jueves, 5 de junio de 2008

Ajedrez (La Quinta Columna, 05/06/2008)

“Mantenerse alejado del terreno que nos es más cómodo y sólo volver a él cuando estemos seguros de haber superado nuestros puntos débiles. No mantenernos mucho tiempo en terreno conocido y buscar siempre sendas mejores, allí donde los otros imitan o intentan siempre las salidas convencionales ya probadas con éxito. Esto puede aportar benéficos inmediatos pero nunca marcará un camino”. Este consejo no proviene de un experto en negocios o de un político. Es una de las recomendaciones de Garry Kasparov, en su libro Cómo la Vida Imita al Ajedrez, publicado por editorial Debate en 2007. El texto trepa por parajes y confines propios de “los expertos” y se aventura a decir cosas que podrán servir para otros juegos, incluso cuando se trata de competencias asimétricas en los que los adversarios cuentan con fuerzas y posiciones mucho más poderosas. Una de sus recomendaciones implica que “ser prudentes no significa ser conservadores”; sólo así derrotaremos a los que “practican el arte de medrar cómodamente bajo la seguridad de la sombra de un árbol, o a los que viven tejiendo patrañas protegidos por una madriguera”, para el autor, estos son jugadores mediocres y lentos que no dudan en apelar a la trampa o a la fuerza, por lo que sin estas posibilidades serían presas fáciles. Son jugadores ambiciosos que pretenden acumular triunfos al costo que sea y por ello sus tácticas suelen ser posiciónales, les gusta preservar y nunca serán verdaderos estrategas. Estos jugadores gustan del uso de la ventaja táctica pero no son nada en situaciones adversas, pues no saben cambiar de juego moviéndose en terreno peligroso. En este caso sortean la contienda. “Pero conseguir evitar las desafíos no es un objetivo del que debemos sentirnos orgullosos”.
Para ganar, entonces recomienda “mantener una actitud adecuada interior y exteriormente. Debemos centrarnos en nuestros talentos, nuestra preparación y en nuestros logros. Conquistar los triunfos a pulso, producto de la sincera convicción y apostar -sin distraerse por un mal movimiento o un revés -a que los mayores éxitos están por llegar”. “Mostrar las emociones pero no dejarse arrastrar por ellas. Ser lo más objetivo posible a la hora de cada jugada y saber sacrificar sin dolor algunas piezas y posiciones a favor de las jugadas futuras”. “Para ser un gran jugador de ajedrez hay que abandonar el ego y aprender a sacrificar a veces un resultado favorable en aras de otros triunfos; es decir, jugar la totalidad de los partidos y no una sola mano. Hacerlo siempre desapasionadamente para no quedar presos del lugar que ocupan nuestras piezas en el tablero”.
El genio recomienda también a los jugadores novicios, “aprender a experimentar la derrota y a replegarse para luego construir la victoria”. Para ello recomienda ejercitarse jugando con juegos simultáneos, pues esto enseña a saber qué partidas abandonar y cuales culminar. Luego, hay que tener una visión global del tablero y saber que un movimiento al extremo del entablado tendrá repercusiones en cada uno de los cuadros. Crearnos puntos débiles para concentrar la atención de los adversarios, mostrarnos empecinados en mover y defender una pieza para después desprendernos de ella y luego desplazarnos rápidamente a otra pieza y a otro lado del tablero. Para jugar ajedrez hay que tener conciencia del tiempo del adversario y “la capacidad para considerar todas las piezas y descubrir su potencial donde nadie lo había detectado antes”. Otros podrán imponerse pero jamás ganar.

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