miércoles, 15 de noviembre de 2006

CRÌTICA DE LA RAZÓN MEDIÁTICA
PRO-LOGOS

En un libro, como en todas las cosas, hay líneas de articulación o de segmentaridad,
estratos, territorialidades; pero también líneas de fuga,
movimientos de desterritorialización y de desestratificación [...]
Un libro es una tal composición y como tal inatribuible.
Es una multiplicidad [...] Nunca se preguntará lo que quiere decir un libro,
significado o significante, no se tratará de comprender nada en un libro,
sólo se preguntará con qué funciona, con qué conexiones hace o no pasar intensidades [...]
La mayoría de los libros que citamos son libros que amamos
(a veces por razones secretas o perversas).
Poco importa que unos sean muy conocidos, otros poco conocidos y otros olvidados.
Sólo quisiéramos citar con amor. No pretendemos reconstruir una memoria,
sino más bien proceder por olvido y sustracción, hacer así un rizoma,
hacer máquinas sobre todo desmontables, formar medios que dejen sobrevivir bien esto,
bien aquello: cuadernos desmenuzables en las sopas [...]
Cuando se le pregunta a Michel Foucault qué es un libro, responde: una caja de herramientas.

G. Deleuze y F. Guattari.

PRO(LOGOS)

COMUNICACIÓN: EL CLÍMAX DE LA ERA POSMODERNA
Rigoberto Lanz

Desde hace ya mucho tiempo las investigaciones más prometedoras en el campo socio-cultural se han planteado de diversas maneras esta doble tensión que gobierna al pensamiento crítico en esta época: hacerse cargo de la tremenda complejidad de fenómenos inéditos para la experiencia de transformación de la sociedad y cargar al mismo tiempo con la pesada responsabilidad de reformular buena parte de una herencia intelectual que se convirtió en obstáculo para comprender el mundo de hoy.
Este conflicto intelectual y humano es vivido en todo el mundo de maneras muy variadas. Los trayectos individuales hablan de esta tensión al compás de las biografías que tienen finalmente algo de intransferibles y otro tanto de fondo común en el que compartimos los avatares del “pensar juntos”.
Es este itinerario justamente el que perfila mejor la densificación de las propuestas que desde algún tiempo viene haciendo el amigo Juan Barreto en el campo de una reproblematización de las teorías de la comunicación, y más aún, en el cambio radical de la mirada que intenta dar cuenta de la emergencia de nuevas prácticas en la reconstitución de lo social mismo.
No es para nada casual que hace ya un par de décadas, cuando todavía Juan Barreto ejercía la experimentación intelectual de su Tesis de licenciatura, la cuestión central que gobernaba la agenda de aquellos días era justamente el debate en torno a una epistemología de la comunicación (ese trabajo de grado derivó en un libro que ilustra bien las preguntas que revoloteaban en aquellos espíritus febriles de los años ochentas).
Luego vendría una intensa travesía por los programas doctorales que fue alimentada por una circunstancia definitivamente crucial: la creación del CENTRO DE INVESTIGACIONES POST-DOCTORALES (CIPOST) por allá en 1989 en el que Juan Barreto estuvo muy involucrado hasta nuestros días.
Es evidente que esa enorme ebullición intelectual que ha significado la impronta del CIPOST marca de un modo emblemático, no sólo la agenda de un nutrido grupo de intelectuales de Venezuela y América Latina, sino la “caja de herramientas” que distingue de manara muy neta las formas de investigar, los estilos intelectuales, las tribus de pertenencia, los contenidos teóricos en disputa, el talante humano que apuesta por una implacable crítica de todo status quo.
Cada quien transita esta valiosa experiencia intelectual de manera personalísima, es decir, con las cadencias y modulaciones que son propias de las maneras como las personas se aventuran en el mundo de la producción teórica. En este caso particular es evidente la honda huella que ha ido dejando en la trayectoria intelectual de Juan Barreto el estilo de debate teórico que caracteriza a la gente del CIPOST: voluntad crítica que no se negocia, rigor epistemológico intransigente, empeño por democratizar el quehacer intelectual a través de las más variadas modalidades de diálogo.
Son muchos años los que hemos compartido de Seminario en Seminario librando “peleas” intelectuales en todos los rincones de Venezuela (habría que recordar que el CIPOST en ciertas épocas realizaba un promedio de treinta y cinco Seminarios nacionales y al menos dos Seminarios Internacionales. Sea como parte de la organización, como Ponente o como animador de los debates, el amigo Juan Barreto fue siempre uno de los más consecuentes participantes de estos fecundos encuentros donde se aprende a discutir, a conocer a los demás, a descubrir nuevos problemas).
Esa febril actividad ha bañado el temperamento teórico de muchos jóvenes investigadores que se han formado en la cultura del debate, en la lidia de los posicionamientos de las diferentes tribus, de las delimitaciones teóricas y políticas de los grandes problemas que atraviesan las agendas que hemos ido construyendo en común.
