y también autoritarias de manera simultánea.16
El trabajo de David Lyon17, sirve para comprobar que mucha gente comienza a inquietarse por lo que denominan la era Orwell. La data vigilancia, el sondeo, la televigilancia, las redes de conexión que posibilitan la convergencia tecnológica estarían preconizando tiempos panópticos. Aunque admite, en la onda de M. Galbraith, el surgimiento, también, de contra poderes y novedosas formas de resistencia. No es un azar que en nuestro país, y en otros tantos, la legislación se apresure a poner al día temas como la firma electrónica, el registro de documentos y de marca en redes electrónicas, y de datos, como prioridades de los Estados, a fin de evitar la canibalización.
Los linderos entre público y privado se corren en la medida en que algunas tecnologías tienden a la verificación y el control. ¿Quién tiene derecho a incorporar, modificar o añadir datos sobre una persona en sus archivos o acceso a sus registros informáticos? ¿Son los bancos de datos, los nuevos genes sociales, la memoria digital es individual o social?, y en ese sentido, ¿es posible una diferenciación que cree un campo de delimitación de espacios regulables, en el momento en que la llamada “lucha mundial contra el terrorismo” interviene estos nuevos territorios sin discusión ni consideración alguna?18
Recientemente, la agencia española de noticias EFE, reportó la instalación de micro-chip en seres humanos para el control de actividades del personal que labora en la empresa de video-vigilancia Citywatcher.com, de Cincinati, Ohio. Así, dice su presidente, Sean Darks, cuentan con una pieza de silicona del tamaño de un grano de arroz y con ella sabrán donde se encuentra cada trabajador a cada hora y que actividades realiza, incluso podrán rastrear enfermedades y otros comportamientos de su organismo.
Estos microcircuitos son por ahora, obra de la empresa Verichip, filial de Applied Digital Solutions de Florida, presidida por John Procter. Esta empresa, en octubre de 2004, recibió el consentimiento por parte de la Dirección de Alimentos y Farmacias de EEUU, La FDA, para comercializar masivamente el producto, el cual ya está a prueba en el Departamento de Justicia de México y en discotecas en España, para evitar fraudes.
La empresa calcula que para finales de esta década, habrán millones de seres humanos con distintos implantes electrónicos en el cuerpo. Aparatos que pueden, o no apagarse. En este mismo sentido Genoma Dinamic, empresa dedicada a la ingeniería genética, avanza en investigaciones y patentes para la masificación comercial de productos, en donde la conformación de la sustancia de la vida humana es el principal mercado.
A propósito de la ingeniería genética, S. Žižek advierte que el problema último no reside en sus consecuencias imprevisibles al clonar personas (¿qué ocurrirá si creamos monstruos-digamos-humanos sin responsabilidad moral?), sino en la manera en que la ingeniería biogenética afecta fundamentalmente nuestra noción de “educación”, pues en lugar de educar habría que programar genes para lograr, por ejemplo, “espontáneamente”, un niño con tendencias “naturales” a la música o a obedecer órdenes.
¿Surgirían dos clases de personas y distintos regímenes de derecho? ¿Quién será más “perfecto” o “superior”? ¿Podremos escapar -y en todo caso, es o no deseable- a este nuevo modo de producción de lo humano como técnica de desidentificación y nueva frontera?
Procesos en acto como este, plantean interrogantes anteriormente no asumidas por las ciencias sociales. Estas tecnologías aparentemente inofensivas, nos permiten retomar las reflexiones de investigadores como Langdon Winner19, para quien la tecnología moderna es una forma omniabarcante de organizar al mundo y de reificar el poder.
Y agregamos, que un potente artificio que transforma todo lo que está a su alcance, sea material, espiritual o humano -y esto no necesariamente, dice, es una postura moral, sino una constatación-, pues el conjunto tecnológico crea sus propias necesidades, modificaciones, reificaciones, usos, costumbres, síntesis; en fin, define el alcance de una lógica de sentido.
Y no se trata sólo de la lógica instrumental weberiana-frankfurtiana, sino también de muchas otras formas de relaciones perceptivas, afectivas, estéticas, políticas, que producen el llamado y preocupante efecto de adaptación inversa, es decir, los fines humanos al servicio de los modelos y los medios tecnológicos disponibles, hasta convertirlos en valores universales, legitimados por la presunta neutralidad tecnológica. Asistimos, entonces, a una suerte de inversión de la carga del presupuesto tecnológico.
Al respecto, J. Rancière sostiene que el sobrepliegue tecnológico pone en cuestión el concepto mismo de igualdad y de inteligencia, al proceder por desmaterialización informática de ambos conceptos, y en la medida en que desmaterializa los procesos de producción de riqueza, también aumenta el embrutecimiento masivo, por sobre-exposición a la superabundancia informativa, o por sobre-explotación del tiempo y el trabajo, como ocurre actualmente en buena parte de Asia. Manejo especulativo de los precios de la energía y su creciente importancia para sostener el complejo industrial militar del mundo de las nuevas tecnologías.
Esto define la época, sus formas de poder y de construcción de la subjetividad. Conocer, pensar, almacenar y saber se confunden de manera indiferenciada, pasando a ser emplazamientos estratificados anclados y dirigidos al consumo de información y a la circulación de la comunicación así planteada.
Es la nueva razón instrumental tecnológica como imperativo sistémico dominante, actuando desde la razón técnica. Entonces, el problema de los usos, emplazamientos, estrategias y momentos de la tecnología pasan a ser también problemas éticos, políticos y por supuesto, de la epistemología matricial de cualquier teoría.
Tiene razón Winner cuando dice: «Más que un neo-ludismo tecnológico, lo que estaría planteado sería preguntarse la cuestión del significado de las tecnologías de la información sobre nuestras vidas y qué cosas ocurren en y con nosotros mismos».20
Que nadie se escandalice, no estamos planteando que todo tiempo pasado fue mejor y que la rueca y el machete superan al computador y al teléfono móvil. También somos usuarios de Internet y consumidores de cuanta oferta tecnológica salga al mercado; por cierto, mientras más mega bites tenga el objeto, pues mejor.
Pero también quisiéramos dejar claro que en cada acto aparentemente inocente de cada nueva práctica, se juega el futuro y que guardamos distancia prudencial del fanatismo extremo que de ambos lados se instala para celebrar todo lo que sea digital.
Como expectantes observadores de los prodigios tecnológicos, queremos decir que nosotros también estamos doblemente sorprendidos: por un lado por la conmoción escéptica que produce la falta de reflexión sobre el tema, y por el otro, por el asombro que concita que tantas y tantos se dejen seducir sin remedio por la promesa tecnológica, la cual, en términos generales, ya es de suyo un dispositivo de poder y control de los mundos de la vida.
Sin embargo, muchas propuestas teóricas no terminan de construir un campo de definiciones que permita una lectura compleja del asunto y se contentan con alegatos que no son más que un ejercicio contemplativo del devenir tecnológico.
Tal situación hace oportuno recordar que Marx inicia el intento de una epistemología radical en relación a la tecnología, cuando en El Capital, afirma que la gran industria obliga a la sociedad a reemplazar al individuo fraccionado, de modo que la frase “¡Zapatero a sus zapatos!”, sensata en el período artesanal y manufacturero, se torna locura después que el relojero Watt inventa la máquina de vapor, el barbero Arkwright el telar continuo y el platero Fulton, el barco de vapor.
El abandono de una teoría crítica del fenómeno tecnológico ha repercutido en el oportunismo intelectual de aquellos que optan por una retórica indefinida que asume como natural el impacto de el cambio, y por ello mismo, no es capaz de decir hacia dónde va y qué mundos pretende o puede construir a partir de si misma, ¿Será acaso, un universo más allá o más acá del mercado?
Mientras esto pasa, grandes y sonadas empresas gastan cientos de millones de dólares al año y un alto porcentaje de sus ingresos en investigación tecnológica y así logran dar a luz a nuevos dispositivos de sobrepliegue hiper-tecnológico: cada vez más aplicables, veloces, inteligentes y “sensibles” como la autoesteroscopia, o mirada simultánea por aplicación tecnológica.21
Así mismo, millones de seres humanos se la juegan apostando a la democratización de las redes y al acceso a la tecnología de la información. ¿No estaremos aceptando positiva o negativamente el cambio sin chistar y saltándonos algunos pasos en la comprensión del fenómeno y en sus rumbos posibles?

