jueves, 1 de mayo de 2008

Mayo (La Quinta Columna, 01/05/2008)

“Mi defensa es vuestra acusación; mis pretendidos crímenes son vuestra historia… Este veredicto lanzado contra nosotros es el anatema de las clases ricas sobre sus expropiadas víctimas, el inmenso ejercito de los asalariados. Pero si creéis que ahorcándonos podéis contener al movimiento obrero, ese movimiento constante en que se agitan millones de hombres y mujeres que viven en la miseria, los esclavos del salario; si esperáis salvación y lo creéis ¡ahorcadnos! Aquí os halláis sobre un volcán. Allá, acá, debajo, al lado y en todas partes fermenta la revolución libertaria. Es un fuego subterráneo que todo lo mina. Vosotros no podéis detener esto.
Os asemejáis al niño que busca la imagen detrás del espejo. Lo que veis en nuestro movimiento, lo que os asusta, es el reflejo distorsionado de vosotros mismos. Es el reflejo de vuestra mala conciencia, ¿Queréis destruir a los agitadores? Pues aniquilad a los ricos patronos que amasan sus fortunas con el hambre y la explotación de los obreros. Liquidad a los terratenientes que amontonan tesoros con la renta de la tierra que arrancan a los miserables labradores… Suprimíos vosotros mismos porque vuestra existencia, la existencia de una justicia de clases excita el espíritu revolucionario.
¿Qué hemos dicho en nuestros discursos y en nuestros escritos? Hemos explicado al pueblo sus condiciones y relaciones sociales; le hemos hecho ver los fenómenos sociales, las circunstancias y las leyes bajo las cuales se desenvuelven. Hemos probado hasta la saciedad que el sistema del salario es la causa de todas las iniquidades monstruosas que claman al cielo. Nosotros hemos dicho además que el sistema del salario como forma específica del movimiento social, habría de dejar paso a formas más elevadas de civilización; que dicho sistema preparaba el camino y favorecía la fundación de un sistema cooperativo humano y universal; que tal es El Socialismo. Que no se trataba de tal o cual teoría, tal o cual diseño de mejoramiento futuro, que no era materia de elección, sino producto de condiciones y necesidades históricas, y, que para nosotros, la tendencia del progreso social no era otra que la del Anarquismo. Esto es, la de una sociedad libre, sin clases ni burócratas. Una sociedad se productores liberes y soberanos, una sociedad en la que la libertad y la igualdad económica de todos produciría un equilibrio estable como base y condición para el entendimiento y la fraternidad en un nuevo orden natural.
He expuesto mis ideas; ellas constituyen una parte de mí mismo. No puedo prescindir de ellas, y aunque quisiera no podría. Y si pensáis que habréis de aniquilar estas ideas, que ganan más y más terreno cada día, mandándonos a la horca; sí una vez más aplicad la pena de muerte por atrevernos a decir la verdad, os desafiamos a demostrar que hemos mentido alguna vez, yo os digo: si la muerte es la pena que imponéis por proclamar la libertad y la verdad, entonces estoy dispuesto a pagar tan costoso precio ¡Ahorcadnos! La verdad crucificada en Sócrates, en Cristo, en Jordano Bruno, en Juan de Huss, en Galileo, vive todavía; estos y otros muchos nos han precedido en el pasado. ¡Nosotros estamos pronto a seguirles!
¡La causa del pueblo, la causa de la libertad de los trabajadores no se detiene con horcas!” (Discurso de Augusto Spies, uno de los líderes de la insurrección obrera del 1 de Mayo de 1886, en Chicago).

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