jueves, 24 de julio de 2008

El Maestro (La Quinta Columna, 24/07/2008)

"Fortalecer en las masas la conciencia sobre la necesidad de la resistencia organizada y orientarlas para que preparen todo en función de este objetivo: derrotar las ilusiones electoralistas; levantar las banderas del socialismo como alternativa… conquistar victorias en los combates populares, aprender de la propia experiencia, acumular fuerzas, educar a las masas en el curso de una profunda lucha en el terreno de la teoría; jamás caer en el oportunismo reformista rebajando el contenido concreto de nuestro programa a un consignismo vacío; dirimir las diferencias con altura y con buenos métodos democráticos y de camaradería, enfrentando las zancadillas y las pugnas burocráticas por conquistar espacios producto de la maniobra y no de una legítima relación con el pueblo. Sólo así construiremos un verdadero partido revolucionario". Así habló Jorge Rodríguez aquel 19 de Noviembre de 1973, en la asamblea fundacional de la Liga Socialista. Lejos estaba el maestro, como era conocido por sus más allegados, de saber que su última clase sería magistral y todo un legado. Para los que crecimos políticamente bajo su influencia, no es fácil hablar o escribir de Jorge sin un nudo en la garganta. Mi generación comprendió de Jorge, el amor al estudio y a la teoría sin dogmatismos. Así mismo, aprendimos el disfrute y el goce de la belleza, pero por sobre todo a llevar la vida como un épica, instalados en el "conatus", transitando los escollos de sus meandros con humildad y alegría; leales a los principios. Los humanos ritualizamos la memoria para salvar los recuerdos. Creamos de esta forma, señas que orientan los rumbos y sus devenires futuros. Intentando todo este recorrido rivalizando con la muerte. Jorge es una suerte de tatuaje en el espíritu, una marca que estimula el talante del accionar cotidiano. Es un icono que siempre nos enseña a vivir la vida con honestidad y valor como mística, asumiendo la acción de manera decidida, no importando si las circunstancias son no menos riesgosas. Una vida desparramada en distintas líneas de fuga como existencia potente llena de alegría, fervor desprendido y abnegación camaraderil sin límites; siempre solidarios y pendientes, en permanente rebelión, del porvenir. Así lo mostró David Nieves: "En medio del oportunismo y el aventurerismo que ha venido cubriendo de oprobio al movimiento revolucionario, Jorge representa la fibra indestructible. Porque el militante revolucionario no puede ser frío y calculador, debe ser pasión creadora. Debemos esforzarnos por descubrir a los fariseos y débiles de conciencia y de espíritu, oportunistas que se encubren en expresiones sonoras, que podrían llevar al movimiento todo a un abismo sin esperanza ni salida. Por eso decimos que hay que ser como Jorge Rodríguez". El crujir de sus huesos producto de la tortura arrancó una vida que apenas alcanzaba los 34 años. Julio Escalona lo resumió de este modo: "Ser como Jorge Rodríguez significa encarar la valentía, la dignidad, la vergüenza, la lealtad, la nobleza, la tenacidad y la perseverancia en cada acto de la vida y entregarla con desprendimiento y confianza en el porvenir. Significa no transigir y ser superior al enemigo aún cuando se es prisionero… y sólo son libres nuestro corazón y nuestra conciencia… Sabiendo que la bandera que recibimos en ese secular relevo de generaciones revolucionarias que han venido luchando por la libertad, la entregamos limpia; roja bandera del comunismo…" Jorge, en nosotros sigue encendida tu antorcha ¡Donde estés, salud camarada!

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