jueves, 23 de abril de 2009

Masa, pueblo y multitud (La Quinta Columna 23/04/2009)

Hay personas que pierden de vista la utilidad de los conceptos para la comprensión de la realidad y desde allí, orientar correctamente nuestras prácticas. Oportunismo, pragmatismo y dogmatismo son enfermedades comunes de aquellos espíritus que se niegan a reconocer los cambios en los tiempos que corren y el necesario ajuste de los instrumentos del pensamiento. Algo pasa por ejemplo, con el concepto multitud. En ese sentido diremos algo sobre ésto. Las nuevas prácticas colectivas permiten apelar a la calidad subversiva del pensamiento de Spinoza y desde allí la entendemos como un cuerpo compuesto por innumerables cuerpos que se multiplican, hibridizan y transforman, más allá de la metafísica del individuo y la persona, aún presente en el concepto de clase. Es un conjunto de singularidades que buscan identificarse. En la tradición moderna, la multitud ha sido unificada bajo el concepto de pueblo. Si bien ambos pueden obrar por analogía, el concepto pueblo suele ser confundido también con nacionalidad, población, habitantes de una localidad. También ha sido usado, particularmente en Europa, para vaciar de contenido la lucha de clases y las contradicciones presentes en un espacio geográfico. Pues mientras el pueblo es sedentario, la multitud es nómada. El pueblo puede ser representado, pues se trata de una magnitud, es contractual desde el punto de vista de Rousseau, mientras que la multitud es una cualidad que en primer lugar se construye desde el reconocimiento de la singularidad, dándole cualidad de clase al poder constituyente: La multitud siempre es productiva y explotada en su productividad, por lo tanto se trata de un concepto de clase que es a su vez el reconocimiento del surgimiento de una nueva subjetividad. ¿Por qué hablar entonces de multitud y no de clase? Porque la idea de clase obrera quedó restringido al obrero industrial de la fábrica y sus lógicas, porque la clase fue confundida con “las masas” y confinada a uniforma de proletariado que se contenta con reproducir los modos y formas vinculados a los tiempos de aparición histórica de esta clase. Luego, la sociedad de masas ha dado un giro en cuanto a las formas de especialización del trabajo, las formas de producción del consumo y los gustos asociados a la reproducción del deseo y porque la producción inmaterial es hoy la tendencia dominante al interior del metabolismo del capital, producto de las sucesivas revoluciones científico técnicas. Esta es una discusión que fue adelantada en primer lugar por Rosa de Luxemburgo. El consumo es hoy una forma de explotación secundaria de los productores primarios en donde el mercado ya no se dirige a los individuos sino a conjuntos singulares que constituyen una potencia, un intelecto general en los términos que lo planteó Marx. De manera que no hay razón para oponer pueblo y clase a multitud. Todo lo contrario, se trata de un concepto complementario que aclara y profundiza en la naturaleza de las transformaciones ocurridas en los últimos dos siglos desde la irrupción del sujeto concreto del trabajo bajo el modo de producción capitalista. Tomemos en cuenta las prácticas de los Sin Tierra en Brasil, o de los pueblos indígenas de Bolivia. En ambos casos, ya no se trata de la lucha por reivindicaciones locales y parciales, vinculadas solamente a una carencia o a una reivindicación étnica. Se trata siempre y en primer lugar, de luchas que fundadas en la tradición y en lo local, actualizan el sentido que cobra hoy la clase, en tanto que estrato social que lucha contra el capitalismo mundial integrado. Aquí, lo parcial se hace total, un cuerpo se integra y se hace muchos cuerpos.

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