jueves, 31 de julio de 2008

El monstruo (La Quinta Columna, 31/07/2008)

Un cuento corto, cortísimo, comienza y termina así: "Desperté y el monstruo aún estaba allí". ¿Pero cual monstruo y qué es lo que en todo caso muestra? Como dijo el destripador, vayamos por partes y ataquemos a este monstruo: Ciudadanos metamorfoseados y reducidos a consumidores. Esto es: Organización del mundo por globalización de la homogeneización de la fragmentación, articulando y recomponiendo sus pedazos cruzados en trama, por la lógica de mercado. El ciudadano ahora sólo es una suerte de cliente cuyos deseos y gustos son producidos y luego canalizados en una urdimbre de desigualdades y diferencias indisociables a una matriz idéntica que no permite un afuera. Tengamos a mano por un momento esta imagen. Frankenstein elaborado con retazos y saldos de las múltiples y diversas ofertas de todos los productos posibles. Desde los más elementales o in imaginados hasta las ofertas lectorales. Monstruo eugenésico e insaciable que como un Rey midas, vive al interior de sus pesadillas un drama que convierte en mercancía todo lo que toca. El es en sí mismo un destino trágico, que como en el drama de Sísifo, se renueva en el mismo movimiento que supone su libertad. ¿De que lado está, donde se encuentra? Monstruo proliferante como el miedo del esquizofrénico, es ubicuo y no puede escapar de sí mismo. Reingresa desde dentro a todas partes como las penitencias de Job. Admitámoslo sin reboso. El monstruo está allí y como un Leviatán, defiende un orden y una racionalidad. ¿No hay, por ahora, forma de exorcizarlo o conjurarlo? Hobbes y Bodin intentaron sobre todo liberar su genealogía. Marx logró sujetarlo un instante para fotografiarlo, dejando un daguerrotipo borroso como guía y de esta manera, por un tiempo, se llevó el premio gordo con aquello de la lucha de clases, asunto este que todavía asusta, ruboriza y apremia las tardes tranquilas de la derecha ilustrada. Más tarde, Weber, Tocqueville y muchos otros asistieron a rondas de reconocimiento de la bestia. Pero después de todo, poco se logra con impugnar y satanizar las monstruosas leyes de la explotación. Hace tiempo la denuncia fue hecha. Shylock, mercader de Venecia, reclama carne (¿humana?) en compensación a sus préstamos. "El capitalista arranca carne humana a quien ni siquiera ha contraído deuda con él, en una relación vampírica con la fuerza de trabajo", decía ya Marx. Atrás quedaron los días felices en los que con buen tiempo, podíamos pensar la fábula al colocar al monstruo como exterioridad detrás de las murallas. Hoy la línea de monstruo unifica la lectura, en términos biopolíticos, al umbral del adentro y el afuera, lo que podríamos explicar con un curioso concepto: Reproducción. "Pasamos de un monstruo a otro, de aquel que es metafísica del capital a la ambigüedad que encarna la multitud", dirá Negri. ¿Podemos cancelar el contrato que le otorga el poder viral- todo el poder-, de reproducirse en paz?
Wen-Kung, príncipe de Teng, pidió a Confucio que le aconsejara la manera de acabar con la pesadilla en la que era devorado por un dragón. Confucio respondió: "No aspires a otra cosa que no sea despojarte de toda tu heredad y colocar en tu lugar al más humilde de tus súbditos. Disfrútalo desde lo más profundo de tu paz interior. No cenes, cambia de cama, de amigos y de preguntas y por si acaso, mantén tu espada debajo de la cama. Si es posible, llévala en tus sueños. Medita sobre todas estas cosas". Al día siguiente fue Confucio quien preguntó. Wen-Kung respondió: "olvídelo maestro, prefiero dormir en el horror".

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