jueves, 5 de febrero de 2009

Recuerdos (La Quinta Columna, 05/02/2009)º

Recuerdo que era jueves como hoy, aquel día de 1999. El recién electo presidente, Hugo Chávez, aún no había sido proclamado por el Congreso. Se encontraba en La Viñeta organizando su gabinete. El anuncio de esa mañana fue: Alí Rodríguez para la cartera de energía. En la improvisada rueda de prensa que Mary Pili y yo organizamos, un corresponsal ingles preguntó Cuál sería su primera medida. Alí respondió que viajaría a Viena para convocar a la OPEP. El periodista replicó: La OPEP está prácticamente paralizada, ¿Quiénes asistirán a una hipotética reunión? El ministro respondió con su estilo siempre mezcla de amabilidad punzante con una suerte de sentido común que raya en el humor feroz. "Asistirán los que se sientan convocados". Desmontando de este modo cualquier piquete contenido en la pregunta. Y es que en efecto la OPEP estaba en terapia intensiva. La cesta venezolana se encontraba alrededor de los siete dólares por barril, mientras los costos operativos por unidad estaban muy por encima. De manera que subsidiábamos el petróleo que vendíamos afuera. Honrar los intereses de la deuda externa, se tragaba el 26 % del presupuesto anual y la pobreza abrazaba al 60 % de la población y el 30 % habitaba el sótano de la pobreza extrema. Los "expertos económicos" de Caldera habían acuñado una categoría aun más nefasta: Estado de pobreza alarmante, para calificar a aquellos que no contaban con casa, trabajo y salud. La mortalidad infantil estaba entre las más altas de América Latina y el desempleo rondaba los 18 puntos. Con este cuadro, el nuevo mandatario se estrenaba bajo el manto de las mayores dificultades presentadas por el país durante la era Punto Fijista. En días recientes escuché a un connotado dirigente opositor, hablando de esta forma: "Nosotros, los venezolanos, el país, rechazamos la enmienda… Chávez dejó de lado la agenda social para imponerle al país una agenda política". Enarbolando un discurso fundado desde la prepotencia excluyente y clasista más oscura. Recordé entonces un discurso de Durruti, en respuesta a los franquistas, que pretendían secuestrar a su patria bajo lema: "Rescate del sagrado pueblo español"; diciéndoles: "Si, en efecto, ustedes entienden sagrado, todo aquello que le es útil. Todo aquello que ha sido acumulado, luego de haber sido expoliada a los campesinos y trabajadores. Entiende por pueblo, al alto clero, a las cúpulas de empresarios y terratenientes, los que pretenden eternizarse en el control de todo lo contrario a la dignidad y al reconocimiento de los derechos colectivos de los humildes. Nosotros, porque, en efecto, hay un ustedes y un nosotros; somos la España que ha sido excluida y postergada. Pero también, la que se ha insurreccionado, ha levantado la cabeza para no bajarla jamás, a menos que le sea cortada. Para ustedes hay una sola España, porque nunca reconocerán la vergüenza que implica la existencia de la otra". El argumento de Durruti cabe en esta ocasión, como anillo a la medida, ante el discurso "unificador" de los dirigentes de la Venezuela de los privilegios Punto Fijitas. Los que consumieron para sus fines, durante décadas, la renta petrolera de todos; los que hicieron del país un paraíso para algunos, los que añoran los tiempos en que ser pobre no sólo era una desgracia, sino también una vergüenza, porque desde el poder se les trataba con desprecio. Ellos, los arrogantes de siempre, los que creen que el pueblo es solamente una referencia estadística, hoy quieren mostrase como la única opción, la legítima y verdadera. Pero esto choca con un problema, un escollo más sólido que la roca de un muro: Nosotros.

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