El pretexto de animar un proyecto de investigación o realizar un programa doctoral es el conector que permite disparar estos rumbos diversos de la experiencia intelectual de cada compañero. Ninguna es igual a la otra. Los nombres propios hacen la diferencia; las peguntas que atormentan a cada colega delinean las rutas y los tiempos que van perfilando el espesor teórico de los desempeños de cada quien.
El terreno de lo comunicacional ofrece numerosas ventajas para el despliegue de prácticas teóricas de nuevo tipo y por ello mismo abre distintas sendas para las búsquedas intelectuales que empiezan por cuestionar la herencia teórica que ha marcado tan fuertemente las maneras de mirar un asunto tan impregnante como el de los “medios” (una primera versión de la tesis doctoral de Juan Barreto se convirtió en su libro: Los medios de los medios. Allí quedaba reflejado claramente el filo crítico de una posición intelectual que intenta demarcarse del peso abrumador de las tradiciones positivistas que anulan la capacidad de comprensión de estos nuevos tiempos, y distanciarse también del dogmatismo de un marxismo empobrecedor que malograba a su turno el chance de entender lo que estaba ocurriendo con el fenómeno de la massmediática).
Una segunda versión más elaborada y mutante fue presentada y aprobada con honores como tesis doctoral y lo que tenemos ahora entre manos es un estadio de maduración intelectual en el que se expresa, mucho más visiblemente, el itinerario –escapado ya de compromisos puramente académicos– de esas incesantes búsquedas que ponen en tensión las usuales convenciones sobre las teorías sociales y los procesos socio-políticos de los que intentan dar cuenta esos modelos teóricos. Se trata ahora de un salto, para ahondar en la investigación de los procesos comunicacionales de cara a la complejidad misma de la cultura que los porta y prestando la mayor atención al lugar epistemológico desde donde se están pensando estos problemas: “la comunicación-información como nuevo dispositivo articulador del sentido de realidad que hace posible los nuevos ajustes y metabolismos de la lógica del capital”, dice el autor.
En este sentido el pensamiento se juega hoy en el terreno movedizo de la incertidumbre, la hibridez de temporalidades, mezcla de ritmos históricos, como tempo, y toda suerte de efectos de empatía más allá de la noción de contrato social, fuertemente articulada a una visión estética. Todo esto vinculado a un nuevo tipo de relacionamiento, un estar juntos, imbricado con los equipamientos tecnológicos y la expansión impresionante de los tejidos comunicacionales.
Procesos tales que hacen posible el vaciamiento massmediático del espacio público y reducen las relaciones de identidad política al juego de la competencia publicitaria fuera del marco de comportamiento de los contenidos normativos de la sociedad moderna.
La posmópolis o comunidad virtual, puede ser la metáfora urbano-espacial de la mutación de lo político hacia una tecno-cultura, lo cual supone de suyo, una transición epocal, lo cual supone también nuevos dispositivos discursivos y otro equipamiento intersubjetivo. Lo cual define profundamente los criterios de realidad y redefine en profundidad las lógicas relacionales y comunitarias vinculadas a lo comunicacional.
Es justamente, el aventurarse en este territorio, lo que ha ocurrido con la definitiva tesis doctoral que ha adquirido la forma de este libro. Lo que está en juego -en medio de una amplísima diversidad de conexiones teóricas con discusiones de ayer y de hoy- es la intensa reflexión sobre la significación actual del fenómeno de la posmodernidad al interior de las prácticas y discursos que hacen a una nueva visión de los procesos comunicacionales.
En particular, una atenta investigación teórica sobre los complejísimos -y vitales- nexos entre comunicación y política (ambos polos de este binomio en pleno proceso de transfiguración por los devastadores efectos de la crisis de la Modernidad y el advenimiento de las nuevas realidades que son inherentes a lo posmoderno como cultura, como transición epocal).
Justamente la dimensión política de la vida intelectual de Juan Barreto constituye una poderosa fuente de inspiración para el trabajo de recreación teórica que estamos comentando y fuente también de numerosas tensiones y conflictos que se han vuelto consustanciales a los modos de pensar los agudos problemas de las sociedades latinoamericanas. Ha de suponerse lo que han significado todos estos años de creciente involucramiento en la vida pública al tiempo que se agudizan los efectos de la crisis de paradigmas y el desmantelamiento de los viejos modelos ideológicos. Pensar a la intemperie y tener que lidiar intensamente con la construcción de opciones políticas en contextos como los que se han conocido en la Venezuela de la última década es una experiencia excepcional que plantea desafíos humanos e intelectuales demasiado exigentes.
