jueves, 26 de noviembre de 2009

La Internacional (La Quinta Columna, 26/11/09)

“Proletarios de todos los países ¡Uníos!”, fue la consigna que Marx lanzó al viento desde la primera internacional. Requisitoria que cada día se renueva y actualiza mientras dure el arco de tiempo de esta extraña formación social, asociada a un modo extenso de producción y reproducción de la vida material y espiritual, que metamorfosea todo lo que toca en valor y de allí, en capital. Modo que en sus entrañas contiene “el germen de su propia destrucción”: La contradicción capital-trabajo; la concentración del capital y la socialización de las fuerzas productivas; el dinero vs el valor; innovación vs obsolescencia de la mercancía; y todas las contradicciones inherentes al mercado y la sustitución de la materialización del deseo, por la forma abstracta del dinero. En este sentido, también entra en crisis su expresión cultural: La Modernidad. Una formación social civilizatoria que nació y se mantiene en crisis, renovando su metabolismo interior. Marx y Bakunin sabían que no bastaba con las condiciones objetivas siempre presentes en la naturaleza misma del capitalismo. Hacía falta el ejercicio de la voluntad en la construcción de una subjetividad política, para “un mundo por ganar”. A la Primera Internacional le sucedió la segunda, convocada por un Engels mal rodeado de socialdemócratas reformistas y sin visión. Luego de una profunda caracterización de las mutaciones del capitalismo y de sus actualizaciones, Lenin funda la Tercera Internacional, en el marco de la Primera Guerra Mundial y de un fragoroso debate que lo lleva a enfrentar por igual a las posiciones reformistas de la segunda, con su libro, El renegado Kaustky y la revolución proletaria; y a los ultra-izquierdistas con: La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo. Además ubica el contexto de la construcción político-organizativa en su libro, El imperialismo, fase superior del capitalismo. El programa de la Tercera Internacional debe ser revisado de manera crítica. Si bien no se trata de reeditarlo de manera mecánica, allí hay pistas que pueden servir para orientar el momento. Por ejemplo, la bandera de la paz, ante el guerrerismo imperialista. Con la muerte de Lenin, Stalin se apodera de La Internacional, nombrando a Bujarín presidente del buró. Este será sustituido por Dimitrof y su idea de los frentes populares. Por su parte Trotsky funda una cuarta, que tenía como base la idea del programa de transición. ¡Una nueva Internacional, la quinta, en hora buena! Decimos los comunistas dentro del proceso. En el marco de una crisis financiera sin fin y de un reajuste global que ha llevado a amigos intelectuales como Negri, Jameson o Zizek, a afirmar, fuera de todo dogmatismo, que estamos ante un cambio “que podría hacer estallar al capitalismo en mil pedazos”. Suenan campanas de difunto para el capital y su nuevo modo de expresión: El Imperio. Hace falta quien la toque. ¿Cómo se organiza este espacio, quienes lo integran? Trotsky hablaba de un partido internacional con expresiones locales, Lenin de un directorio que desarrollara una línea general, aplicada con autonomía por los partidos locales, en una de “pensar global, actuar local”. Stalin disolvió la tercera para mandar a los partidos comunistas por separado desde Moscú. ¿Cuál es la agenda del debate, el programa mínimo y las consignas que sintetizan la política? Obviamente sabemos que no se trata de presentar un paquete ya prefabricado. Si ocurre de esa manera, lo más seguro es el fracaso. Se trata, de recoger la convocatoria del camarada Chávez, para que no caiga en saco roto y empezar de una vez a pensar y actuar en función de la prefiguración de la quinta Internacional. Que el programa se vaya haciendo en la misma medida en que surge la unidad del nuevo proletariado mundial: La Multitud, en el marco del más profundo y hermoso debate sobre lo que debe ser una poética de la humanidad por venir; o lo que es lo mismo una ética política.

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