jueves, 14 de mayo de 2009

No verdadero (La Quinta Columna, 14/05/2009)

Hablar de la verdad pasa por una teoría del juicio. La facultad de juzgar reflexionarte, se revela en su fundamento como facultad de proyectar el mundo. Una naturaleza que corresponde a la capacidad de poner bajo conceptos, en la que pueda nuestro entendimiento hallarse libremente. Esta es la fórmula del juicio de Kant. Entender para juzgar, es conocer sin prejuicio ni a priori, sin presión contingente de motivaciones subalternas. Si el juicio se aparta de la verdad es un prejuicio, una opinión que sustituye al entendimiento. El concepto de una cosa, viene de lo comprendido y del conocimiento que tenemos de algo que se expone para ser refutado. No basta con el consenso o con la carga argumentativa, hace falta conocer las intenciones, los intereses de un discurso (Hitler también consiguió el consenso). De modo que la verdad es también un saber. Si por el contrario, la facultad de juzgar se ve intervenida por las pasiones que demandan la desconsideración de la naturaleza de una cosa, esta ya no será mesurable, pues su fin fue alterado o sustituido por un juicio que precede su existencia y su adecuación veritativa, entonces estamos en presencia, no de una mentira, sino de algo peor, por lo engañoso y confuso: Lo no verdadero, una adecuación, un acomodo con arreglo a fines. ¿Seremos dueños de la capacidad de juzgar, y en ese sentido, de nuestra libertad de pensar libremente, en un mundo acotado fuertemente por dispositivos que recortan a gusto la visibilidad y lo enunciable, en un orden de delimitación de la realidad, conforme a lógicas que obedecen a intereses no necesariamente colectivos? La retórica mediática privada, no sólo selecciona, también construye los objetos de los que habla y al hacerlo produce un juicio, una racionalidad sobre la cosa. Estos productos son “composibilidades”, es decir, ensamblajes posibles de traducciones, plazas que defender, posiciones tácticas, interpretaciones, cálculos políticos, intenciones, deseos, articulaciones singulares. Bourdieu estima que los medios privados privatizan todo lo que tocan y en ese sentido, son un permanente golpe de estado a la subjetividad política de las mayorías. Al imponer lecturas, regímenes de signos, estructuras simbólicas, calificativos, clichés y modas; además de ser incapaces de mantener un discurso coherentemente crítico sobre sí mismos, mientras su mirada escruta, expone y enjuicia a los otros, en el mismo movimiento en que borra las fronteras entre lo público y lo privado; dejando a la intemperie a aquellos objetos que son escaneados por esta mirada. El mundo convertido de este modo en espectáculo morboso y paradójico de sí mismo, reducido a imagen y escena mediática, crea un conjunto de mitologías agónicas alrededor de los llamados personajes públicos, eternamente expuestos y amenazados por el escándalo y el escario como último puerto en el marco relacional con los medios, en el tiempo dislocado de la producción de actualidad. Guattari llamaba a los medios, máquina meretriz del tiempo; en donde la información, que no es ni tiempo ni espacio, sino un ensamblaje interesado de algunos datos al interior de un relato, sustituye al cuerpo por la presencia y la fantasmagoría de la imagen. De este modo, la opinión pública queda mediada por el campo de selección de la ocurrencia mediática y su juicio será prótesis subordinada a la máquina. Cuando el juicio obedece a un discurso que discrimina según las pasiones, la selección de lo real y de allí, el menú de lo que debe ser dicho y sobre lo cual se puede hablar, además del modo de lo que puede ser dicho, entonces estamos en presencia de un régimen despótico, de una tiranía. En la mediática capitalista lo que menos hay es libertad y democracia.

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