Desde luego, nadie “elige” por caprichos temperamentales estos cursos históricos de la vida. Las cosas han ocurrido así y en ese torbellino el amigo Juan Barreto ha toreado a su manera los retos de una militancia política protagónica con el tempo de la creación intelectual (que no van siempre juntas ni pueden superponerse burocráticamente). De esa amalgama humana, discursiva y teórica está impregnado todo el texto que ahora comentamos.
El balance de esta singular concurrencia de factores es altamente positivo, no sólo porque introduce un importante elemento de corrección al academicismo incontaminado de las tradicionales Tesis Doctorales, sino porque a la vez irrumpe con fuerza frente al modelo reinante en la élite política desde hace décadas que consiste en una letal combinación de ignorancia enciclopédica y arrogancia pantallera.
A contrapelo de este estado de cosas el amigo Juan Barreto emblematiza otro perfil de operador político, es decir, la exigente articulación de un desempeño comprometido hasta las últimas consecuencias con una férrea voluntad de aquilatamiento intelectual (que se expresa no sólo en las modalidades académicas de formación doctoral sino también en un estilo personal de trabajo reflexivo en el que la indagación está siempre presente en medio del tropel de una vida cotidiana tan endemoniadamente saturada de compromisos radicalmente militantes).
Para un centro de investigaciones como el CIPOST es una fortuna contar con la singular participación de colegas como Juan Barreto. Para quienes hemos estado cerca -por carambolas de la vida- de este particular trayecto de evolución intelectual resulta muy gratificador poder celebrar el advenimiento de este libro. Celebración ésta que es en el fondo un homenaje a la amistad de tantas maneras cultivada en este transitar por la experiencia de lo sueños, de las travesuras, de las entregas sin recompensas a la vista.
Por lo que hay que decir también, que la Tesis doctoral de Juan Barreto, fue aprobada y calificada por unanimidad, por un jurado legítimamente constituido por cinco doctores electos por el Consejo de Facultad de FACES-UCV y refrendado por el Consejo Universitario de esta misma Universidad, logrando la máxima calificación de 20 puntos, el reconocimiento de EXCELENTE, “por aportar elementos novedosos a las ciencias sociales y por su amplitud y rigurosidad”, además de recibir una recomendación para el Comité Académico de postgrado, para que le fuera conferida una Mención Honorífica y su publicación, por sus aportes al conocimiento. Cosa rara en esta casa de estudios, al menos a nivel doctoral en mucho tiempo, por lo cual, el CIPOST ha decidido sacar a la luz su contenido en forma de libro.
Lo que nunca queda de forma acabada es el caprichoso sentido que las pasiones le imprimen a la vida y que a veces se expresa en libros, como grandes estallidos del lenguaje.
Lo dicho, dicho está. Para qué agregarle otros indumentos a las palabras y conceptos que se pondrán a prueba en las inteligencias de cada lector. Lo que nunca está definitivamente dicho, es el caprichoso curso de los afectos y de las querencias. Los recuerdos, lo vivido y el porvenir. Por ello aprovecho esta ocasión para celebrar lo que de todo queda, lo que en verdad vale la pena: la amistad, dejarse afectar por el otro.
LOS NUEVOS MUNDOS SIMBÓLICOS
Nelson Guzmán

La investigación que nos ofrece Juan Barreto en su libro Crítica de la razón mediática, hunde su escalpelo en las redes vivenciales en las cuales se confecciona la cultura moderna. El autor siente que todo se ha conmovido, no existe ayer. El mundo ha sido tomado por la profundidad de la velocidad.
Nuevos mundos simbólicos van engarzando y separando a la vez a las generaciones. La riqueza consiste en que estamos en el estar y el no ser. La noción de fijeza ha desaparecido. La máquina ha invadido al hombre, pero a la vez le ha proporcionado un poder inusitado, y sobre todo una disposición: la creación.
La mediática en un solo instante puede hacer aparecer y darle forma a discursividades que, en las viejas disertaciones, tardaban años en conformarse. El mundo dispone de una nueva tecnología que ha concedido fuerza a lo demoníaco, criaturas de la imaginación y de los sueños están allí rastreando laderas y vericuetos inusitados de lo imaginario y las seguimos a todas las partes a donde debamos ir.
El cine, y la televisión han hecho posible la ficción. El mundo telemático nos ha convocado, somos demonios y ángeles a la misma vez y en esos cartabones de la acción debemos decidir constantemente. Nunca como hoy ha existido una civilización en donde lo inconsciente esté allí frente a nuestras propias narices, jamás el hombre había tenido la garantía de ser su propio redentor.
El libro de Barreto deslindándose desde un acercamiento-paradoja del discurso-de La Escuela de Frankfurt nos sumerge en el cuadro de la subjetividad del hoy. El clima cultural del presente nos acerca con gran velocidad al otro, sus noticias, sus acciones de vida no nos son ajenas, el mundo satelital, las redes de información han creado otra memoria. Claustro de lo eficaz, de lo banal, dependiendo todo del uso que le demos, es allí donde se manifiesta la noción de atributo y sentido que una civilización va adquiriendo.
