jueves, 24 de septiembre de 2009

Monolingüismo (La Quinta Columna, 24/09/2009)

En Timón de Atenas de Shakespeare, Calibán le dice a Prospero: “Aprendí tu idioma, ahora aprovecho para maldecirte en tu propia lengua”. Pero lamentablemente éste no es el caso. Lo que esta semana nos elevó a la cumbre del asco fue el desprecio del canciller de facto del gobierno golpista de Honduras por su propia lengua, suerte de maldición contra sí mismo. Sube el telón y al fondo se ve a un hombre más bien indio balbuceando. Entonces, con sorna y pena ajena comprendimos porqué Lacan decía que no importa lo que quieran decir las palabras. Siempre se supo, pero ahora más que nunca la tragicomedia de la oligarquía centroamericana se muestra crudamente, suerte de obra de Moliere, que asoma en los Tartufos de turno el patetismo y el descaro desnudo de los ricos de uno de los países más pobres del mundo. Son extranjeros que colonizan a su propia patria. Algo como la paradoja ridícula que protagonizan cada día: hondureños en el exilio dentro de Honduras ¿A quién le hablaba el canciller? Obviamente no es a su pueblo, en donde una gran mayoría todavía habla lengua maya. Hablar como propio el idioma del otro no es tan solo un gesto de mal gusto, mueca inmoderada que renuncia a la propia herencia cultural, para adorar más allá del juicio, aquello que le niega; es ante todo auto decretar la muerte simbólica mansamente. Esto no es nuevo, a veces tropezamos también con este ademán ridículo, en los sainetes y cócteles de los salones cortesanos de una burguesía decadente. Con ansiedad de asmático los vemos competir para ver quien es más extranjero. Sentir placer al hacer a cada rato uso de la lengua del otro, no es sólo la inocente manera de una destreza instrumental, suele ser también y por sobre todo, el modo de mostrar ante los demás, una especie de ticket o salvoconducto que los conducirá a un anhelado otro mundo; porque para ser aceptados hay que exhibir de esta manera la incondicional sumisión. Se trata de sujetos que quieren aclarar un error. Ellos nacieron latinoamericanos por accidente. Se merecen algo más (al norte). Por eso, son hostiles con todo aquello que les recuerda el origen que cuestiona y pregunta por el sí mismo, por nuestros saberes, certezas y legitimidades. Pero también viven en Antigona, el drama del padre que se encuentra enterrado en un lugar in hallable, producto del juramento de Teseo. De allí el duelo eterno por no tener punto de partida ni de llegada. Derrida Comienza el libro, El Monolingüismo del Otro, con esta frase: “No tengo más que una lengua y no es mía. Puede uno matarse amando en esta lengua. ¿Qué tal si me aferrara a ella como un ahorcado? Siempre hablo fuera de mi lengua para complacer al otro, después de la colonización de Argelia en 1830”. De esta manera, dice Derrida, entonces morir no es otra cosa que prescindir del arraigo, del cuerpo común y aceptar el silencio de la lengua propia. La esquizofrenia tiene mucho de comportamiento social y se muestra como hostilidad a sí mismo y hospitalidad con lo impropio. La xenofobia chauvinista de los nacionalismos de derecha a un extremo y el entreguismo lacayo al otro, caras de la misma moneda: El fascismo. De todos modos, debemos agradecer al canciller poliglota de Honduras, en su desgarradora desvergüenza, que su gesto nos lleve al malestar que obliga a reflexionar sobre la actualidad de lo propio y lo extraño; sobre el adentro y el afuera; sobre las líneas de delimitación, lar bardas y las fronteras, sean estas virtuales o reales. Entonces llega el momento del voto, de la entrega. Teseo les recuerda el juramento, les recuerda que para entrar al olimpo hay que permanecer fiel a la fe jurada, para salvarse del perjurio; bajar los ojos y hablar el idioma de los dioses y no romper el pacto con las palabras para que entiendan se les habla sólo a ellos.

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