Las urgencias de la teoría

Es imaginable y exigible una razón mucho más compleja,
una razón perversa y polimorfa, que no considere el absurdo
como algo ajeno a su gestión ni anatematice el éxtasis por ‘improductivo’;
una razón dispuesta en todo caso a volverse contra sí misma,
contra sus principios ‘inmutables’ y a recuperar todas las dimensiones
de que ha prescindido en favor del aumento de la producción y de la eficacia industrial.

F. Savater.


El tiempo en el que se escriben las cosas, en el que se leen, en el que se piensan y en el que se distribuyen entre los lectores, así como las angustias y las alegrías del material ahora expuesto, no son las mismas en cada momento: las pasiones de un texto no son un tiempo simultáneo. Las mediaciones que se crean entre lo que se quiere decir y lo que finalmente se dice, también están cruzadas por numerosas intercepciones e interpretaciones tecnológicas, o de otra índole, por eso a veces, lo escrito no siempre coincide con las intenciones esperadas –o aspiradas– desde “el autor”, ni con las lecturas posibles de los “receptores”.
Quisiéramos, con Derrida, un texto que se coloque fuera de sí mismo, escrito, producido, diría Nietzsche, «a golpes de martillo y olvido de paraguas». A punta de fragmentos, interrogantes no resueltas y mucha idea suelta vagabundeando por allí en el texto, como angustia expresiva o tal vez líneas de fuga que pretenden otro alcance aquí no realizado, pues escribir es un gesto de un cuerpo con sus mezclas de pasiones. He aquí el despropósito y la pretensión de estas líneas.
De todos modos, en un mundo en donde tiempo, espacio, soporte y representación están siendo cuestionados por las nociones de contexto, intertextualidad, simultaneidad, hiperrealidad, virtualidad, simulacro, mediación, actualidad y acontecimiento tecnológico, por citar algunas nociones todavía en proceso de ser descifradas, aparece como necesario decir que deseamos un texto que pueda ser leído en tiempo presente y que sea capaz de agregar algo contra el consenso desde donde se piensa la esfera de realidad mediática y su dispositivo dominante: la Información-comunicación.
Otro punto que quisiéramos tocar, es el referido a la extensión de la lógica organizadora de la producción, el consumo, los mercados y la circulación de dicho dispositivo información-comunicación, y su metástasis que hace prótesis al interior-exterioridad, del territorio espeso de la subjetividad, haciendo de él un espacio de instauración y operación de un régimen de sentido que, por ahora, diremos, funciona como mercado instalado y subsumido en el mundo de la vida, gobernando desde las mentalizaciones, expresándose en la esfera de lo privado, en la intimidad y hasta en los pensamientos oscuros de la individuación: el biopoder, en términos de Foucault.
Partimos de la idea de que el sentido actúa en los sujetos como conjunto de energías modelizadoras de su imagen y como móvil de la acción de los mismos, proliferando desde allí, discursividades al infinito, vaciando y reformateando para decirlo en paradoja cyborg, el destino, marcando la actualización y obsolescencia de las cosas, acelerando y delimitando procesos, estableciendo movilidades y recomposiciones en forma de recortes.
Lo que llamamos producción, consumo y tráfico en el universo de los massmedia es, de alguna manera también, la propia existencia de lo social en el acto de su propia representación y en su configuración como nuevo sentido. Es a este proceso concreto, a esta forma del biopoder, al que llamamos performatividad massmediática, es decir, una dinámica nueva en la escena de lo social, con alcances teóricos ilimitados.
Para nosotros, lo massmediático no es sólo la industria del ocio (efecto de superficie), entendida como los lugares conocidos institucionalmente como medios de comunicación de masas. Es, en cambio, una dimensión de lo real regodeada en las técnicas relacionales de los sujetos, en sus discursividades y en sus prácticas. Lo mediático está implícito de manera consustancial al nuevo modelo asumido por la reconfiguración del modo de producción de la civilización del capital.
El gusto22, por ejemplo, en la subjetividad, es la fase terminal, el efecto de superficie de un dinamismo energético de naturaleza nueva: la mediación, de la producción de realidad-actualidad-instantaneidad, como forma continua de la circulación23. La mediación es un interfaz, un instante-acontecimiento que determina el gusto, efecto de superficie del gesto, expresión materializada de la relación mítica entre el objeto y el consumo, asumidos en un mismo movimiento de fusión y simultaneidad.
Es un ejercicio, una práctica de la voluntad de la subjetividad, una puesta en escena. El gusto de los tiempos que corren, acelerado también por el dispositivo información-comunicación, es definido por Omar Calabrese24 como confuso y fragmentario: un “aire de tiempo” que invade a los fenómenos culturales y compromete la existencialidad material de los campos de saber de manera diferente a como ocurría antes, y sólo comprensible desde la catástrofe, lo fractal, los eventos rizomáticos y las estructuras disipadoras no lineales o complejas.
Este fenómeno crea nuevas filiaciones y lecturas del mundo que impactan con fuerza al universo simbólico de la modernidad. Afirmamos con Calabrese, que los fenómenos estéticos, los saberes, las tecnologías y hasta el pensamiento, son parte del nuevo espacio informativo, y en consecuencia el nuevo lugar de lo comunicativo, al que podemos aproximarnos, más desde una mecánica cuántica de lo social, que desde otros modelos:
  • Consideramos tales objetos como fenómenos de comunicación, es decir, como fenómenos dotados de una forma y una estructura subyacente. La idea es, la de que se pueden encontrar ciertas formas ‘profundas’ como caracteres comunes a objetos diferentes y sin aparente relación causal entre ellos.25
¿Pero como llegar a la comprensión de este momento sin entender la lógica interior de los intercambios, la circulación, las transformaciones de “forma”, la actualización? Para ello consideramos necesario, aunque sea de pasada, sentar las bases de lo que luego afirmaremos como lógica del nuevo -y en proceso- dispositivo información-comunicación y su excrescencia material: La mediática.