No estamos sólo en la mediatización de la técnica, sino en algo más profundo, la probidad de los hombres. La razón ha rebasado todas las limitaciones, ciencia y ficción han comenzado a encontrarse, pero un riesgo subsiste como siempre, el estallido de las pasiones. Esta vez como nunca una rabieta, la vileza, y el odio pueden llevar a que todo sea Physis, polvo de los polvos, camino original, disgregación, diseminación.
El problema crucial que aborda este escrito viene dado por la relación entre ética y política. En las sociedades de la modernidad tardía, los medios jugaron un papel extraordinario, prospectivamente diseñan las conductas de los hombres; éstos mueren por el mensaje, yacen en el lecho de Procusto, lo más importante son las visiones del mundo que inoculan a los hombres.
Las guerras son mediáticas, los adherentes son conquistados en sus emociones. El proyecto que se juega está atado al mundo de las sensaciones. Los medios han resemantizado el sentido de Occidente, la tábula es la mercancía, la realidad surge como una promesa, y es desde ese imaginario que cobran fuerzas las temáticas y propuestas de un tipo de sociedad.
La modernidad comprendió con rapidez que la industria cultural no era sino emoción, roce, crinejas de los olvidos. Lo simbólico, lo imaginario se le da a las sociedades y a los hombres como cura, como catarsis, sin ese vahído que son las mercancías de la industria cultural, ante la miseria, los hombres morirían sofocados, tristes, procelosos. No siendo el sentido de la legitimidad propuesta, la industria cultural trabaja con el acicate de la felicidad.
Barreto toma distancia de las interpretaciones sociológicas que estudian el mundo de los medios de comunicación como simple técnica de dominio. A su juicio lo que está en disputa son las guerras de las interpretaciones, no es al relativismo cultural a lo que se refiere, tampoco a la concepción del arte como estética pura, ni al fragor del caos. Lo que está en disputa es el cuadro de construcción de la subjetividad como discurso, como argumento, como poder y en esa simbólica los hombres ocupan lugares preferenciales.
Barreto nos presenta las disputas históricas en lo relativo a la construcción del concepto de comunicación. Se ha pretendido situar a los individuos y a las sociedades en relación a sus referencias, al grupo, a los estímulos. La comunicación planteada como logro, como técnica, como necesidad de conformar una ingeniería de lo social ha generado un discurso que apunta hacia la estabilización.
Barreto da cuenta en su trabajo del pensamiento habermasiano y de su gramática de conformación de lo social. Habermas se reclama de la modernidad, considera que ésta es un proyecto inconcluso, y en su afán de darle coherencia al Logos propone el diálogo perlocutorio.
Los argumentos deben servir para la paz, y para dar raciocinio hacia lo que amenaza con caerse. Los argumentos de Habermas se sostienen en la ideología universalista; este autor confía en la razón, trata de rehabilitarla. Sabe que el caos está en todas partes y que será necesario bridarlo. El autor se mantendrá sujeto a las grandes promesas de la modernidad.
Barreto nos muestra en la articulación de su escrito la aparición de otras circunstancias, la ordenación de una nueva arquitectura simbólica que atiende básicamente a la aparición de un mundo del entretenimiento en donde los medios actúan para homogenizar, para sintetizarnos en una dialéctica del sujeto que en el fondo no plantea otra cosa que la aparición de una filosofía de la pragmática en donde la globalización tendrá la tarea de hacernos uno, y de prepararnos un mundo de la felicidad, y a la vez de la angustia y de la separación.
Hijos de los medios y entrampados en un universo molecular, se estructura la gramática y la política como iracundia, como placer, como posibilidad y como síntesis. El paraíso ha desaparecido y ha dado paso a lo cinético, a las elucubraciones nocturnas, diurnas, impresas, y oníricas que nos señalan y nos pautan la vida. Todo va cambiando y adecuándose a aquello que Habermas llamó en sus primeros libros una filosofía del interés. Las producciones del capitalismo se han universalizado, se ha impuesto una estética de los gustos.
El gran refugio de los hombres y de las masas parecen no ser ya parte de la calle. El concreto lo invadió todo y quedan los lenguajes, las metafísicas del éter que no son sino los medios. Derrida invocando a Heidegger se quejaba de ese espíritu cernido que es la modernidad.
Los medios en ese rumbo habrían de reconducir la vida hacia la virtualidad. Hoy la cinética son los fangos, las espesuras por donde debemos transitar; existencias diseminadas al lado de la hojalata, pero no obstante son palpitar. Entre el limo, la fungosidad, y las balas de desintegración del cine de horror está el hombre transmutado.
El medio es la memoria de su memoria, es su propia indigencia del futuro, no se sabrá lo que ocurrirá, los hombre bostezan en el aliento del miedo, los medios están allí incitando las pasiones con promesas de paz insertas en mensajes de guerra.
