jueves, 5 de agosto de 2010

Los iguales (La Quinta Columna, 05/08/2010)

La idea de Comunismo es difícil de rastrear. Sin embargo, las investigaciones hablan de dos fuentes posibles: El cristianismo primitivo y otro punto de partida no menos cristiano, las misiones jesuitas de 1.600, asentadas en lo que hoy es la frontera entre Uruguay, Brasil y Paraguay. Se trata de un término que ha corrido la suerte de ser una expresión recurrente en las luchas de los oprimidos de todos los tiempos. Pensemos por ejemplo, en las kooinónias (o colonias) espartaquistas surgidas de los pueblos bárbaros al margen del gobierno de Roma; o las koimas y communitas organizadas en la baja Edad Media, por los socii, para la explotación común de la tierra. En el s. XVIII, el término aparece en el libro, Las Formas de Gobierno, de Victor d`Hupay de Fuveaur, escrito en 1785, 4 años antes de La Revolución Francesa. El texto influirá años más tarde, a Gracchus Babeuf, quien fuera uno de los líderes de la insurrección de La Comuna de París. En su autobiografía afirma, que “esta forma de gobierno ha sido efectiva en distintos pueblos de Sudamérica. Allí trabajan juntos en la mañana y juegan por la tarde”. Esta frase es casi idéntica a una utilizada por Marx en La Ideología Alemana. Babeuf es quien plantea rasgar la bandera francesa y quedarse solo con la franja roja que representaría la sangre del pueblo llano. Asímismo, empleó varias veces la palabra “comunión”, “común”, “comunidad” y “comunismo de los iguales”, para definir el gobierno democrático, ejercido directamente por la gente, recogido en “La proclama de los iguales de La Comuna de París”. Se trata de una palabra compuesta: Es como decir, uno con el otro. “Con y unión”. Es un asunto de etimología pero también de ontología, refiere a una paridad. Un estar con otro, lado a lado. Afirma Jean Luc Nancy, historiador de etimología de términos antiguos, que se trata de una multiplicidad: “Es un uno y otro uno, sin lados y sin partes. Es como decir “conmigo, contigo”. Una juntura, una unidad, salto hacia otra cosa. Dicho en términos de Heidegger, un “mit, co” existencial. Kantienamente hablando, es un estar aquí al lado, con y en términos de iguales en un “ser de nosotros”, colectivo”, y en ese sentido, un ser con otro común”. Marx tomó la idea, para postular un modo de producción de la vida colectiva más allá de la posesión y de la propiedad individual; como una vivienda, por ejemplo. Separando lo que de suyo es necesariamente individual de lo que debe ser colectivo, “allí donde la propiedad sobre la producción aísla y restringe al interés egoísta”. Marx hablará de la posesión que es propia del individuo “que podemos llamar persona”, enfrentada a aquel modo que se “a-propia” del trabajo ajeno por medio del salario, exprimiendo la fuerza existencial transformada en mercancía; “lo que separa nuestra condición individual de nuestra condición común, al enajenar ambas al interés privado de otro”. Se refiere así, a la singularidad de lo privado, que niega la dialéctica privado-común. Ahora bien, no se trata meramente de una cuestión de significante y significado. El significante generalmente es vacío y flotante. Se va llenando de contenido en el aquí y ahora. El signo es un paquete abierto al intercambio en el devenir-acontecimiento de su transcurrir mundano. Va y viene de reenvío. Por eso, se trata de asumir el compromiso: ¿Qué hacer del comunismo en adelante? ¿Cómo recuperar positivamente y en términos libertarios, la carga histórica de errores, aplastamientos, maravillosos aciertos, de las distintas luchas heroicas, de al menos 300 años de historia del proletariado? Entonces, el comunismo es Significación ante todo. Es historia abierta, hacia adelante. Mira hacia atrás para contemplar aquello que fue, lo que debe ser superado. Recupera la libertad.

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