Cuestión de Método: La aventura de hablar y escribir sobre lo múltiple
(O cómo dar con el problema)


El acontecimiento está allí antes que nada.
El acontecimiento y la imagen están allí primero, simultáneamente, inextricablemente.
Acontecimiento-imagen. Imagen-acontecimiento.
Habitualmente, en nuestro universo mediático,
la imagen está allí en lugar del acontecimiento, esta lo sustituye,
y el consumo de la imagen agota el acontecimiento por procuración.
Esta visibilidad de sustitución es la estrategia misma de la información,
es decir, de hecho, el intento de alcanzar la ausencia de información por todos los medios.
De la misma manera, la guerra actual, es la búsqueda de la ausencia política por otros medios…
Más allá de todas estas hipótesis, no veo más, en efecto, que esta hipótesis soberana,
en el sentido en que Nietzsche hablaba de hipótesis soberana del devenir
(hay una hipótesis cero de la inercia, la hipótesis mínima del cambio,
la hipótesis máxima de la historia y la hipótesis soberana del devenir.

J. Baudrillard.

Lo múltiple es concreción de la potencia de la sustancia en su devenir, diría Spinoza26. O «Proliferación de fuerzas y de potencias singulares», como lo define Colson27. Entendemos lo múltiple como sustantivo que desplaza al pensamiento a zonas inestables, sustituyendo la noción dialéctica uno-múltiple, por las diferencias tipológicas entre las distintas multiplicidades, más allá de las simples cuantificaciones numéricas.
Es el momento-acontecimiento que da cuenta de los repliegues de lo real, en su movimiento divergente y en su configuración. Es la genealogía del objeto que, en nuestro caso aborda lo mediático, o lo que se ha dado en llamar la nueva cultura de la mediación tecnológica, fundamentalmente en lo que se refiere a la “figuración”, es decir, el mundo de un nuevo régimen de sentido, esto es, régimen de expresión y régimen de contenido de los medios, los algoritmos y el imperio del símbolo como destitución del signo puro.
Todo esto lo hemos considerado a la luz de distintas corrientes de investigación: desde los llamados postestructuralismos y la semiótica hermenéutica, hasta enfoques que se cruzan con estudios del caos (Balandier) en escenarios de alta incertidumbre, que han sido planteados para abordar los problemas desde una genealogía de la subjetividad (Del Búfalo).
Sin una revisión de la dimensión de este nuevo régimen de sentido del signo mediático, sería inútil abordar el problema de las teorías que pretenden dar cuenta del fenómeno comunicativo, vinculadas a un despliegue de enunciados que operan en el momento época conocido como el de las tecnodemocracias o sociedades con déficit de lo político.
Desde esta revisión, intento dar cuenta de los eventos discontinuos de este estado de ánimo de la cultura que algunos teóricos llaman postmodernidad, marcado por el despliegue de nuevas tecnologías de poder y nuevas tecnologías del yo (Foucault), vinculadas al mundo telemático y a toda la lógica de mercado asociada con esta realidad. Mas, cabe observar, que este intento involucra el reconocimiento de que la cultura mediática supone nuevos sujetos de sentido, nuevos actores y nuevos escenarios.
Foucault, al hablar de dichos emplazamientos, se interesa particularmente por aquellos que crean o hacen dispositivos, aquellos que tienen la curiosa propiedad de actuar también como agenciamiento al estar en relación con todos los demás, pero de tal modo que suspenden, neutralizan, desplazan, potencian o intervienen el conjunto de relaciones que, a través suyo, se encuentran designadas, reflejadas o pensadas, en lugares o no lugares.
Además, hemos considerado que la civilización mediática también supone nuevos sujetos de sentido, nuevos actores, nuevos escenarios y pliegues, polivalentes, mutantes. Por eso quisiéramos una reflexión que cruce e impacte, en primera instancia, al universo de sentido de lo mediático y uno de sus resultados y mezclas finales en: los procesos de subjetivación.28
La cuestión de las subjetividades colectivas y, también, del sujeto colectivo, tiene que ver con ciertas condiciones de enunciabilidad en un tiempo determinado y un grupo determinado de individuos, sus prácticas, reglas, principios de validez, efectos, procedimientos y resultados. Es el problema del quién en sus múltiples juegos de verdad, es decir, estrategias de sobrevivencia y legitimación sin una ley cerrada e inmediatamente imperativa en estos juegos de verdad, pero si, unas lógicas que se van haciendo dominantes. Siendo las alcabalas y el punto de partida de cada orden nuevo de discurso y su legitimación.
Por supuesto que en la refriega, siempre cabe la posibilidad de descubrir algo diferente y de cambiar más o menos tal o cual regla, e incluso, en movimientos de fractura y de estratificación, de cambiar o hasta alisar el tejido estriado de todo el conjunto del juego de verdad.
Entonces ¿Quién dice la verdad? Individuos o colectividades capaces de hacerlo, libremente, en y dentro de la organización libre de determinado régimen de sentido que, desde sus lógicas, organiza cierto diagrama de posibilidades, cierto consenso inserto en redes de prácticas y de instituciones coercitivas. Pero, también, en esta compleja trama, surgen anomalías que se comportan como aleatoriedad y línea de fuga. Ello entraña, asimismo, un abordaje de las cuestiones relativas al método, que irán apareciendo a lo largo del texto, cruzadas en los momentos en que vaya apareciendo la conceptualización de lo mediático, desde perspectivas teóricas que abren la posibilidad de pensarlo de otro modo.
Me refiero a las perspectivas trazadas por pensadores como Deleuze, Guattari y Foucault, así como a las expuestas por la hermenéutica de Gadamer, Vattimo, Heidegger, Cassirer, entre otros, cuyos aportes permiten replantear radicalmente la cuestión de la mediática como esfera productora de sentido, de representaciones con pretensiones de verdad, de los conflictos entre los enunciados tenidos como verdaderos en la construcción de los consensos, como agenciamiento y como dispositivo cruzado por líneas de poder-saber y subjetividad.
Todo lo cual posibilita actualizar la pregunta por la política, considerando el papel de las mediaciones massmediáticas en la construcción de lo real, de las representaciones colectivas que configuran el imaginario social, así como en la dimensión de los procesos de formación de opinión pública, de la esfera de lo civil y la ciudadanía.