Juan Barreto abre con este libro un universo de discusión que no se puede dar sino en el territorio de las imágenes, los ejes de conocimiento indican la recuperación de otra perspectiva desde donde dar el debate, éstas son las metáforas.
El hombre postmoderno sabe que debe emanciparse, el problema siempre ha sido el cómo, y dónde, y desde qué territorio. La modernidad demostró la confiscación que hizo el capitalismo con las conciencias contestatarias. Herbert Marcuse lo avizoró bien pronto, el ideal de confort estaba diseñado en los Estados Unidos de Norteamérica para arrebatar las banderas a los movimientos sociales y étnicos, sin embargo éste radicó como una instantaneidad, el libre mercado seguiría diseñando la espesura del mal y hundiendo al hombre en la herrumbre del siniestro.
La interrogación que se planteaba era si seguía teniendo vigencia el marxismo con su teoría de la alineación; teóricos de distintas pelambres como lo diría el finado Ludovico Silva irrumpieron, unos para condenarlo otros para vindicarlo hasta el sectarismo. Hoy encontramos un problema serio planteado para toda utopía y es el de la eficacia.
Sin un lenguaje plural las utopías son irrealizables. Está planteada la reingeniería de los lenguajes, la dignificación de los procesos y esa es la expresión y la convocatoria que nos formula Barreto desde la riqueza comunicacional de la expresión.
La comunicación debe expresarse como enunciado de lo más raigal que tiene el hombre y esto es la dignidad. No obstante nuestra autobiografía social como cultura nos ha sido lacerada hasta la saciedad, las historias de vida de los medios nos afilian definitivamente a la producción de un mundo cuyas tecnologías apuntan al mercado, y a la venta de productos por TV.
La tele se ha vuelto un gran supermercado. Una industria de imbecilidades en el país siente la amenaza de ser desplazada por lógicas argumentativas que prevean la formación y la puesta al día de un hombre que en su condición de ciudadano reclame lo que le corresponde, el derecho de ser informado con certeza. El Estado debe asumirse como ético y ejecutante responsablemente de la fundación de un mundo mejor.
Los medios producen el discurso y convocan a un mundo fractal. En Venezuela subsiste una idea de modernidad mal entendida. Los intelectuales conservadores -los de medio cachimbo, y los críticos que dejaron de serlo- se reclaman del positivismo sin darse cuenta. Se sigue invocando una modernidad más tecnológica que modernidad, más gringa que modernidad. Los medios reclaman un nuevo lenguaje, el de la experimentación con contenido y ese lenguaje somos nosotros como pueblo, inéditos pero con la necesidad de manifestarnos con nuestra epidermis.
La política ha resurgido en nuestro país como monstruosidad. Nunca se había sido tan insincero en nuestra historia. El reclamo es que se debe recomenzar y esto implica la rotura de los viejos goznes. Los barcos no pueden permanecer anclados en la distancia. Para utilizar una frase muy cara a Jacques Poulain estamos ensayando un lenguaje de la experimentación.
Los medios han invadido la subjetividad. Diseñada una política de la conquista del poder el lenguaje actúa como instrumento, como un saber, para evocar a Foucault, que produce una tecnología del yo. Desde allí la tríada: poder -saber- subjetividad, crea los tropos de la conciencia, hundidos en un mundo que cultiva la estupidez; la cual seguimos repitiendo sin el menor arrebol de vergüenza.
La cultedad ha devenido en complejo de cultismo, no de lo mejor de la cultura de los imperios, como puede ser su literatura, su arte, su cine y pare de contar, sino de lo demencial. El exceso de maquillaje en los mass medias deviene en mal gusto, proclamar la muerte del pasado reinventa un lenguaje que se sitúa más allá de los hombres, de sus emociones históricas para instalarse en lo que no puede ser, la aniquilación de la memoria.
Este libro, Crítica de la razón mediática, nos convoca a la discusión del sentido que han tomado los saberes. Atrapados por este nuevo clima cultural estamos avisados de que debemos dar la batalla por conformar una nueva utopía en sintonía con un mundo que sufre a cada instante grandes cambios y convulsiones.

TRAYECTOS CLAVES PARA PENSAR EL SOCIALISMO COMO PASIÓN
Magaldy Téllez
Hay invitaciones que resultan tranquilizadoras y confortables para los invitados y para quien invita, porque de alguna manera anticipan para ambos lo sabido, los resultados de un encuentro previsto para el sosiego que produce la seguridad de los interlocutores y de los lugares en los que se da el encuentro. Y hay invitaciones que pudiéramos llamar intranquilizantes y riesgosas para los invitados y el invitante, pues no hay manera de anticipar, de prever, de programar lo que ha de ocurrir en el transcurso de la fiesta, de modo que ante ellas y en ellas, el gesto del titubeo y del desconcierto.
