jueves, 12 de noviembre de 2009

El Muro (La Quinta Columna, 12/11/2009)

Veinte años y una fiesta. Asisten los que levantan o respaldan otros muros igualito de infames. Demostración de que no hay quien pueda con las leyes de la física. La fuerza de gravedad todo lo derriba. Una celebración cínica por parte de aquellos que deberían estar preocupados por la crisis mundial del actual modelo de desarrollo capitalista y su estrepitoso derrumbe. Mientras paradójicamente, los que sí deberíamos estar celebrando, mantenemos una suerte de luto silencioso y cómplice, especie de mala conciencia y duelo por un fallecimiento que no es nuestro. Lo que se desplomó, lo que se vino abajo, fue una de las formaciones más perversas del capitalismo de estado, engendrado y encerrado, al interior de un modelo de control social de los más autoritarios que ha permitido la historia del estado burgués hasta hoy. Un régimen que hizo de la paranoia doctrina y de la persecución política vida cotidiana, en nombre de un malentendido. ¿Qué cómo es eso? Resulta que al caerse el muro todo se disolvió en el Este, como por arte de magia y en pocas semanas, la gente retomó el capitalismo serio, el que se enorgullece del mercado. ¿No será que en realidad lo que pasó aguas adentro del muro fue: nada? Es decir, más de lo mismo. Trotstky hablaba del socialismo burocrático, para nosotros, los comunistas libertarios, no fue más que capitalismo. Se le fundió la máquina a una corriente que, reclamándose del marxismo, tomó la dirección menos fecunda y más atrasada de dicho pensamiento, aquella que se toca con el capitalismo mimetizándose con él, llevando al extremo las formas mas perversas de autoritarismo. Hacer responsable a los comunistas libertarios del horror, no del muro, sino del régimen que lo hizo posible, sería igual que calificar a los liberales reformistas de ser directamente cómplices de la ascensión al poder del fascismo. La caída de ese muro, además de recordar y acusar a los que quedan en pie, entre otros el levantado por el sionismo en Palestina; el de la India y Pakistán; y el más vergonzoso, el que separa e México de EEUU; sirvió también y especialmente, para levantar de nuevo las banderas de la esperanza, particularmente en América Latina, fuera del alcance del chantaje de la necesaria alineación producto de la guerra fría. Los caminos emancipatorios han sido muchos, es decir, el esfuerzo de la especie humana por conseguirle salida a un modo de vida que se basa en la explotación del trabajo convertido en valor y en capital, ha creado diversas alternativas viables o no. Entre ellas dos de una misma fuente: Por un lado el Lenin libertario y blanquista, inclinado a la autonomía obrera y de clase, cuya síntesis son Las Tesis de Abril, en donde aboga por una forma de estado que reproduzca a La Comuna de París; tesis recogida en la consiga “Todo el poder a los Soviet”; y por el otro lado, el Lenin pragmático de la NEP ( nueva política económica), que se juega la suerte a un estado centralizador, plasmado en la consiga: “El socialismo es dictadura del proletariado más electricidad”. De allí dos modelos, dos diseños de estado, dos formas de partido, dos tipos de cuadros y funcionarios. Uno que se reclama del estado y el partido; otro que apuesta por las multitudes, siendo siempre parte de ellas. Porque, es que ese muro no es otra cosa que el producto de un debate entre las distintas corrientes de lo que hoy es el socialismo. Ese muro no fue más que la muestra de lo que pasa cuando se impone y entroniza una corriente que aplasta a las otras, en este caso, la corriente más autoritaria y atrasada; de modo que el muro sigue allí en las conciencias, como advertencia, para prevenirnos, como el letrero que cuelga a las puertas del infierno de Dante y nos Advierte: “Aquí termina toda esperanza”. Para nosotros se cayó el muro trayendo alivio y sonrisa después de la polvareda.

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