El drama de la escritura
(El cómo de la forma o estilo)


Las preguntas, como cualquier otra cosa, se fabrican…
El arte de construir un problema es importante,
antes de encontrar una solución, se inventa un problema, una posición ante ese problema.
Escapar a las mismas preguntas de siempre es ya de suyo parte del problema,
es difícil. Es un parloteo incesante hasta que surge la pregunta nueva
que debe ser devenir de una teoría, un bloque de devenir.
Los devenires son fenómenos de doble captura, no de imitación ni de síntesis o evolución;
son fenómenos desbordados entre distintos reinos.
No son bodas con el objeto, pues toda boda es contra natura en relación con las parejas.
Son enjambres de palabras impuras e inexactas, donde no caben palabras limpias,
pero si señas dispuestas a señalar las cosas exactamente.
El reto es crear palabras extraordinarias desde donde brote el estilo,
es decir, aquello que se dice extra palabra, en lengua extranjera,
para nombrar lo innominado, de lo que no tiene estilo, pues no ha sido dicho;
este objeto debe ser pronunciado muchas veces, en multitud de lenguas,
e incluso en una sola lengua múltiple.

G. Deleuze.


Este libro ha sido escrito como un compendio de ensayos, es decir, una “forma” que, en palabras de Adorno, nos permite «inflamarnos sin escrúpulos […] apelando a la fortuna y al juego, que son esenciales»29, para la creación. Y, también, ser escépticos, ya que «el dogmático no ensaya», según dice Fernando Savater, quien bellamente describe el ensayo como «una escritura doble, crítica y jubilosa […] donde brotan de una misma raíz la protesta contra el sistema total y el júbilo del texto»30.
Existe otro elemento que quiero destacar en relación con el manejo de las fuentes, y es el comentario que desarrolla H. Arendt a propósito de un ensayo que escribiera Benjamin sobre Goethe. En su comentario, la autora adivina las pistas que son posibles en un mosaico en el cual son citados y concurren con fuerza diversos actores, diciendo: «prevalece entonces la sensación de que los autores citados y el texto pertenecen a una misma tribu»31.
Esta misma inquietud aparece en el espíritu de Nelly Richard: «Creo que el procedimiento de la cita tiene varios sentidos... crear zonas de intersecciones... que pongan en relación materiales que no habían tenido mucha oportunidad de intercambiar sus señas»; y en la misma línea de Benjamin: «trabajar con fragmentos del pensamiento»32. Recordemos que Benjamin, en su ensayo sobre Baudelaire, apelaba a las fantasmagorías del lenguaje, a las cuales atribuía la síntesis de un tiempo alrededor de imaginarios centrales, llamados por él, instituciones imaginarias.33
Además, es bueno agregar que sumamos algunas citas, sin referencia al pie de página, para no abusar de este recurso metodológico. Sí colocamos la referencia bibliográfica entre paréntesis, para aquellos minuciosos lectores que quieran comprobar su veracidad, o profundizar en la indagación del tema, creando su propia línea de inmersión y de fuga. Estas citas son un pliegue, un sonoro acompañamiento de conceptos o frases que ya hemos hecho propias, que nos susurran permanencias al oído y que quisimos incorporar al texto sin omitir a sus creadores originales.
Es bueno y urgente destacar también la naturaleza teórica de este debate y su pertinencia, en cuanto a la construcción metodológica; pues nos referimos a la dimensión de actualidad de nuevos problemas que escapan al alcance de la teoría social convencional. Lo cual debe suponer también otros modos de situar al pensamiento en términos formalizables. En este sentido, el ensayo como forma del estilo en la escritura, es el punto de partida, la intuición, una ventana hacia la construcción de un nuevo campo específico de problemas y es la formalización que intentamos en cada trazo.


Algo sobre nosotros mismos

Sólo estamos interesados en el subconjunto de historias
que desarrollan la vida inteligente en algún planeta,
la forma como este fenómeno curioso se produciría.
Esta no tiene por qué ser parecida a lo que comúnmente
se aprecia a si misma como especie humana.
La vida humana es pasional e intensamente
afectiva, en oposición a otras formas de vida menos interesadas en la ética,
como por ejemplo, los gusanos de seda.
Por cierto que, si de características se tratare, la forma de vida llamada humana,
no brilla precisamente y demasiado, por su conducta inteligente.