Particularmente, y especialmente en el terreno del debate intelectual cruzado por el talante político, me gusta optar por este último tipo de invitaciones, aunque, sin duda, me lance a ellas no sin ciertos tartamudeos. Así que cuando mi imprevisible e incatalogable amigo Juan Barreto me extendió esta invitación no pude menos que recibirla como un don, porque sé que Juan no espera elogios tranquilizadores y reconfortantes, no puede esperarlos, porque Juan es el nombre de un cuerpo singular que se hace y rehace con un lenguaje liberado del lenguaje legitimado y legitimador del orden, y el nombre de un lenguaje hecho cuerpo liberado del cuerpo orgánico y dócil. Pero también la recibí con agrado, pues su invitación no me fue hecha como la prologuista de su libro sino como una singularidad más cuya voz entra en las múltiples voces de este libro, como se entra a una fiesta sin más propósito que la fiesta misma, por lo que ella ofrece.
Así entré en Crítica de la razón mediática, el libro de Juan Barreto encontrándome a la entrada con su epígrafe inicial: un fragmento de Gilles Deleuze, en el que dice que en un libro no se busca «comprender nada», sino preguntar «con qué funciona», «con qué conexiones hace o no pasar intensidades», porque un libro, y agregaríamos, un libro que no sea libro en el sentido canónico, no hace sistema, sino «rizoma», «máquinas desmontables», o «medios desmenuzables… que dejen sobrevivir bien esto, bien aquello». Como una cita con la que se abre un libro es remisión a lo que, de cierta manera, se puede intuir que encontraremos luego en sus trayectos, me parecía que el umbral ya era promisorio. Aunque la mala fe me hizo pensar: veremos si el experimento de Juan funciona como un rizoma, como una máquina desmontable, como una escritura nómada y paradojal cuyas líneas de sentido sean disparadas en múltiples direcciones. Con esta mala fe, aunque también, y sobre todo, suspendiendo mis supuestos saberes, me adentré en su lectura y en mi escritura, pues no se lee sabiendo lo que se lee, ni se lee si aquello que se lee no va provocando ruptura en nuestras propias escrituras.
Como no leí este libro para hacerle un prólogo, debo decir que fui adentrándome en él, saliéndome de él, perdiéndome en él, todo poco a poco a la vez. No podía hacer otra cosa, pues Crítica de la razón mediática evoca las imágenes del Minotauro y del Laberinto cuando éstas dejan de representar lo monstruoso y lo extraño, que generan rechazo, para hacer que despierten en nosotros una curiosidad asociada al reconocimiento de la complejidad del mundo, a nuestra extraña condición en él, a nuestras relaciones con los otros y con nosotros mismos, opacada por el lenguaje que da por supuesto el saber como un camino lineal conducente a la verdad original, como si el saber condujera a la salvación, al afuera del laberinto en el que, sin embargo, como el Minotauro, se vive.
Asterión, el minotauro borgiano, es quien teniendo el habla, describe su morada: «sin puertas cerradas, sin cerraduras, sin centro, en la que todas las partes están muchas veces [y] cualquier lugar es otro lugar», un lugar múltiple que se bifurca delante de sus pasos, de sus juegos y de sus deseos de ser otro Asterión. Así, desmiente la creencia de que él es un prisionero. Y, también, quien al meditar sobre su morada, dice del otro, de los que fingen que van a visitarlo y les muestra la casa, de los que entran y corren alegremente a buscarlo, del que espera como su redentor haciendo resonar estas preguntas: «¿Cómo será mi redentor? ¿Será un toro o un hombre, será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo? », cuya fuerza debilita la de Teseo: «¿Lo creerás Ariadna?... El minotauro apenas se defendió».
Asterión, en efecto, habla de la exploración de su propia morada, en la que percibe que no hay un centro ni un camino fijo y recto, que no es el prisionero de la construcción de Dédalo sino el viajero perenne que no requiere del hilo de Ariadna, sino de sus recorridos, que importan no por su inicio y su fin sino por ellos mismos como experiencia en y con el laberinto. Porque en el laberinto cada camino desemboca en otros, cada bifurcación conduce a otras y ningún punto está desligado del otro.
Así me hizo recorrer Juan Barreto su libro, de modo que, al menos por mi singular exploración en él puedo decir que sí acudió a la cita con Deleuze, inscrita como marca a la entrada de su libro, su transitoria morada. De hecho, el (la) lector(a) podría comenzar y continuar por cualquier parte o ensayo, pero cada parte o cada ensayo les hará invitaciones para ir a otros y entrar en ese vasto y plural campo de relaciones que se abren entre la massmediática, la construcción de subjetividad y la política.
