jueves, 30 de julio de 2009

Bases militares (La Quinta Columna, 30/07/2009)

La creciente y sostenida invasión a Colombia por parte de fuerzas militares norteamericanas, solicitada, promovida y amparada por el gobierno de este país, no sólo es usada como arma de disuasión y control contra su propio pueblo; sino que fundamentalmente es el ingrediente que faltaba para terminar de metamorfosear al vecino, convirtiéndolo en el Israel latinoamericano. Papel que juega Filipinas en el pacífico sur y que jugó Alemania en Europa, en la era de la Guerra Fría. Si vemos en el mapa, la posición geográfica de Colombia es estratégica, pues favorece el acceso a ambos océanos; y de allí, el control del Canal de Panamá. Además de servir de porta aviones para amenazar a Nicaragua y a El Salvador, por no decir toda Centro América. Por supuesto, el objetivo principal es el hostigamiento permanente sobre Venezuela, Ecuador y el resto de la amazonía. Esta no es una jugada cualquiera, ni nace del empeño terco de unos alucinados. Se trata de una versión remozada del ejercicio de guerra combinada contra Venezuela y Ecuador denominado Plan Balboa, denunciado ya hace unos 5 años por voceros militares venezolanos. Se trata de una suerte de juego en red o telaraña; todo un juego de pool con piquete, pues el cerco que Colombia intenta, ese atenazamiento en pulpo, acorrala primeramente a los sectores progresistas que acompañan al presidente Obama, al crearles un nuevo Guantanamo, tal vez más difícil de maniobrar, pues enrarece las relaciones y posiciones entre EEUU y el resto de América, a la vez que evita particularmente, que las relaciones mejoren con Venezuela y Ecuador. Intenta también alentar a las derechas militaristas de América Latina, aliados naturales del sector más reaccionario de los halcones del pentágono, para que no se sientan solas y sigan presionando a los gobiernos progresistas de inspiración popular del continente. Nada les importa, ni siquiera que la tensión llegue al punto en el que la situación pueda concluir en una aventura guerrerista de gran envergadura, que lleve a la balcanización de nuestros territorios. Arriesgan incluso planes estratégicos para el crecimiento y desarrollo de Colombia, como el gaseoducto y la relación ventajosa que desde el punto de vista comercial mantienen los productores colombianos con nuestro país, con una balanza comercial que les es largamente provechosa. El gobierno colombiano admite a regañadientes el fracaso del llamado Plan Colombia y sabe que la aprobación del tratado del libre comercio no está fácil, así que busca financiamiento externo por la vía de la entrega militar del territorio. Tal vez la bendición al nuevo rol de Colombia en el hemisferio, lo brinde la visita a ese país del representante del gobierno de Israel: Su canciller. En un año electoral en Colombia, la polémica en torno a ese tema y la satanización de Chávez, alientan y alimentan al ex ministro Santos, jefe paramilitar, ahora de candidato, fortaleciendo al ala más fascista de la oligarquía colombiana. De este modo, también sale en ganancia la doctrina de La Escuela de Las Américas, la cual quedaría actualizada. Esta concepción geopolítica tuvo su principal eje de expresión, en la subordinación y articulación de los ejércitos latinoamericanos a las delegaciones militares norteamericanas, como muestra de cooperación para acabar con los enemigos comunes; bien sea el terrorismo, el comunismo o el narcotráfico; flagelos siempre expresados en primer lugar, en términos de una amenaza interna. Este nefasto credo se materializó por años, en la doctrina contra insurgente de la antigua ley de seguridad y defensa nacional, que entendía al pueblo como el enemigo interno. Recordemos por un momento el papel que jugaron las bases militares norteamericanas apostadas en honduras durante los años 80 y 90; utilizadas contra los sandinistas y el FMLN de El Salvador. Centroamérica estuvo a punto de convertirse en un polvorín. Este nuevo conflicto obliga a cerrar filas con Chávez.

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