R. Feynman.


Quiero advertir, sin embargo, que me voy a detener muy brevemente, en lo que considero un recorrido necesario, porque debo explicar algunos vericuetos de los periplos de este texto. Mi amigo y maestro Rigoberto Lanz, en su presentación de este libro, asegura que desde hace 20 años transitamos juntos un similar discurrir, pero en mi caso, además de la amistad que nos une, atesoro un regocijado agradecimiento eterno por sus enseñanzas, influencia y su tenaz forma de ser y darse en los otros, por ser la vida que es.
Y porque él ha sido el motor de muchas horas, días y años de desvelos acumulados para los demás, a favor de la angustia del pensamiento que sembró -en algunos para siempre- en un numeroso grupo de hoy reconocidos y respetados intelectuales que ha moldeado -dentro y fuera de nuestro país- También es mucha la deuda que sostengo con buena parte de ellos, mis compañeros del CIPOST, de los que también mucho he aprendido.
A todos aquellos, que sin pretender formar parte de una corriente o “tendencia” intelectual, nos mantenemos unidos, a veces sin vernos ni comunicarnos por años, por el afecto y las ideas comunes del hilo invisible de la pasión emancipadora.
Por eso espero que este libro no los defraude (todas las inconsistencias son del autor, mi pura y llana responsabilidad) y si les parece, que lo sientan suyo, pues de algún modo también es un reconocimiento a la perseverancia de tantos que no han abandonado el camino que marcó aquel esfuerzo inicial del maestro Rigoberto, quien, luego de la crisis del final de la década de los 70, del derrumbe la izquierda radical, no se resignó al bostezo.
Rechazó con vigor el puesto ofrecido por la cómoda poltrona de la frustración en la que se quedaron detenidos para siempre los numerosos oportunistas que hoy utiliza y desecha a gusto la maquinaria opinática dominante, e inició un recorrido de ruptura crítica de todo el andamiaje intelectual que acompañó a la izquierda, mientras publicaba polémicos textos y caminaba por todo el país. Hasta que a principios de los 80, organizó un grupo de estudio comprometido (¿será eso acaso el intelectual orgánico?) y se preguntó públicamente, cuando otros se acomodaban al gobierno del capital en voz baja: ¿Podemos cambiar la vida, podemos vivir de otra manera?” Casi todos los que fueron tocados por su magia hoy acompañan el proceso de cambios que vive Venezuela y que lidera H. Chávez, de manera que creo que valió la pena.
En esa época lo conocí y tras la irrupción que anunciaba la aventura de responder a estas provocadoras interrogantes, iniciamos la ruta de los Talleres de Investigación Militante. En esos días también traté (quizá inútilmente, juzgue usted) el avatar de ir escribiendo lo pensado.
Por eso, el libro que ahora expongo tropezó en su construcción con varias escrituras, caminos, pausas y algunas publicaciones anteriores, son casi 20 años de experiencias compartidas y de dificultades comunes en el tránsito descrito, en el encuentro que pretende hacer un pensamiento colectivo.
El tiempo que infiltra, empuja e inflama con paciencia, madurando las cosas, creando su posibilidad, también forma parte de la intención de quien lo escribe, lo que hace de estos papeles, ruptura y discontinuidad continua con textos anteriores, además de una suerte de síntesis y captura de lo vivido. Pues más allá de la tesis doctoral, también existen decenas de relatorías, de debates que he conservado con celo, conversatorios, consultas, entrevistas con intelectuales invitados por el CIPOST, cursos académicos, trabajos de seminarios, 19 talleres postdoctorales, escritos para concursos, papeles de especialización, conferencias nacionales en todas las universidades del país, e internacionales, en institutos de investigación y Universidades, como La Sorbona, el MIT, Harvard, Lovaina, Quito, UNAM, etc., algunas publicadas y otras en tránsito. Así mismo diversos otros materiales que conservo con celo, llenos de tiempo y de memoria, impregnados y salpicados por los resquicios pasionales del mismo torbellino en el que tantos, entre ellos los señalados en los agradecimientos, hemos participado.
Entonces surgió el dilema acerca de si publicar la tesis doctoral íntegramente, sin más, o someterla, sin desnaturalizarla y restarle competencias académicas a una segunda escritura, a una torsión cualitativa que conservara, incorporara y negara, para ponerla al servicio de un doble movimiento: el propósito jubiloso emprendido por el colectivo iniciado por mi maestro R. Lanz. Que, tengo entendido, no es otro que el combate a favor de la transformación radical de todo lo existente de la mano de una Teoría Crítica, y la lucha por formar una corriente intelectual y moral que de cuenta de la crisis del pensamiento de la Modernidad.
¿Con la tijera de qué criterio, incorporar y sustraer simultáneamente, hurgando dentro de lo escrito, sin dañar o desdibujar el núcleo de lo expuesto y ya aprobado ante un jurado nombrado libremente por la Academia en su más alto nivel, y a su vez publicar un texto para el combate?
En estos casos y para ser justo con uno mismo, lo mejor es confiar y dejárselo a los demás, para que ellos, mis compañeros de ruta, quienes comparten los mismos sueños libertarios que llevo a cuestas, hagan el trabajo. Mis hermanos y camaradas, sin alterar una sola coma (,) seleccionaron en lo escrito y asumieron el devenir como método.
Es decir, me aliviaron la tarea cuando con delicado humor y cruda franqueza me preguntaron sinceramente: ¿Qué es lo que quieres decir en este momento? Y de allí partimos. Entonces todo lo demás fue coser y cantar. El asunto fue algo así: “Esto no va y punto”; “a esto le falta consistencia, trabájalo más; “ya va, si trabajaras un par de años más, con esmero, tal o cual tema, tal vez salga algo digno de ser leído y después publicado”; o, “mira, este documento está muy bien como para publicarlo por separado en una revista o como base de otro texto, pero no tiene nada que ver con el material central”.
Y luego: “¿Porqué no vas preparando otro libro, que por lo demás disfrutes un poco en el tiempo y que aparezca cuando sea su momento?”. Creo que fue lo mejor. En todo ello, ha tenido mucha responsabilidad la perversa, amorosa y delicada opinión de la mano amable de Daisy D’amario y especialmente de Magaldy Téllez.