Y, así, me imagino que Juan recorrió sus propios laberintos para elaborar su Crítica de la razón mediática, seducido por la inquietud acerca de cómo funciona el dispositivo información-comunicación en la trama de fuerzas, límites, posibilidades, peligros y potencias que contiene el instante espacio-temporal que habitamos, eso que llamamos el presente. Pero precisemos, una inquietud a su vez seducida por la voluntad política, lo que fue haciendo que su escritura discurriera por el entrecruzamiento entre massmediática y consumo como lógica de sentido inherente a la forma-capital hoy, y a las sociedades de control; por el papel de la mediática en la inmaterialidad del capital, basada en la precesión del consumo respecto de la producción; por el dispositivo mediático en la construcción de subjetividades, por lo que ocurre con la massmediatización de la política -su ausencia-, por las territorializaciones, desterritorializaciones y reterritorializaciones que hoy tienen lugar en la máquina de máquinas que es la biopolítica y la modalidad de las relaciones de poder que le son propias; por la refundación de la política, el cuerpo de la política -no el cuerpo biopolítico- la multitud, la potencia-poder constituyente y la reinvención del pueblo, entre otras cuestiones. O, mejor dicho, entre otros trayectos.
No es casual que Juan haya surcado estos recorridos apelando a diversas herramientas donadas por pensadores como G. Deleuze y F. Guattari, M. Foucault, J. Derrida, U. Eco, T. Negri, G. Balandier, J. Baudrillard, G. Vattimo, P. Bourdieu, R. Debray, E. Laclau, M. Maffesoli, P. Virilio, I. Mészáros, S. Mezzadra, A. Piscitelli, J. Ramoneda, J. Rancière, y P. Virno, entre otros. Tampoco, que en tales trayectos hayan surgido los espectros de Spinoza, Nietzsche y Marx. Nada más y nada menos que los pensadores malditos cuyos cuerpos de palabras siguen dando qué pensar y qué decir para hacer vibrar-trastornar nuestros cuerpos.
Digamos, entonces, que la búsqueda de Juan Barreto en este libro es, en un mismo, movimiento teórica y política, tal vez aceptando la invitación deleuziana: pensar es crear, crear es resistir. La fecundidad de esta búsqueda, se expresa en indudables aportes, entre los cuales, podría señalar gruesamente los que me parecen de mayor valor e importancia.
El primero de ellos, sin que esto suponga el establecimiento de una jerarquía, es que aquí se ensayan respuestas a preguntas nuevas, como las que reclama la emergencia de una condicional epocal cruzada por la lógica massmediática. Por esto puede decirse que Crítica de la razón mediática da espesor epistemológico al abordaje de la comunicación como campo de conocimiento, es decir, una cierta autonomía por la cual la dimensión comunicacional deja de ser subsidiaria de enfoques sociológicos, politológicos o psicológicos, para tornarse un lugar desde el cual entrar en el análisis de la complejidad de lo social, hoy. Vale señalar que lo social ha sido leído desde distintos ángulos, económico, político, cultural, etc., donde lo comunicacional no ha conseguido un estatuto propio. Pero en este libro se logra con la creación del concepto del dispositivo información-comunicación.
Es lo que hace, por ejemplo, que este libro fluya por el modo en que somos constituidos por el lenguaje, el funcionamiento de los mass media en la red capital-comunicación-información, la construcción de subjetividad en y desde las mediaciones massmediáticas, la massmediatización de la política. Cuestiones sin las cuales sería imposible comprender el mundo actual y nuestras maneras de relacionarnos en él y con él.
El segundo aporte se expresa en las hipótesis desarrolladas respecto de la co-implicación subjetividad y política, a la que Juan Barreto dedica buena parte de su búsqueda. Insistamos, con Juan, en este asunto. Decir subjetividad y política es nombrar la dimensión subjetiva de la política y la dimensión política de la subjetividad, con lo cual estamos remarcando que la subjetividad es un proceso constitutivamente político, pues se construye en el despliegue de las relaciones con otros, implicando discursos y acciones de los cuerpos, sus afectaciones y sus intensidades. Lo que supone que la subjetividad no es algo dado, sino que se produce entre las prácticas sociales de sujeción y las prácticas de resistencia a ellas, lo no sujetado que se construye en acto y construye sus potencias en su propio accionar.
En estas hipótesis se invita a considerar las líneas deseantes de la política y las líneas políticas del deseo, cuya obturación ha sido una operación propia de diversos registros discursivos de lo social que han funcionado como dispositivos en el paso de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control. Obviar una y otra de estas dimensiones comporta, insistiendo de nuevo con Juan, seguir acarreando las consecuencias prácticas del discurso totalitario de la política, venga de donde venga.
