jueves, 2 de septiembre de 2010

Los Grundisse (A Primera Vista, 02/09/2010)

Venimos trabajando la idea de comunismo y sus posibles modos de ejercicio cotidiano. Hoy que se discute su devenir en comuna, quisiéramos dejar explícito , la visión de Marx, el de los Grundrisse, a partir de la cita hecha por István Mészáros, en "Más allá del Capital", que no tiene desperdicio alguno:
“Según Marx, bajo la división del trabajo que prevalece en la sociedad mercantil, los individuos resultan mediados entre si y combinados en una totalidad social estructurada antagonísticamente sólo a través del sistema de producción e intercambio de mercancía capitalista. Y este sistema está regido por el imperativo del valor de cambio en constante expansión, al que todo lo demás -desde las necesidades más básicas e íntimas de los individuos, hasta las variadas actividades productivas materiales y culturales en las que participan en la sociedad capitalista- debe subordinarse estrictamente.
El sistema comunal concebido por Marx, está en total contraste con esta forma de mediación de sociedad estructurada antagonísticamente que no puede evitar imponérseles a los individuos a través de las relaciones de los valores.
Las principales características del modo de intercambio comunal enumerada en el pasaje de los Grundrisse de Marx son estas:
· La determinación de la actividad de vida de los sujetos que trabajan como un vínculo necesario e individualistamente significativo con la producción directamente general, y de correspondiente participación directa de ellos en el mundo de los productos asequible;
· La determinación del producto social mismo como un producto general, de partida inherentemente comunal, en relación con las necesidades y propósitos comunales, sobre la base de la cuota especial que los individuos particulares adquieren en la producción comunal en marcha;
· La plena participación de los miembros de la sociedad en el consumo comunal propiamente dicho: una circunstancia que resulta tener extrema importancia, en vista de la interrelación directa dialéctica entre la producción y el consumo, sobre cuya base este último es caracterizado legítimamente bajo el sistema comunal, como positivamente “consumo productivo”;
· La organización planificada del trabajo (en lugar de su alienante división, determinada por los imperativos autoafirmadores del valor de cambio en la sociedad mercantil), de manera tal que la actividad productiva de los sujetos particulares que trabajan es mediada no en una forma cosificada/objetivada, a través del intercambio de mercancía, sino a través de las condiciones intrínsecamente sociales del propio modo de producción establecido dentro del cual los individuos están en actividad.
Estas características dejan bien en claro que el punto clave es el establecimiento de un modo históricamente nuevo de mediar el intercambio metabólico de la humanidad con la naturaleza, y de las actividades productivas cada vez más autodeterminadas de los individuos sociales entre sí.
Al mismo tiempo, queda igualmente claro que no es cosa de proyectar sobre la sociedad establecida un conjunto de imperativos morales, por nobles que resulten en su aspiración, como la contra imagen de los existentes. Antes bien, lo que está directamente sobre el tapete es la articulación de prácticas materiales y formas institucionales correspondientes bien tangibles. En otras palabras, la viabilidad histórica del sistema comunal propugnado por Marx -que él definió como la alternativa, sostenida positivamente por esfuerzo propio, a la división del trabajo estructurada antagonísticamente y su relación de valores- puede ser establecida solo si las condiciones de su prevista realización quedan expresadas en términos de tareas concretas e instrumentos que les puedan servir. Por eso Marx criticó siempre la contraposición utópica del futuro socialista al orden real existente como un ideal abstracto al que la realidad tenía que adaptarse”.

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