Cuento esta historia para los amigos y por respeto a los lectores, si los hay, y también para decir con toda humildad que estas ideas no son propiamente mías, también pertenecen a reflexiones individuales y colectivas de muchos cruces, porque sin los otros, no serían posibles. Es decir, pertenecen a la voluntad poética y política de un colectivo; a un proceso, a un método, a una memoria, a una costumbre de estar juntos mientras a veces escribimos por separado. Mientras las soledades acompañan. Son parte de la tradición y de la contundente, constancia de un esfuerzo anudado en una ética común a un puñado de camaradas, y su transcurso, aún en devenir.
Es la obra de un debate de personas, con sus aportes, voluntades, voces, contradicciones, ideas y años. Nada de esto, por supuesto, otorga ningún privilegio, ni reclama ninguna recompensa. Es tan sólo parte de una historia que quería contar como homenaje a la gente que quiero. Tan sólo pretende ser un registro, un rastro, una humilde evidencia de lo que son capaces los encuentros felices y sus mezclas al lograr transformarnos.
Espero que lo expuesto, si es que sirve de excusa, me permita explicar por qué, parte del encabezado de este libro sufrió una muy pequeña mutación en relación con el subtitulo del texto doctoral original; gracias a una recomendación del jurado examinador.
Después de todo, lo que quiero decir, es que este material es el mismo y es otro. Dicho de otro modo, sigue la línea de una misma escritura pero es transformación que opera como reflexión crítica, de manera que se niega y afirma, en la medida que se conserva pero se traslada a otro movimiento del pensamiento. De manera que lo importante del libro ahora expuesto, es la intervención de una lectura de lo real que algo intenta en tanto que voluntad de una memoria y no su contenido.
Lo que en nada desnaturaliza su contenido académico, pues lo conserva en el estricto sentido de su consistencia y voluntad ético-política, en la naturaleza de la lectura que opera desde la máquina de sus enunciados y en la conservación de la mayoría de sus capítulos. La tesis inicial soportaba una carga que inclinaba la reflexión hacia elementos más asociados al paradigma de los campos culturales y los dispositivos massmediáticos de subjetividad política como centro, para desde allí desplegarse e instalarse en los problemas de la producción de biopoder.
Esta versión, insisto, sin perder ninguna relación con el primer texto, intenta más bien un abordaje más certero, multi-centrado en dispositivos y funcionamientos del cuerpo político y del dispositivo biopolítico, leídos desde la mediática, sus lógicas y sus distintos -si los hay- modos de producción de subjetividad.
Es decir, sin perder sus núcleos iniciales, el libro se desplaza unos grados hacia los equipamientos colectivos de la subjetividad político-mediática y sus operaciones, deslizando su campo gravitatorio y arrastrando también con él, otras líneas de fuerza en la intención de conseguirnos con el proceso político hoy en curso. Ni esta vez, ni nunca, me acompañan “razones académicas puras”. Testigo y partidario de las mixturas confieso, como A. Bretón, que el texto siempre es el mismo y es otro. Por eso construye y conserva el título y reconstruye el subtítulo; lo que cualquiera que cambia mientras permanece, entiende.
Esta posibilidad de decir permite, como afirma Rorty, múltiples escrituras dibujadas sobre un mismo texto. Es una decisión política responsable a la que Derrida llamó autodeconstrucción. Pues es a mi a quien corresponde en primer movimiento, la crítica de mí mismo, el reconocimiento de la falta y la incompletitud en un ajuste de cuentas infinito de la re-flexión con el Otro lacaniano.
Por eso, algunos capítulos con pretensiones eruditas y, por qué no decirlo, apegados al rigor intelectual, elaborados para el debate en el seno de la siempre respetada Academia; como por ejemplo, el dedicado por entero a los debates al interior de la teoría de las ciencias complejas y la transdiciplinariedad -escrito para darle consistencia y profundidad de método- fue alejado por ahora, tanto de la tesis como del libro, pues se trata de un debate que, aunque muy interesante, se acomoda mejor en el seno de los debates en los círculos de práctica de los mundos de estudios epistemológicos.
Otro, interesado en develar el impacto que podría tener la física teórica, como material de base de nuevos modelos, que empujen en el camino del desvanecimiento de las corrientes empírico-analíticas, también fue suspendido para los efectos de este libro, pues podría desviar el intento más inmediato que nos proponemos y derivar las pre-tensiones del texto.
Así mismo, omitimos un ensayo casado con la actualidad de la teoría del valor, aunque conservamos su espíritu, disolviendo parte de él en algunas fracturas de lo escrito, llenando así las hendiduras; saltando de aquí para allá dentro del texto, por la misma razón anterior, creando la sutura. Y también sustrajimos algún ensayo que otro, empeñado en descifrar las metamorfosis de La Forma-Estado, la tradición cívico-repúblicana y su ajuste al nuevo momento del capital, (“una de las más ingeniosas invenciones humanas y también la más terrible”, a decir de Foucault) tras el impacto de la mediática.
Preferimos entonces referirnos con frecuencia a la influencia que tenemos del pensamiento de T. Negri y E. Laclau, en este sentido. ¡Ah!, también prescindimos de otro capítulo más, éste vinculado a la crítica filosófica que va de Descartes a Bergson, pasando por Kant, Hegel, Leibniz y Nietzsche, el cual intenta ser una crítica de la presencia y uso de estos autores en las corrientes vinculadas al liberalismo en la política y su modelo de gobierno como “forma administrada” (Weber), dentro de la tradición del Estado liberal moderno y el discurso de la constitución cívico-republicana. De todos modos conservamos algunas referencias necesarias.
Decidimos dejar para después (hay que confiar en el tiempo azares y sus oportunidades) una reflexión sobre distintos clásicos de la Modernidad, como Maquiavelo, Hume, Montesquieu, Locke, Hobbes, Rousseau, Tocqueville, Schmitt y otros. Porque de alguna manera ya el tema ha sido tocado en publicaciones anteriores y no queríamos tampoco dos polos dominantes en el trabajo, uno hacia la epistemología de la comunicación y otro hacia la epistemología crítica de la política. Todos estos escritos fueron sustraídos con el sano propósito de ser corregidos y actualizados a la luz de los tiempos que corren y para que alumbren otro libro más específico sobre tales temas, si el destino y el tiempo dan para el caso.
