jueves, 11 de septiembre de 2008

SOCIALISMO (La Quinta Columna, 11/09/2008)

El socialismo es una cuestión práctica. Ya en el año 1845 escribía Marx, en las Tesis Sobre Fewerbach que: “Es en la práctica donde tiene que demostrarse la verdad, es decir, la terrenalidad y el poderío de un pensamiento”. Estableció que “el socialismo es el futuro actual”. O la práctica es revolucionaria, o sea, transformadora, o es reaccionaria y conservadora. En esta disyunción se juega la suerte de cualquier proyecto. En cada plano del instante-acontecimiento de cada pequeña historia que se tuerce en el recorrido de la vida cotidiana, en cada una de las fibras y engramas microfísicos de las decisiones, creencias, hábitos y costumbres de cada individuo, se va construyendo lo que tiene de hoy el mañana. Hay una urdimbre de poder invisible en cada gesto y ademán de la mano, en cada sonrisa; en las acciones u omisiones, que impactan también al mundo porvenir. Marx daba mucha importancia a esta dimensión de la historia. En 1843, en carta a su amigo Ruge, revelaba: “El comunismo no es una fase superior. Para mí, no es otra cosa que la realización particular y solidaria, incluso unilateral, del principio socialista, es una práctica que implica incluso, la superación emocional de la mezquindad del otro; y en el extremo, los utopistas que dejan para mañana a La Comuna, es decir, lo que se puede hacer hoy, de manera que el comunismo no es ni programa ni estrategia, es práctica, es táctica, es tarea inmediata que organiza y garantiza desde hoy las formas de vivir del mañana, el movimiento actual de lo real, una suerte de programa mínimo, modelo material de la teoría, que se puede llevar a cabo si dejamos de lado el calculo personal siempre mezquino”. De modo que en Marx se dibuja y prefigura la idea del comunismo como “utopía concreta”. Mannheim definía la utopía como “aquello que parece irrealizable desde el punto de vista de un orden social determinado, en la apuesta por lo ya existente, pues, nunca será aquello que no va siendo”. Marx prestaba mucha atención a los indicios anunciadores de lo nuevo, como calificó a La Comuna de París, lo que va siendo a pesar de las circunstancias, allí donde nadie apostaría, donde muchos se niegan a verlo y mucho menos a aceptarlo Podemos proyectarnos desde estas plataformas teorico-prácticas. De modo que el socialismo es también un estado individual. Una subjetividad política que da forma al deseo. Vivir como socialista es ir construyendo el socialismo. La valoración del espacio, del tiempo, de la calidad de las relaciones que se entablan, de la coherencia entre el discurso y lo que se hace; teniendo al goce como principio de todo y, como dijera Marx en su Grundrisse, “y por consiguiente, el patrón de la riqueza no será ya el tiempo de trabajo, sino de ocio”, porque no importa lo duro de una jornada, como en cualquier deporte, ella nunca será vista como trabajo. Aparecerá entonces el hombre nuevo, visto por Marx, no como un fanático fundamentalista, sino como el Homo Ludems, “en una sociedad de hombres creadores que juegan y se divierten en el despliegue individual y colectivo de sus potencias “reino que va más allá de la conciencia y la superación de la necesidad… El reino de la libertad sólo comienza en efecto, allí donde desaparece el trabajo impuesto por el desamparo, la liberad es la superación de la necesidad más allá de la esfera de la producción propiamente dicha”. Por eso el socialismo es el comunismo hoy, “la unión de las soledades en un proyecto libertario”.

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