jueves, 4 de junio de 2009

El Cambio (La Quinta Columna, 04/06/2009)

Allí donde desaparece un mundo parecen otros y otros nuevos mundos donde caben muchos mundos. Diversidad, autonomía, libertad, horizontalidad, son criterios que se hacen cotidianos en la misma medida en que se profundiza la crisis del capitalismo globalizado, así como del anquilosado concepto de democracia representativa sobre el que se apoyó para mandar. La tarea de cambiar un mundo que no ha dejado de cambiar, pasa por preguntarse por el rumbo y la naturaleza de ese cambio. En ese sentido, la respuesta y la reformulación de la pregunta la aportan miles de organizaciones sociales dispersas a todo lo ancho de este mundo; expresión de un sujeto plástico, dúctil, flexible y plural, cuya ubicuidad y característica depende de la dimensión contextual y de multiplicidad de variables en cada momento. La unidad en la diversidad y la negociación de la diferencia, son la base de la conexión y la sintonía de los movimientos sociales y de los partidos alternativos. Esta alteridad, allí donde ésta se da, es la expresión de clase de aquellos que luchan contra todas las formas de coacción, explotación y dominación ideológica. Este sujeto plural y múltiple que tiene en común su enfrentamiento al capital y a sus lógicas y que hemos llamado para resumir: Multitud, no es una y tampoco varias clases, es más bien un momento de clase, es decir, es el instante acontecimiento de aquello que se constituye de manera efímera, meta estable o permanente y que actúa como clase, por diverso que ello sea, por ejemplo, la presencia de la gente en la calle en abril de 2002 derrotando al fascismo golpista, o la irrupción popular de febrero de 1989. No es un pueblo en sí mismo aunque lo conforma y constituye; porque su proyecto y su lucha trascienden el marco de lo nacional, asumiendo políticas situacionales que a veces pueden parecer incluso contradictorias con lo nacional. Naomi Klein, lo caracteriza de esta manera: “Las formas de resistencia global debe estar basada en la experiencia local de cada situación. No tiene sentido que nuestras luchas sean iguales en todos lado, empacadas y producidas en serie según un manual, como un enlatado, por eso hay que pensar global y actuar local, incluso cuando se trata de los más íntimos intersticios de la vida cotidiana”. Esto significa que tenemos que reconocer las condiciones y manifestaciones concretas, la forma de expresión del modo extenso del capitalismo y la forma como este afecta la vida concreta de la Tierra y de las personas. De manera que no hay luchas pequeñas y objetivos superiores. Estos van apareciendo se yuxtaponen o complementan también según cada circunstancia. De modo que el programa se va haciendo en la medida en que las condiciones concretas hacen la táctica y esta a su vez va transformando tanto a lo concreto como a la estrategia. Así, la estrategia de poder consiste en entender que el poder se construye en lo concreto. Estas ideas suponen tener siempre presente a la gente como lo más concreto. Es decir, que su devenir, su corporeidad, siempre estarán en juego, por lo que nunca serán utilizadas como objeto, como masas, sino que serán siempre sujetos, siempre actores. Esto significa también, servirse de las luchas y no servirle a una lucha. Así, nadie se inscribe desde afuera en una lucha. Se es parte en la medida en que se participa. De modo que la organización es aquello en donde se lucha cada vez que prefiguramos la vida en nuevos mundos, para que el mundo de la vida sea nuevo. Preguntar y debatir caminando sin perder la iniciativa haciendo de la duda parte de la respuesta creativa, es la topografía del camino recorrido de aquellos que van alumbrando mudos nuevos, en el momento en el que la crisis global del capitalismo parece confirmar la profecía de Marx: “…cuando todo lo sólido se desvanece en el aire”.

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