Además, para restarle aire de sermón enciclopédico a este libro (también, por la influencia y según la opinión de un amigo editor, quien nos sugirió un libro con menos de 600 páginas, para ahorrar costos y quitarle “peso” físico al texto y que no alejara al “consumidor”) y permitir así una lectura más ligera y concentrada en menos temas, opté por colocar el acento en el dispositivo información-comunicación del universo mediático, así como su vínculo con el campo de producción de lo político y sus lógicas, garantizando de algún modo un instrumento más cercano al ensayo sobre “el terreno” y el campo de delimitación específico del discurso comunicológico-político que hace la sensibilidad subjetiva.
De todas maneras, el trabajo que hoy exponemos está fuertemente cruzado y salpicado de lo otro, su incompletitud y su falta. Contiene una nostalgia por lo que se va y se queda, la misma que habita en el corazón del editor de una película cuando selecciona las escenas. Esperamos no habernos equivocado en la escogencia y la mezcla, o en todo caso “haber incorporado a voluntad el error correctamente”.
Por eso, después de meditar un poco, no sólo “actuamos por substracción y olvido”, también pudimos incorporar un breve y último capítulo sobre el cuerpo y su corporeidad, en clave de Spinoza, como punto de cruce, síntesis, si la hay, del Poder y La Potencia, “destino final de todo” y punto de partida para mi investigación postdoctoral que comenzó hace ya algún tiempo de la misma mano del CIPOST y de mis amigos, eternos maestros.
Espero que las presuntas omisiones no llenen de lagunas al texto en sus manos. Además, este libro ha nacido para ser criticado hasta el punto de su abolición, por eso mismo, quisiera darle por anticipado la bienvenida y pedirle a los amables refutadores y a los críticos de oficio, que tengan paciencia en la lectura, pues las palabras incompletas hoy exhibidas, forman parte de una serie de varias obras antes publicadas y de otra hoy en proceso que, sin intentar una suerte de “totalidad” dentro de nuestra investigación, sí contienen alguna continuidad.
Así que no se justifica por ahora la ansiedad, por el contrario, hace rato que comenzó el debate, aunque algunos no se hayan enterado. Todo lo que se diga será aceptado y servirá de motivación para el pensamiento y, tal vez, para construir las respuestas a las observaciones críticas que puedan concurrir como apoyo o excusa para un próximo otro libro, que quizá in-corpore “la falta” al debate y que pronto vea su momento -si hay buen tiempo-, lo cual permitirá añadir y añejar mejor el esperado, necesario lugar de constricción ante el obligado y siempre bienvenido ensañamiento del rigor intelectual.
De todos modos, creo que este modesto libro no tiene otra pretensión que instalarse como punto de observación y de obsesión en la discusión sobre los contenidos de los problemas de las así llamadas ciencias sociales; reconocerse en las inflexiones del presente, así como en la forma que adquieren sus conceptos y sus prácticas, las cuales se debaten hoy en la arena de la discusión epistemológica más actual. Temática que resulta fundamental para la formación de los comunicadores que, aunque no quieran, enfrentarán los retos del futuro.
Advertimos además, con el permiso de los lectores amables y pacientes, y explicamos, que hemos incorporado unas cuantas citas para indicar líneas de fuga, porque ellas pueden ser leídas transversalmente con este u otro texto y que, a su gusto, pueden actuar también como resonadores u ondas vibratorias de otras voces al oído, ocultas cual fantasmas, conversaciones de otros contenidas en el libro, laberintos, trozos de ADN viral que “infectan” el sentido de lo escrito.
¿A que viene todo este giro? No tenemos nada que temer ante la crítica, de ello estamos hechos. Es más, estas confrontaciones saludables las promovemos siempre con ardorosa costumbre, la aspiramos con humildad y forma parte de nuestra cultura política y nuestras prácticas más cotidianas y familiares, son piel del cuerpo, junto al deseo que nos mueve.
Sin embargo, como es de esperarse, vemos con agrado y sin sorpresa, cómo, más allá de la crítica y la refutación intelectual de profundidad, ya comienza a sacudirse la charca putrefacta de las oscuras alcantarillas del periodismo amarillo y se lanzan conjuras, infamias y blasfemias desde algunos medios, sobre nuestra impecable tradición intelectual y académica. De veras esto nos recompensa, ¡Gracias!
A estos seres poblados de pasiones extravagantemente tristes que tanto nos alegran, llenando nuestras vidas de razones para la perseverancia revolucionaria, recomendamos la sentencia con la cual fue en 1656, acusado de blasfemo, expulsado de La Sinagoga y excomulgado, Baruch De Spinoza; de manera que puedan ahorrarse la lectura del libro y la salud de sus resecas y resentidas neuronas:
  • Excomulgamos, maldecimos y separamos a Baruch Spinoza, con el consentimiento de Dios bendito y con el de toda esta comunidad; delante de estos libros de la ley, que contienen 313 preceptos; lo excomulgamos con la misma excomunión que Josué lanzó sobre Jericó, y con la maldición que Elías profirió sobre los niños de este pueblo y con todas las maldiciones escritas en el libro de la ley; maldito seas de día y de noche; maldito seas al acostarte y levantarte; maldito al salir de tú casa y cuando a ella regreses; que Dios no te perdone jamás; que la airada cólera de Dios se inflame contra tal hombre y le envíe todas las maldiciones que en el libro de la ley hay escritas; que Dios borre su nombre de el cielo y lo aparte de las tribus de Israel, con todas las maldiciones de los pergaminos sagrados. Los que permanecéis en El Señor vuestro, vivid eternamente. Que nadie tenga trato con él, ni escrito ni hablado; que nadie permanezca con él bajo el mismo techo, y ante todo, que nadie lea lo por él escrito.
Ahora bien, si con esto no es suficiente, junto al asesinato moral del autor, también recomendamos el asalto de las librerías y la hoguera de toda edición de este libro, incluido con ella, por supuesto, al escritor del mismo. ¡Qué así sea! Amén!