Hacerse cargo de la co-implicación entre política y subjetividad, como lo hace Juan Barreto, es abrir(se) el espacio para pensar procesos que interpelan e, incluso, pueden llegar a subvertir la lógica capitalista y sus dispositivos de control, sin que los mismos quepan ser interpretados como procesos homogéneos y estables. Y, con ello, para repensar lo político, que siempre se juega en la potencia de los cuerpos. Así pues, no es casual, ni es un mero ejercicio intelectual, que los ensayos de la sexta y última parte del libro -La apuesta por la distopía de las multitudes: hacia una refundación de la política -, sean las que, a modo de bisagra, cierren y abran los trayectos recorridos, pues la textura de ellos densifica las interrogantes teóricas y políticas que conforman el terreno que Juan explora. Se trata de interrogantes vinculadas con la cuestión concerniente a las búsquedas que iniciemos o prosigamos en términos del pensamiento que Foucault definiera como una ontología histórica del presente, o una ontología histórica de nosotros mismos.
El replanteamiento de los vínculos entre subjetividad y política, la incursión en las diferencias irreductibles entre el cuerpo biopolítico y el cuerpo político, en el tejido multitud-cuerpo-potencia-poder constituyente, en el cual inscribir la reinvención del pueblo como modo de subjetivación política. Todo ello, traduce un serio esfuerzo por abrir cauces para comprender, por ejemplo, lo que se pone en juego en movimientos sociales que conjugan resistencia e invención, en cuya comprensión radica, en buena parte, el desafío de repensar lo político.
La importancia y el valor que, para este desafío, tiene hacer intervenir el entrecruzamiento entre política y subjetividad, se vinculan fundamentalmente con el hecho de que tanto los dispositivos de poder como los de resistencia operan, no sólo construyendo imaginarios sociales, sino también sobre los cuerpos. En un sentido, produciendo cuerpos dóciles que actúan de manera rutinaria y con movimientos limitados y fragmentarios. En el otro, el de las resistencias, propiciando cuerpos capaces de percibir y desplegar las potencias que surgen con el estallido de sus luchas, de enfrentar las sutiles y no tan sutiles formas de dominio. Cuerpos que deliberan, cuerpos alegres en el accionar de sus potencias, en las libertades que se construyen con este accionar, siempre asediadas por los poderes instituidos, en los diversos espacios de lo social.
Aquí entroncamos el tercer aporte de este libro y que da razón a su subtítulo “Pre-textos para un debate por el Socialismo”. Porque, a fin de cuentas, de eso se trata en este libro, si entendemos que dicho debate, hoy, no puede hacerse al margen de la comprensión de las complejas condiciones que definen el capitalismo en su configuración actual, ni de lo que se pone en juego en la construcción de nuevas subjetividades políticas. Porque, entre las cuestiones que resultan insoslayables está, sin duda, la emergencia de otra pasión política, la pasión hecha cuerpo en sujetos que inventan sus formas de resistencia, organización y creación, que con su coraje y alegría rechazan mandar y ser mandados, desmantelando la lógica de dominantes y dominados, en lo cual radica una de las condiciones insoslayables para la transformación de lo dado. Es lo que Juan Barreto nos da a pensar y a decir desde sus planteamientos.
Quizá no sea del todo inoportuno recordar aquí la noción de autonomía propuesta por C. Castoriadis, quien en su libro La exigencia revolucionaria, plantea que es un colectivo el que inviste la voluntad política de darse sus propias leyes, pues sus procesos y prácticas resultan incompatibles con los sistemas jerárquicos y representativos. Desde esta noción, la democracia directa basada en relaciones de horizontalidad, no sólo constituye formas de organización de colectivos, sino también, en lo fundamental, otro modo de construcción política y de cuerpos políticos. Por ello, es instituyente de otras formas de vida política que interrumpen la biopolítica. Es esto lo que está en la base del poder constituyente de la multitud de lo múltiple, en cuyo despliegue plural y singular también se despliegan transformaciones en los modos de pensar el mundo y de pensarnos a nosotros mismos, así como la posibilidad de imaginar una sociedad justa, de iguales, solidaria, y libertaria. Pero no como un ideal utópico sino como una idea fuerza inscrita en las resistencias cotidianas que inauguran modos de interrumpir las estrategias biopolíticas de dominación, visibles e invisibles, brutales e imperceptibles.
Como Juan, sin ingenuo optimismo pero, también, sin instalarnos en la comodidad de lo imposible, diremos que la constatación de la eficacia de las estrategias de poder no debe impedirnos mostrar que esta eficacia no ha podido impedir las voluntades políticas de libertad, en las que late la emergencia de nuevos devenires en los modos de pensar, decir, hacer y sentir eso que llamamos otra política y otra democracia. Que estos devenires no tengan que responder a nuestros propios anhelos libertarios, no desmiente su efectivo despliegue en la reinvención de la política, una apuesta que compartimos y vivimos con todos aquellos quienes, desde cualquier lugar del mundo, rechazamos la indecencia de lo que en el mundo impide a millones de seres humanos vivir una vida digna de ser vivida.
¿Podríamos construir un socialismo otro sin subjetividades socialistas, sin cuerpos dolientes y deseantes, cruzados por la pasión que hace posible resistir a toda forma de dominio?

No hay comentarios: