jueves, 11 de febrero de 2010

Ser marxista (La Quinta Columna, 11/02/2010)

Cuando Marx cumplía apenas 17 años, por allá por 1835, escribió lo que llamó su “plan de vida”. Parecía una presunción adolescente. “Quien elija la clase de vida cuyas actividades se orienten en lo que pueda hacer más bien a la humanidad, jamás flaqueará ante las cargas que pueda imponerle el infortunio, ya que éstas no serán otra cosa que gratos sacrificios asumidos en interés de todos. Quien obrare así, no puede contentarse con sólo goces egoístas. Su alma grande se encuentra lejos de las pequeñeces mezquinas. Su dicha será la de los otros, el patrimonio de millones de seres, y aunque sus hechos vivan calladamente, será para toda la eternidad. Siempre sus cenizas serán regadas por las ardientes lágrimas de todos los hombres nobles que luchan”. Quién lo diría. El muchacho fue consecuente hasta la muerte con su credo, haciendo de su vida una odisea que acompaña hasta hoy, la epopeya y la suerte de quienes no somos dueños de los medios de producción. Compañía que se extenderá durante todo el arco de tiempo comprendido por el periodo durante el cual exista lucha de clases, la explotación del trabajo y del hombre por el hombre; palabras siempre negadas, aborrecidas, malditas y temidas por aquellos cuya razón de vida justifica, paradójicamente el vigor de un nuevo marxismo crítico. Yo quisiera que los detractores de Marx me dieran fecha clara de, cuándo fue que la historia de la humanidad dejó de ser la historia de la lucha de clases. Porque, el argumento liberal de que cada vez hay más oportunidades y capas medias, no tiene nada que ver con la realidad del mundo, en donde dos terceras partes de la humanidad sobreviven en la más crasa miseria. También me da curiosidad saber dónde queda ese lugar, en donde las relaciones de solidaridad y cooperación sustituyeron las de jerarquía y su corolario: La subordinación. ¿Capitalismo es distinto a relación desigual y asimetría? ¿Desde cuándo dejó de ser depredador del hombre y la naturaleza? ¿O sea, dónde es eso del capitalismo con rostro humano? ¿O es que no saben que la riqueza del primer mundo es la pobreza del tercero? Por ejemplo, para que un parisino tenga un mueble de caoba, deben depredarse los bosques de Borneo. Allí los agricultores ganan menos de un dólar mensual. ¿Se acabó la división técnica del trabajo y la privatización jerárquica de los saberes? ¿Se acabaron las crisis cíclicas del capitalismo? ¿No se enteraron que estamos atravesando una de ellas? ¿Los frutos del trabajo son integralmente revertidos al productor primario, o su esfuerzo se acumula en forma de sobre valor, es decir, plusvalía? ¿En qué lugar el valor de uso abolió al valor de cambio y no al contrario? ¿La igualdad de género y el voto de la mujer; los sindicatos y la reducción de la jornada laboral; la educación pública gratuita, la libertad de conciencia y expresión; son conquistas sociales de los socialistas, o de quién? ¿Y Hitler no fue acaso un invento de los capitalistas europeos para detener el auge del socialismo? ¿No es esa la banderita que esgrimen de cuando, en cuando cada vez que los intereses de unos pocos se ven amenazados? Pregunten en cualquier lugar de América Latina. Los avatares que tensan la obra de Marx, el fracaso de aquellos proyectos que reclamándose de su pensamiento, avanzaron en sentido contrario; en donde los jefes del partido comunista terminaron siendo jefes mafiosos pro zaristas; o el trabajo que llevan a cabo apologetas ignorantes, apoltronados en dos o tres malas lecturas de los manuales de Bujarín, no podrán evitar que el interior del debate sobre el porvenir, que hoy ocupa al mundo, esté chisporroteado por el genio de Marx. Tampoco podrán evitar que este pensamiento esté presente en el sudor que produce la torsión de cada tornillo en el cuerpo de la fuerza de trabajo del planeta. Le temen al fantasma que este modo produce.

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