CITAS
1 T. Wolfe, “McLuhan and his friend [Crónica]”, en revista Vanity Fair, Nº 123, Nueva York, 7 de junio de 1971, p. 29.
2 Publicados originalmente en 1962 y 1964, respectivamente. M. McLuhan, La Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Barcelona, 1993; Para comprender los medios, Paidós, Barcelona, 1996.
3 A. Piscitelli, Ciberculturas, Paidós, Buenos Aires, 1995.
4 J. F. Lyotard, Lo inhumano, Manantial, Buenos Aires, 1998.
5 T. Roszak, El culto a la información, Gedisa, Barcelona, 2005, p. 15.
6 Véase: S. Žižek, La revolución blanda, Atuel, Buenos Aires, 2004.
7 F. Dyson, El infinito en todas direcciones, Metatemas, Barcelona, 2004.
8 R. Jastrow. Citado por Dyson, en El infinito en todas las direcciones, Metatemas, Barcelona, 2004.
9 A. Damasio, En busca de Spinoza, Crítica, Barcelona, 2005.
10 G. Edelman y G.Tononi, El universo de la conciencia, Crítica, Barcelona, 2002.
11 S. Žižek, Conferencia, Universidad de Buenos Aires, Abril 2003. (Mimeografiado).
12 F. Mires, La revolución que nadie soñó, Nueva Sociedad, Caracas, 1995.
13 Uno de estos nuevos actores son las nuevas tribus sociales que se están agrupando alrededor de los hipertextos y del cyberespacio. Los cyberpunks contienen en su interior a los hacker, cyfer, cyberhippies y demás especies que hoy pululan alrededor de la tecnología. Tienen sitios en donde se reúnen, realizan encuentros mundiales, congresos, peticiones a los gobiernos y los más radicales practican nuevas formas de terrorismo y piratería que desconciertan a la banca mundial y a los gobiernos creándoles verdaderos dolores de cabeza. Estos actores, casi todos muchachos menores de 30 años, son capaces de generar crisis planetarias parecidas a los conflictos de la ciencia ficción. Algunos de ellos ya se están planteando novedosas formas de participación política y comienzan a hablar de los problemas de la subjetividad a la luz de estos cambios. Al respecto véase: J. Mayo, La contra cultura digital, Gedisa, Buenos Aires, 1999
14 P. Virilio, Un Paisaje de acontecimientos, Paidós, Barcelona, 1998.
15 A. Pasquali, Bienvenido Global Village, Monte Ávila, Caracas, 1998, p. 285.
16 C. Colina, “Nuevas formas de control social: ¿panopticismo electrónico o seducción postmoderna?”, en Anuario del ININCO, Nº 11, Caracas, 2000, p. 25.
17 D. Lyon, El ojo electrónico, Alianza, Madrid, 1998.
18 Véase también de C. Colina, “Telemática y control social”, en Anuario del ININCO, Nº 8, Caracas, 1996-1997, pp. 151-188. Y a J. Sulston. El genoma y la división de clases, Tebeo, Bogotá, 2005
19 L. Winner, La ballena y el reactor, Gedisa, Barcelona, 1987.
20 Ibid., p. 123.
21 “El proceso a una economía informática necesariamente implica un cambio en la calidad y la naturaleza del trabajo. Esta es la implicación sociológica y antropológica más inmediata de la transición de un paradigma económico a otro. Hoy la información y la comunicación han llegado a desempeñar una función esencial en los procesos de producción…El proceso que estamos describiendo no es meramente formal, es material y se realiza en el terreno biopolítico. T. Negri. Imperio, Paidós, Barcelona. 2002, pp. 269 y 327.
22 “Sin duda las vueltas y revueltas de la moda no pueden ser separados del inmemorial ethos del despilfarro demostrativo de las luchas simbólicas que acompañaron la expresión de los nuevos focos de riqueza… una nueva relación con la individualidad se abre paso, la moda conjuga siempre el gusto por la imitación y el gusto por el cambio, conformismo e individualismo, aspiración a fundirse en el grupo social y deseo de diferenciarse de él, siquiera sea en pequeños detalles… dichas exigencias vienen sencillamente a remontar el consumismo, la consagración de los goces privados, el derecho democrático a la felicidad. Es la cultura de masas materialista y psicológica lo que ha constituido el gran vector de la democratización sufrida por la relación con el lujo”. G. Lipovestsky y E. Roux, El lujo eterno, Anagrama, Barcelona, 2004, pp. 45-67.
23 “La mediación se impone ahora como realidad absoluta del sistema informativo. Tal mediación aspira incorporar al individuo a una reedición de los procesos primordiales de apropiación de sentido“. J. Martín-Barbero, Pretextos, Gedisa, Barcelona, 1999, p. 83.
24 O. Calabrese, La era neobarroca, Cátedra, Madrid, 1993.
25 Ibid., p. 26.
26 B. De Spinoza, Ética demostrada según el orden geométrico, Orbis, Madrid, 1980.
27 D. Colson, Pequeño léxico filosófico del anarquismo, Nueva Visión, Buenos Aires, 2001.
28 "Y finalmente, ¿qué soy yo? ¿Qué es uno mismo? Y ante esta pregunta, la subjetivación nos es mostrada entonces como un pliegue, como la forma resultante de una fuerza que se afecta a si misma, mediante ella, ese afuera se constituye en un adentro coextensivo que nada tiene que ver con la interioridad. Y hay que atender con sumo cuidado a esta caracterización que Deleuze hace del análisis foucaultiano de la subjetividad en sus últimos textos, como un tercer dominio, derivado del poder y el saber, pero independiente, un tercer dominio que es tanto condición de posibilidad del pensar como del resistir”. M. Morey, "Prólogo" a G. Deleuze, Foucault, Paidós, Barcelona, 1987, p. 19.
29 T. Adorno, Minima moralia, Amenar, Barcelona, 1983, p. 112.
30 F. Savater, Apología de sofistas, Taurus, Barcelona, 1988, p. 32.
31 H. Arendt, Hombres en tiempo de oscuridad, Gedisa, Barcelona, 2001, p. 87.
32 N. Richard, "Zonas de cruce", en Redes, Revista de Estudios Sociales, Vol. 3, N° 7, Buenos Aires, mayo 1997.
33 Cfr. W. Benjamin, Discursos interrumpidos, Taurus, Madrid, 1973.