jueves, 3 de abril de 2008

Yo en El Otro (La Quinta Columna, 03/04/2008)

El poeta Valery decía, maravillado, que “en La Modernidad, la realidad es todo aquello que se soporta así mismo como por arte de magia”. Qué diría el poeta si conociera La conchupancia cómplice existente hoy entre política y mediática. Se cumple así de algún modo la profecía de Oscar Wilde, en El Retrato de Dorian Gray y su doble transferencia.
¿Cómo es posible que algo así ocurra? Veamos. La incompletitud o comprensión de la carencia, la conciencia de una existencia incompleta, precaria y prematura, que no permite caminar por sí mismo, produce en muchas especies la identificación camaleónica, en busca de seguridad y protección, un fenómeno conocido como mimetismo, operación por medio de la cual se adoptan los comportamientos, figuras o colores del otro o del entorno. Podemos hacer una traslación de este fenómeno a la vida humana. Ciertas poses y sus mascaras consiguen una explicación a partir de la teoría de J. Lacan, sobre “El estadio del espejo”. Aquí también se trata de un proceso mimético que opera por captura imaginaria de un objeto, por parte de un individuo, que termina aferrándose a una imagen externa a él. Este proceso de “identificación alienada” con el objeto externo, termina por sustituir la visión que debe tenerse de uno mismo. El individuo subsumido en una imagen, puede, ya entrado en personaje, hacer cosas y adoptar conductas que de otro modo no asumiría.
Pero esta metamorfosis se paga cara. Al ocupar el lugar del otro, es decir, al asumir una imagen, dejo de ser yo. Si ocupo el lugar de otro, cuando a él lo acaricien sonreiré y cuando lo golpeen lloraré. Sí el otro quiere algo yo también. Atrapado en la burbuja de una imagen ajena y ya fuera de mi mismo, surge la “alienación esencial”, el Yo en el Otro lacaniano. Entonces, por ejemplo, como por arte de magia, de la bocota de ciertos políticos surge la consigna: “con mis medios no te metas”.
El Yo, sede del narcisismo, se dispara y se coloca en otra parte, produciendo un estado de fragmentación e inautenticidad que oculta la inmadurez y la profunda desunión constitutiva de muchas perturbaciones. En resumen, transferir el Yo a otra parte, por ejemplo, a un medio de comunicación, permite presentar la inmadurez y falta de rumbo, como su contrario y la desunión fundante de ciertos grupos como unidad, ocultando la profunda fragmentación constitutiva de ese sector social. Por último, como no existo sin el medio al que me transfiero y con el cual me identifico, es él quien dirige mis acciones y decide mis intereses. Mi vida se mimetiza con la suya, haciendo desaparecer en mi, cualquier otra lealtad política.
“Ten cuidado con la imagen”, alertaba siempre el psiquiatra y filosofo francés, Jaques Lacan. Esta precaución debería ser el norte de aquellos que reducen su acción política a la recurrente exposición mediática, particularmente los políticos de la derecha que ya se lanzaron en feroz campaña. Pero ¡ojo caro lector, no te dejes confundir, ellos no son ellos! La imagen que aparece en pantalla es un espectro del propio medio que como manipulador del muñeco de un ventrílocuo, hace hablar a sus propios intereses por boca prestada. Diría Teodoro Adorno, “en los medios, lo real es lo no verdadero”.

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