jueves, 1 de octubre de 2009

África (La Quinta Columna, 01/10/2009)

Nunca dejamos de contar historias y en la medida que lo hacemos vamos actualizando los presentes y dibujando las curvas de los devenires. Hacer posible un mundo nuevo pasa también por tocar y sentir la piel de los mitos y los ritos del otro, hasta familiarizarse y hacer con él un tejido común. Vernos de frente los que siempre nos ignoramos y nos dimos la espalda a pesar de nuestras coincidencias. La historia que contamos se va haciendo a martillazos, sonrisas, sudor y pulso. A contra corriente, develando lo que hasta ahora había sido sepultado y por ello mismo inhallable. Esta es la operación que construye y recupera lo verdadero. Entendiendo por verdadero un tiempo y un lugar para el encuentro ético. Ante tal formación discursiva de la verdad, la infamia se siente acorralada y pasa a ser una triste figura gesticulante, sin otra estrategia que apelar a todo aquello que descalifica lo verdadero en su significación de contenido; señalándolo de provocación exhibida como escándalo o signo de insoportable arrogancia. Era de esperarse. Así actuaron los medios de siempre, una vez más, escandalizados ante el éxito de la cumbre África América latina. Erguidos como vigilantes universales de su propio y privado “bien común”, como funcionarios de lo que debe ser dicho y de aquello de lo que debe hablarse, los perros de la verdad mediática, se dedicaron todos estos días a descalificar personajes y a restarle importancia a los hechos. Agredidos por la verdad que se va levantando desde el olvido y la infamia, no hicieron más que ladrar palabras que penosamente no llegaron a ninguna parte. En el fondo, estas ficciones mediáticas no hacen más que afirmar aquello que hay de real-concreto en el encuentro de dos mundos que son ya muchos mundos. Ocurre, que pueblos que por años se postraron mansos en su postergación, levantan la cabeza, miran a los ojos y comienzan a elevar el tono de la voz. Los sin rostro, se adueñan de una rostricidad y adquieren nombre propio. Se hacen de voces múltiples, a menudo calladas y suenan como truenos. Este sonido resuena tan brillante que el efecto de luz de la mediática queda opaco y no produce ninguna visibilidad. Intelectuales, diplomáticos y académicos parapetados tras la débil barricada de unos cuantos prejuicios, lugares comunes y consignas de moda van quedando roncos y sin voz. Entonces lo que comienza a pasar es sencillamente maravilloso. Ante nuestro tiempo se levanta otro tiempo. Ante nuestra visión, otro occidente que se ve reflejado en sus orientes. La utopía de una nueva subjetividad política común se abre paso como concreto de una también nueva relación de saber, poder, subjetividad. Este dispositivo, este tinglado, nos demuestra que nada es imposible. Que el capitalismo no es una fatalidad inscrita en el horizonte de acontecimientos de la humanidad. La historia que hoy se cuenta después de Margarita, si somos consecuentes con ella, podría permitirnos hablar en poco tiempo de lo que éramos porque ahora vamos siendo de otro modo, cualitativamente distinto y superior: Un dejar de ser afirmativo. Se va fraguando la mezcla de un mundo pluripolar. Situarse de este modo en la brecha, en la fractura, eso que Nietzsche llamaba la zona de resonancia, resistencia y provocación, es la construcción heroica de un origen que restituye verdades e identidades que proclaman la invención del futuro. A mi me gusta hablar de la libertad y cuando la veo asomarse me pongo alegre. ¿Cómo se logra esto? Poniéndose unos lentes para ver. Esto significa también, cambiar nuestras vidas a favor de historias que hablen de un nosotros que se precipita llenando el vacío, sobre lo que hoy está ausente. Una historia hibrida que actúa como relato, como registro y como práctica transformadora del presente para inventarnos de nuevo.

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